domingo, 30 de diciembre de 2012

El hobbit: un viaje inesperado


El hobbit: un viaje inesperado (The Hobbit: an unexpected journey)
(2012)
Director: Peter Jackson
Guión   : Fran Walsh, Philippa Boyens, Peter Jackson, Guillermo del Toro
Martin Freeman
Ian McKellen
Richard Amitage
Cate Blanchett
Ian Holm
Christopher Lee
Hugo Weaving
Andy Serkis
Elijah Wood 

El hobbit Bilbo ve su rutina alterada por la llegada del mago Gandalf, que le propondrá un viaje lleno de aventuras… 




A pesar de que a más de uno le extrañe lo que voy a escribir a continuación, creo que merece decirse y ser tenido en cuenta: El hobbit no es El señor de los Anillos. Semejante obviedad puede resultar el colmo de lo evidente pero creo que es una reflexión que debe tenerse en cuenta. El hobbit, como libro, es una historia infantil para niños. El señor de los anillos, no. ¿Por qué digo esto? Porque allí donde la primera obra es una historia de aventuras donde pasan muchas cosas, la segunda (los tres libros) constituyen una historia de aventuras, sí, pero con un toque épico más que considerable. Quizás por eso, las aventuras de Bilbo Bolsón ocupan unas trescientas páginas y las de su sobrino Frodo más de mil y pico. Y es aquí donde se crea la controversia: ¿El Hobbit debe contarse en pantalla de igual modo que El señor de los anillos?
Antes de meternos en faena, hay que decir que la película que hoy nos toca ha estado rodeada de polémica desde mucho antes de rodarse. Para empezar, el estudio siempre quiso que Peter Jackson fuera el director porque, seamos sinceros, le ha cogido el truquillo a la obra de Tolkien. No obstante, una serie de diferencias monetarias hicieron que Jackson se desligase de la peli y otros directores fueron pensados para sustituirle. Al final, se llevó el gato al agua Guillermo del Toro, que estuvo como director del proyecto implicado algo así como un año (quizás el tiempo me falle) pero, diferencias creativas irreconciliables, hicieron que abandonase y Jackson, una vez arreglados los problemas, se hiciera cargo de todo. A todo ello hay que sumarle la gran controversia, esa que hizo que las alarmas sonasen y muchos (entre ellos este que escribe), se pusieran alerta: el Hobbit pasó de una peli a tres. El problema que esto planteaba estaba claro ya que nadie entendía como una novelita de trescientas páginas podría convertirse en una trilogía cinematográfica donde cada entrega duraría más o menos tres horas. La respuesta fue sonada: Jackson y equipo añadirían esto o aquello (mucho de ello de cosecha propia) para enlazar la historia de Bilbo con la del dichoso añillo.

Pues bien, aquí tenemos la primera de las películas de El Hobbit. Os comento mis impresiones:

A favor, desde luego, hay que destacar muchas cosas. En primer lugar, el regreso a la Tierra Media está garantizado. Es como si no hubiera pasado el tiempo. Hobbiton (Bolsón Cerrado) sigue estándo ahí y resulta tan realista como lo estaba en lo que vimos en la trilogía de El señor de los Anillos. Por eso, los ambientes, las ciudades, los paisajes en general hacen que te creas que, de veras, está en mitad de la Tierra Media. La ambientación fantástica está asegurada bien en forma de pueblo Hobbit, de ciudad de los enanos o de cualquier caverna atestada de orcos inmundos y salvajes. Desde este punto de vista, han sabido conectar con lo que ya conocíamos y, al menos para mí, eso da muchos tantos a la película. Y, desde luego, uno de los decorados que más me gusta, lo mismo que sucedió con la trilogía anterior, es Rivendell. No si es que se lo curraron más, si ha dado esa casualidad o si tan solo ha ocurrido así pero, al menos para mí, siguen dando en el clavo con la ciudad de los elfos; sigue resultando majestuosa y mágica a la vez, algo que recuerdas cuando al peli acaba.

 
Vamos allá con otra cosa que destila la película por los cuatro costados: espectacularidad. No podemos olvidar que esto, a fin de cuentas, es el mundo de Tolkien y, además, se nota que han estado sobrados de dinero para reflejarlo. Por eso, la peli comienza con una larga escena (que recuerda de manera clara a la que da comienzo a La Comunidad del anillo) en la que se nos cuenta la historia de la ciudad de Thror, su relación con Thorin (protagonista en la sombra) y el ataque del pérfido Smaug. Si no conoces nada acerca de la obra literaria, esto, por lo menos te mete bien en situación y, además, te deja con ganas de saber más, ya que no vemos a Smaug. Vale, quizás alguna pata, algo de fuego por aquí, la punta de una cola por allí, pero nada del dragón. Aún quedan dos películas por delante, ¿por qué mostrarlo desde el principio? Lo que sí está claro es que el amigo debe ser tremendo y yo, por lo menos, quiero verlo ya en todo su esplendor.
La película cuenta con varias sorpresas que ya se anunciaron a bombo y platillo y que a más de uno extrañó. La primera, nada espectacular, sale Frodo. ¿Y eso? Pues porque está ayudando a tito Bilbo a preparar la famosa fiesta de cumpleaños que ya conocíamos en La Comunidad del anillo. De este modo, se nos deja bien claro que El Hobbit no es una aventura independiente (como, bien mirado, es el libro) sino una más dentro de una gran trama. Porque lo que vamos a ver en este metraje es un gigantesco flash-back… del cual quedan aún unas seis horas de película (¡Fiuuuuuuu!)
Los  personajes me parecen muy bien reflejados y creo que han dado en el clavo con todo ellos, al menos con los que salen en el libro (luego explicaré esto pero, si has visto la peli y has leído la novela, sabes a lo que me refiero) Los enanos me han resultado muy apropiados, si bien es cierto que han enfatizado mucho el carácter guerrero de los mismos (lo admito, en cuestión de enanos, sigo pensando en los del tipo Blancanieves) Por eso, me llamó mucho la atención verlos con ese aspecto fiero y, a  veces, tatuado que muestran algunos. Con todo, me parecen bien. Gandalf sigue igual al que vimos en las otras pelis, solo que el actor está algo más mayor, claro. Los elfos continúan tan espectaculares y elegantes. Pero, lo que más me ha gustado, es el repertorio de elfos, orcos o wargos que pululan por la peli. Todos diferentes y todos igual de asquerosos y repulsivos. Más aún, me atrevería a decir, que lo que ya conocemos. Me remito aquí a esa especie de rey Orco de las cavernas que me recuerda a Jabba el Hutt o a cualquier súbdito de Azog (personaje del que luego hablaré) Y, desde luego, me encantan los wargos, que aquí se lucen más y mejor de lo que vimos en Las dos Torres.
 
 
Vamos allá con los efectos. Impresionantes. La peli te puede gustar o no, la puedes considerar fiel o no pero, en cuestión de efectos especiales, se han lucido y a base de bien.  Toda la cinta está plagada de ellos solo que, por suerte, se integran en la trama sin hacerse notar demasiado (aunque hay otros que, claro está, persiguen el lucimiento puro y duro, como la de los gigantes de piedra, pero eso es algo que nadie, ningún director, ninguna película, puede evitar) Empezamos por el efecto “más sencillo”, es decir, el de reflejar la estatura de hobbits y enanos con respecto a humanos normales y corrientes y orcos o trolls que son cualquier cosa menos normales y corrientes. Como ya vimos en la trilogía del Anillo, muy bien hecho, muy natural. Los personajes creados de manera digital están integrados en la imagen de manera excelente y ya creo que se puede decir que no se notan que lo sean. Destaco aquí todos los tres trolls estúpidos que acaban convertidos en rocas o  lo orcos de todas clases, tamaño y caras.
Pero, si de efectos se habla, me gustaría hacer una mención especial a tres elementos que me parecen muy bien conseguidos. En primer lugar, el personaje de Azog, muy expresivo y terrorífico. Segundo, la escena de los gigantes de piedra, que queda estupendamente y de veras que quería comprobar si habían dado el paso y los habían incluido en la película. Y, para el final, el mejor: Gollum. Sabido por todos es que el amigo Smeagol ya había dejado el listón muy alto en la anterior trilogía. Pero es que, aquí, se han lucido todavía más con él. Los movimientos, las expresiones, los detallitos en plan lucimiento como esos en los que le vemos en la oscuridad con los ojos brillantes están simple y claramente sublimes. Los gestos que pone cuando está en mitad de la competición de acertijos ya hacen que esta peli tenga que verse. Sin duda, todo un acierto que dejará al personal con la boca abierta. Y no todo pueden ser personajes grotescos. Ahí está las águilas gigantescas para demostrarlo. Eso, por supuesto, entre otras cosas más.
 
 
 
Los actores me han parecido muy bien. Aquí hay un montón (¡tan solo los enanos son trece!) así que me voy a centrar en los principales, claro. Ian McKellen, como siempre, metido hasta la barba en el personaje de Gandalf y sintiéndose muy a gusto con lo que hace. Richard Armitage resulta un Thorin bastante convincente. Valiente, noble y algo cerrado en sí mismo. Pero aquí la estrella es, sin duda, Martin Freeman, que hace el papel del saqueador Bilbo Bolsón. Para mí, todo un acierto. Freeman ha sabido hacerse con un personaje que, bien mirado, tenía su complejidad y, además, debía competir con otros hobbits (y sus correspondientes actores) que ya conocíamos. Para mí, despliega cierto encanto e ingenuidad basados de manera bastante acertada en sus gestos y movimientos corporales. ¿El resultado? Un Bilbo en toda regla, muy natural, muy creíble y, en definitiva, muy hobbit. Creo, desde mi humilde opinión, que el gran acierto en este tipo de papeles, es escoger a alguien no muy conocido que hace que el espectador lo identifique de manera más fácil con el personaje que interpreta (ahí están, en sus primeros momentos, Harrison Ford, Mark Hamill, Christopher Reeve o Hayden Christensen entre muchos otros). Y aquí, de nuevo, esa regla funciona. También me gustaría hacer mención a dos más. Uno, Hugo Weaving, que repite como Elrond y que, nada más aparecer en pantalla, hace que te des cuenta de una cosa: aquí aparece más afable, más normal que en la trilogía del Anillo, donde resultaba tan inexpresivo como un ladrillo. Aquí, al menos, gesticula, tiene más expresiones y, en definitiva, hasta parece hasta más humano (afirmación algo incongruente si hablamos de un elfo, pero espero que me hayáis entendido). Y, claro está, Christopher Lee como Saruman que, salir, sale poco y se mueve menos (está muy mayor ya) pero esos ojos, ese gesto y esa cara (rejuvenecida un poco, claro está) le hacen igual de amenazador o más.
 
 
 
¿Todo es magnífico en la peli? No, al menos, para mí. Parece que hablar de cualquier cosa relacionada con el universo de Tolkien en pantalla debe implicar que se bombardee de elogios a Jackson y equipo. Pues bien, debo señalar algunas cositas que no dejan de parecerme curiosas. Veamos…
El principal talón de Aquiles que creo puede tener esta peli es lo referido a  la fidelidad. Vamos a dejar clara una cosa: ¿sigue la trama general del libro? SÍ. Ahora bien, si de una novelita de trescientas páginas hacen tres pelis de tres horas (minuto arriba minuto abajo), ¿implica que han cambiado cosas? También, SÍ. De hecho, más que cambiar (que, desde luego, han cambiado), lo que han hecho es añadir. Desde un primer momento se dijo que, para justificar el hecho de la trilogía, Jackson y compañía añadirían cosas de su propia cosecha y, según he leído, sacadas de apuntes de Tolkien (que, evidentemente, quedaron descartadas por el autor en su momento) La impresión que a mí me ha dado es que, a veces, los cambios son muy cantosos y los añadidos más aún. Otra cosa es que te gusten o no.
En primer lugar, debo admitir que tanto espectáculo de los enanos al principio se me hace un poquito largo. Vale, en el libro van llegando de uno en uno. Pero tanto metraje con la comida, la bebida y las canciones (sobre todo esa al recoger) me cargan un poquito. Cualquiera que haya leído el libro sabe que hay canciones  pero, al menos desde mi humilde opinión, una cosa es leerlas y otra cosa que se líen la mata a la cabeza y se pongan a cantarlas en la peli. Y, conste, que a lo largo del metraje hay tres canciones. Repito: para mí, sobran todas. Si encima están dobladas, ya no digo nada más (A Aragorn no le doblaron cuando se arranca por soleares en la última peli…)
Vamos allá con otro punto de controversia referido a ciertos personajes. Si bien se echan en falta unos cuantos, lo cierto es que también aparecen otros con los que el espectador no contaba. Por eso, yo he echado en falta a Beorn, el tipo que se convierte en oso. Tenía ganas de ver cómo se las apañaban para reflejarlo y, sobre todo, ver esas transformaciones en pantalla. Lo mismo estoy hablando por hablar y le vemos en la segunda película. Y allí donde hay ausencias, también hay añadidos porque, cosa que no esperaba, resulta que sí sale Radagast. Lo curioso es que, por lo menos a mí, me ha parecido que su inclusión en la película es totalmente innecesaria y ni pincha, ni pone ni corta en la historia. En el libro, se le nombra de pasada. Aquí tiene un par de escenas que no es que aporten demasiado y, además, puestos en plan criticón, no me ha gustado el aspecto que le han dado: resulta demasiado cómico y tiene, en su lado derecho de la cara, algo a camino entre la corteza de un árbol y los excrementos de un pájaro. Al menos, eso me parece a mí.
Se ve que no se contentaron con ausencias y apariciones inesperadas, no. Además, han añadido. Me refiero, claro está, al personaje de Azog. Este orco tan paliducho como cachas no está en el libro (en realidad es un personaje que Tolkien creó para los libros conocidos como Legendarium. La pregunta es muy sencilla: ¿por qué añadirlo? La única respuesta que se me ocurre es una: en el libro, no hay un malo como tal; no hay ningún Saruman, ningún personaje en plan Darth Vader que se configure como el némesis principal. El único que se aproxima a esta idea es Smaug y sólo sale al final. Me da que aquí se lo han sacado de la manga para completar el esquema bueno/malo, una excusa para complementar al personaje de Thorin. A mí, Azog no me molesta, pero sí me chocó verlo y, como es obvio rompe parte de la magia del libro, ya que hace que ciertas partes de la historia caigan en lo habitual y se alejen de la magia que desprendía la novela. Además, hay un efecto secundario en todo el metraje que no se da tanto en la novela: se potencia el personaje de Thorin por encima de lo demás de manera bastante evidente y, si me apuráis, hasta por encima del propio Bilbo. ¿Es todo en cuestión de añadidos? Pues ahí tenéis a un tal Nigromante que aparece sin que nadie le haga mucho caso y que, supongo, luego se convierte en cierto elemento crucial en cierta historia y que forja cierto anillo único que fastidia mucho al personal en los años venideros. ¿Era necesario todo esto?  Aquí es donde se aplica eso de “para gustos, los colores”
Y aquí vamos con una buena ración de cambios/añadidos: Galadriel, que no aparece en el libro, en plan telepático con Gandalf; una reunión que no dice mucho pero que sirve de nexo para lo que tiene que venir con Saruman, dando a entender que sabe más de lo que dice…
Pero debo comentar a parte una escena que, de veras (entre otras muchas) esperaba ver en pantalla y que la han variado, en mi opinión, quitándole la gracia que emanaba del libro. Me refiero a la de los tres Trolls. El aspecto de los mismos  me gusta y la actitud también (1uizás se pasan haciéndolos estúpidos y graciosos, demasiado graciosos, a partes iguales) Pues bien, en la novela la gracia está en que Gandalf los confunde imitando sus voces y volviéndoles locos. Aquí eso se lo han cargado y han dado paso a un ataque bestial de los enanos hasta que Gandalf, de manera muy buena, rompe una roca y deja pasar la luz del sol. La escena, en sí, está bien y hasta es bastante espectacular pero a mí me ha defraudado un poco porque la han convertido en una excusa para meter con calzador una buena sesión de espadas y gritos. Bueno, ahí queda. Y si de escenas cruciales hablamos, ¿cómo veis el acertijo del anillo? Me dio la sensación de que Bilbo pregunta en voz alta qué lleva en el anillo a posta, mientras que en el libro lo que sucede es que habla consigo mismo en voz alta y eso crea la pregunta. Repito: no sé si es una falta de apreciación mía. Cuando la vea otra vez (que lo haré) estaré más atento.
Pues esto ha sido todo. ¿Sus mayores virtudes? Para mí está claras: creo que la película, en su conjunto, debe verse y como vehículo de entretenimiento lleno de espectacularidad, no tiene ningún desperdicio, aventuras en su estado más puro y sencillo. Quizás tenga en contra lo claramente  hinchada y, en muchas partes (como la secuencia del os gigantes de piedra) estirada que está, además de dar un toque muy épico a una historia que, a priori, no lo era tanto. Yo siempre he dudado que de este libro salgan tres películas y, si salen, es porque la historia ha sido inflada y estirada hasta más allá de sus límites. Eso sí, depende de la actitud que lleves, todo esto te traerá al fresco o no. Si vas en plan “voy a pasar tres horas entretenido”, te lo aseguro, acertarás de pleno en la diana. Si eres muy fan del libro  puede que algunas cosas te resulten muy curiosas y, en algunos casos, hasta te parezca una adaptación más que cuestionable (al menos en algunos momentos, claro). Yo, sin ser ferviente seguidor de Tolkien, he notado esto último y, por eso, prefiero dejarme llevar por la primera opción.
Vigilad el cielo.

 

martes, 25 de diciembre de 2012

Blancanieves y los siete enanitos




Blancanieves y los siete enanitos (Snow White and the seven dwarfs)
(1937)
Director: Walt Disney
Guión   : Ted Sears, Richard Creedon, Otto Englander, Dick Rickard, Earl Hurd, Merrill De Maris, Dorothy Ann Blank, Webb Smith. 

Adriana Caselotti
Lucille La Verne
Harry Stockwell
Roy Atwell
Pinto Colvig









La malvada Reina, celosa por la belleza de Blancanieves, ordena matar a la princesa…



Vamos allá con una película que es especial por muchas y muy variadas razones. Por un lado, es un clásico tremendo, un cinta de la que todos hemos oído hablar y, casi con toda seguridad, raro es el que no la haya visto. Por otro, supuso un punto de inflexión de importancia colosal dentro del cine de animación porque, gracias a ella, los dibujos animados son lo que son hoy día y el concepto de “película para niños” es el que todos conocemos. Sin Blancanieves y los enanitos que la acompañan (además de otros personajes, claro) no hubiera habido nada en lo que se refiere al mundo de la  animación. Sí, antes de ella había cortos animados pero estaba claro que aquello no era suficiente y, como siempre suele suceder en todos los campos, era necesario un cambio radical que redefiniese el género para poder seguir adelante. Y, también, fue todo un riesgo que, de haber salido mal, hubiera supuesto un estropicio de proporciones considerables. Por suerte para todos, no sólo salió bien: lo clavaron.

Lo primero que llama la atención nada más comenzar la película, desde el primer segundo, es la banda sonora. La música instrumental, soberbia. Las canciones, increíbles. Si hay algo que las diferencia de las últimas producciones Disney es que las letras están cuidadas de manera absolutamente exquisita, mostrando unos contenidos románticos, poéticos (cuando la cosa se pone seria, claro) y dando al conjunto un aire absolutamente delicioso. Si bien todo el repertorio es impresionante, cómo no destacar el tema que Blancanieves canta cuando ve al príncipe, el de la fiesta con los enanitos o, cómo no, el Heigh-Ho de los enanos al salir de la mina, un tema universal donde los haya. Y si delicioso es oírlos, más lo es aún verlos combinados con esos dibujos tan bien hechos y esa animación tan exquisita.


Otra cosa que entra bien por los ojos nada más empezar la película, en ese plano a modo de zoom en el que vemos la imagen del castillo acercándose, es que los fondos, lo mismo que todo, en esta película está pintado a mano. Decir esto puede parecer una obviedad pero os sugiero que os fijéis bien en este aspecto. Los colores tienen unos matices suaves propios de la aplicación a base de mano y pincel que da a todo el conjunto un aire de cuento de hadas apabullante, en contra del aspecto artificial y plano de los colores que podemos ver en muchas películas de animación hoy día donde se ha (por desgracia, al menos para mí), sustituido el pincel y la tinta por el botón del ordenador.

Seguimos, que aún queda. La animación es, simplemente, espectacular. Los movimientos de la reina, del príncipe o de Blancanieves son tremendamente realistas y, al menos para mí, tremendos. Atentos al gesto de los personajes (como los de la reina o el del cazador en el momento de matar a Blancanieves. Mirad la expresión de su cara y sus ojos) o de las ropas, como cualquier escena en la que la reina, en todo su esplendor, mueve su capa. ¿Es todo? No, porque los movimientos de Blancanieves al bailar te hacen pensar que es una persona de carne u hueso la que está moviéndose. Y lo mismo sucede con el príncipe que, aunque sale poco, siempre me ha parecido muy bien animado y, al menos siempre lo pensé, se echa en falta cierto mayor protagonismo por parte del mismo (aspecto que más tarde ampliaré en el apartado de las curiosidades) Por supuesto, los animadores, bajo la guía de Disney, supieron muy bien compaginar la animación realista de los personajes serios (basada, a su vez, en modelos vivos) con la más tradicional y cómica de los enanitos.

Otro aspecto que siempre me ha parecido impresionante en esta película es el tema de los efectos especiales que contiene. Por eso, destaco el mago del espejo, con esa cara a modo de máscara, las sombras que los personajes proyectan en cualquier suelo o  pared (sombras que, por cierto, se mueven al son del cuerpo que los proyecta. Impresionante) o cualquiera de los fondos en forma de cielos, nubes o bosques. Y ahí quedan los brillos que emiten los diamantes de la mina de los enanitos o la bruja (¡cómo me gusta este personaje!) caminando entre la bruma. Por supuesto, debo destacar uno de mis momentos favoritos: el de la transformación de la reina en bruja. Y, lo digo de nuevo: todo esto hecho a mano, sin ordenador. Ni falta que les hacía.

Si hay algo que destace para este vigilante del cielo, es que, en esta película, todo es adorable. Las palomas son deliciosas y cantan al son de Blancanieves. Y, sí, se sonrojan porque el príncipe es muy moreno y  muy guapo. El pozo emite un eco que, también, canta con Blancanieves y los animalitos del bosque, en la más pura tradición Disney, afinan voces con la princesa y acatan órdenes para limpiar la casa de los enanitos. Y punto en boca. Ni hay que buscar explicaciones ni tampoco hay por qué darlas. Ah, y los enanitos se pirran por un beso de la princesa. Venga ya, ¿quién no lo haría? Y, si hablamos de adorable, Blancanieves está en el pico de la cima de las cosas más adorables del universo cinematográfico.

Si esto no es candor...


Reparto de besos...


Me gustaría destacar una cosa que, al menos a mí me lo parece, está perdida hoy día. Y me refiero a que esta película, aunque puede verse y, por supuesto, disfrutarse por adultos y, en definitiva, por cualquier persona de cualquier edad, está destinada de manera clara a los niños. Y esto no sólo se aprecia en personajes y situaciones (princesas, príncipes, brujas, enanitos…) sino también en algo que me parece muy interesante: los miedos infantiles. Por eso, hay un terror (suena muy fuerte utilizar esta palabra hablando de Blancanieves) muy básico e infantil en forma de sombras, un bosque espeso, troncos cuyos ojos y ramas en forma de manos resultan terroríficos, otros ojos que observan en la oscuridad, la bruja… Se trata del miedo más primigenio, ese al que todos hemos temido siempre y que todos los niños, por supuesto, evitan. Pero aquí se muestra de manera clara y, sobre todo, muy efectiva porque, a fin de cuentas, es crucial para la historia. Estoy seguro que las escenas del terror de Blancanieves en el bosque o determinados momentos de la bruja, como ese brazo del cadáver en busca de agua, no se incluirían hoy día en una película infantil por considerarse poco adecuado. Y es que esto, entre otras cosas, es prueba de que la diferencia que hay entre esta cinta y las de hoy día. Al menos, por supuesto, para mí.
Y si el terror es básico e infantil, lo mismo ocurre con la cara opuesta, esto es, el humor. Aquí los animales se caen dando trompicones por las escaleras, los ratones, enfadados, expulsan la suciedad de su casa o los enanitos se hacen nudos con las barbas para no estornudar. También las moscas entran y salen al roncar o los enanitos, en el silencio de la casa, hacen ruidos al caminar. ¿Queda bien? Para mí, de maravilla.


Y, como debe ser, la perfección, muchas veces, se logra con un perfecto equilibrio de las partes. Aquí hay humor, aventura, sentimientos y drama. Porque, desde que Blancanieves da el mordisco a esa deliciosa y suculenta manzana roja, todo es drama. Y de los gordos. Tanto es así, que es enterrada en un ataúd de cristal (recuerdo, peli para niños) y los enanitos la lloran día tras día. Pero, como se dice en cierta película, “Las lágrimas se derraman como preludio de felicidad” Y aquí la felicidad viene en forma de príncipe y beso capaz de devolver el color a las mejillas de la princesa por excelencia de las películas de animación.

Esto ha sido todo. Decir que recomiendo verla puede sonar raro porque, casi con toda probabilidad, ya lo habréis hecho, aunque sea hace mucho tiempo. Por eso, daré un pasito más allá y os diré que la revisitéis. En su hora y poco de metraje, están condensadas toda la magia y aventura que representan la infancia. Eso, aparte de ser, para mí, una excelente película.

Os dejo unas cuantas curiosidades:           

-Esta película fue un punto de inflexión: cambió todo el imperio Disney de cabo a rabo y, además,  todo lo que crearon después, se basó en su realización.

-Disney sabía que los cortos animados estaban bien pero se necesitaba algo más, un golpe de efecto apropiado para la industria: un largo. Cosa curiosa, lo mismo pensaba Chaplin y sus cortos mudos.

-Incluso de puertas del estudio para dentro, pocos, quizás nadie, salvo el propio Disney, pensaban que el proyecto fuera viable: “¿Quién quiere ver un largo de dibujos animados?”, le preguntaron a uno de los animadores gente del propio estudio.

-La animación era considerada para algo de siete u ocho minutos, no para hora y media.

-Por eso, muchos pensaron que los colores brillantes dañarían la vista y darían dolor de cabeza al espectador.

-La idea de hacer un largometraje hizo que todos tomaran a Disney por chiflado. Por eso, el proyecto fue bautizado como “La locura de Disney”

-La historia de Blancanieves obsesionaba a Disney desde que, siendo niño, vio una versión muda.

-Su idea: combinar humor y situaciones serias. Gran idea, añado yo.

-La estrategia de Disney fue elaborada y muy sutil: primero, contrató nuevos dibujantes (sobre todo de chicas bonitas). Luego, lanzó la bomba: estaban allí para hacer un largometraje.

-Una noche, invitó a los dibujantes  cenar a un bar cercano. Él no acudió; se estaba preparando para lo que sucedería cuando los primeros regresaran. Al volver al estudio, Walt les contó TODA la historia de Blancanieves tal y como la había pensado. Pero fue más allá: representó, a modo de teatro, todos y cada uno de los personajes, poniendo voces, movimientos y canciones. Tardó unas dos horas y media. Los dibujantes, alucinados.

-Disney no decidió el nombre de los enanitos hasta un año antes del estreno.

-Disney era visionario en cuanto a proyectos pero pasaba un poco de dineros y cifras. Calculó a ojo el  presupuesto: 250.000 dólares. Muy pronto, la cosa subió a 400.000.

-Eso hizo que su hermano Roy, encargado de finanzas, lo viera todo cada vez más difícil.

-Se tardó cuatro años y medio en rodarla. ¿Os parece mucho? Para La Bella durmiente fueron siete y medio…

-Para conseguir dinero, se optó por una opción muy común hoy día: mostrar la peli a los banqueros para convertirlos en inversores.

-Por eso, invitaron a un banquero a ver en lo que estaban trabajando. Muchos pensaron que aquello sería el tiro de gracia al proyecto y todo se cancelaría. Cuando terminó el pase, el mencionado banquero dijo: “Os vais a forrar con esto” Ahí, todos respiraron aliviados.

-Disney sabía que iba a necesitar más animadores. En 1928 trabajaban diez en el estudio. Se hizo una campaña para atraer a más. Para Blancanieves se convocaron unos trescientos más. Todo eso, en plena depresión. De hecho, el único que ofrecía trabajo era Disney.

-A los dibujantes no solo se les contrataba; también se les formaba para perfeccionar el estilo a través de clases nocturnas.

-Para incentivar el ánimo creativo de los dibujantes, Disney les daba un par de monedas si inventaban un buen chiste que encajara con la historia. La escena en la que los enanitos se asoman a la cama de blancanieves sacando sus narices no estaba en el guión; fue obra de uno de los animadores y cobró por ello.

-Al estreno acudieron estrellas como Carole Lombard o Clark Gable. De ese modo, Blancanieves se convirtió en un acontecimiento social, algo de lo que hablar y que, desde luego, había que ver.

-El éxito de Blancanieves fue el motor que inspiró la adaptación de El mago de Oz e inauguró el concepto de “película familiar”

-Los enanitos, Blancanieves o la bruja plantearon problemas normales y corriente desde el punto de la animación, algo con lo que se podía tratar. El príncipe fue harina de otro costal. La animación masculina siempre fue mucho más difícil que la del resto. En un principio, el personaje salía más pero alguien pensó que sus movimientos, poses y gestos quedaban muy afeminados. Por eso, su participación en el metraje se redujo a lo mínimo imprescindible: el comienzo y el final. Y nada de darle diálogo.


-Con respecto a esto, cuando años más tardes algún animador hartaba a Disney, este le castigaba mandándole animar al príncipe. Esto le ocurrió al animador que se responsabilizó del príncipe Felipe en La bella durmiente. Y, por si no lo habéis notado, ambos personajes tienen cierto parecido.

-Disney dio importancia fundamental al as voces de los personajes. Buscó actores especializados en estornudar o reír. Con respecto a los estornudos, hacía castings a actores haciéndoles única y exclusivamente estornudar. El actor que seleccionado tuvo que estornudar unas cinco veces ante el director.

-Siempre que se habla de Blancanieves sale el nombre de Disney a relucir, cosa obvia por otra parte. Pero, casi en todos los casos, se olvida uno fundamental cuya participación en la película y relación con el personaje principal fue crucial para que el proyecto fuera un éxito: Adriana Caselotti fue la voz de Blancanieves. Su padre, profesor de canto, recibió una llamada de los estudios Disney en busca de una voz para el personaje. Adriana escuchó todo y dijo “Papá, ¿qué tal yo?”

-Disney buscaba una voz con toque de cuento de hadas, que hablara y cantara como una niña y que tuviera cierto tono de parecer de otro mundo. Desde luego, dieron en el clavo.

-Lucille Verne fue la reina. Para ciertos momentos, se quitó la dentadura postiza y el resultado, al hablar, quedó genial.

-La voz de Gruñón era la misma que la de Goofy.

-Las expresiones, vestimentas y gracias de Mudito estaban basadas en Harpo Marx, el mudo de los hermanos Marx. También contrataron a un actor de variedades para copiar movimientos y gestos.

-La apariencia de la reina recuerda de manera más que sospechosa al personaje de She, la diosa de fuego. Mirad:




Feliz Navidad... y Vigilad el cielo.

domingo, 16 de diciembre de 2012

El príncipe de las tinieblas


El príncipe de las tinieblas (Prince of darkness)
(1987)

Director: John Carpenter
Guión   : John Carpenter   

Donald Pleasence
Lisa Blount
Jameson Parker
Dennis Dun
Susan Blanchard
Anne Marie Howard
 
 
 

Unos investigadores han encontrado un cilindro en  una iglesia. El artefacto puede ser la clave para descifrar un horrible secreto…

Dad un vistazo a esto:

 

Pues sí. Hoy le toca el turno al maestro John Carpenter con un título que suele levantar pasiones e indiferencias por igual. Y es que sabido es por todos que el amigo Carpenter es un ejemplo muy claro del típico tipo que va a lo suyo y hace lo que le gusta, cosa que no tiene que coincidir con el sentir general de la industria. Esto hace que en su  filmografía se puedan encontrar títulos considerados como obras maestras (1999, rescate en Nueva York, El pueblo de los malditos, La cosa) y también otros que no lo son tanto (Christine, que a Stephen King no le hace ninguna gracia o 2013, rescate en Los Ángeles) Lo malo es que todo esto, junto y en el mismo paquete, ha hecho que la carrera del realizador sea considerada por muchos como bastante irregular y, si me apuráis, munchos califican algunas de sus películas de desastres absolutos. Con todo, creo que si hay algo que no se le puede negar a Carpenter es la originalidad que impera en sus trabajos. En este, el argumento no es una excepción; una extraña mezcla de terror y ciencia ficción que, para mí, está más que conseguida. Veamos…

Después de una inquietante escena inicial en la que no se nos revela nada, la trama comienza a presentar una serie de personajes que serán los protas de la cinta. Como suele ocurrir, Carpenter no se para mucho en temas ajenos a la misma, como la relación sentimental entre dos de los alumnos (cosa que ni pincha ni corta, todo hay que decirlo) o la preocupación del sacerdote, interpretado con la solvencia habitual de Donald Pleasance. El hecho de que al comienzo no se nos diga mucho (o nada) hace que quieras saber más y, desde ese punto de vista, la cinta se merece un sobresaliente. Es obvio que se fragua algo importante y, claro está, malo, pero no sabemos el qué. La cosa va en crescendo cuando vemos a esos inquietantes vagabundos que es obvio que no traen  nada bueno (por suerte, esto luego se confirma) La película mantiene bien el misterio hasta que se nos revela el cotarro de todo el asunto y es ahí cuando acudimos a la inclusión del elemento de ciencia ficción: la posibilidad de que Jesús y el Demonio hubiesen sido seres inteligentes de otro planeta. Como premisa, al menos para mí, sublime.

Pero, no olvidemos que, a fin de cuentas, esta es una cinta de John Carpenter y eso equivale a misterios y argumentos originales, sí, pero también a muertes más o menos espectaculares. Desde que ese pobre alumno con pinta de empollón tiene un desafortunado encuentro con los vagabundos y una bicicleta que viene que ni pintada para matar a alguien de manera que te quedes bien fijo al sofá, la sangre está servida. Y, poco a poco, aquí no se libra nadie… salvo unos pocos, claro.
De nuevo, en este Príncipe de las tinieblas (una pena que el título rebele algo de por dónde van a ir los tiros), hay una constante típica del cine del director: unos personajes anclados en un sitio (esta vez una vieja iglesia que sirve de laboratorio) asediados por el enemigo, ya sea en forma de alien cambiante con una buena dosis de mala leche (La cosa) o de enviados del mal, como sucede aquí. Pero, claro, si no puedes atacar desde fuera a través de vagabundos inmundos, lo haces desde dentro poseyendo al personal. Atentos a la escena en la que ese alumno, rodeado de bichos, muerto y resucitado, augura a los pobres estudiantes la que les espera… para después caerse a pedacitos. El efecto en sí puede notarse más o menos (ok, más más que menos) pero el golpe de efecto como tal es lo que importa. Y, en cuestión de golpes de efecto, nada como el cine de terror de los ochenta…

Y, como no puede ser de otra forma, el bueno de JC se agarra a lo que sea para no dejar indiferente al espectador, ya sea haciendo que la sangre salpique, bien con primeros planos del personal poseído (aquí me remito, de nuevo, a los vagabundos o a estudiantes poseídas y ensangrentadas) o con una banda sonora igual de inquietante. Como siempre hace, él mismo firma la música. Pero, ojo, no busquemos aquí una banda sonora tipo John Williams o Basil Poledouris por poner dos ejemplos, es decir, temas tarareables. La música de Carpenter tira más a ruido que a otra cosa. Y no lo digo como algo despectivo (¡ni mucho menos!) Simplemente sirve para acompañar a imágenes y crear o potenciar más el golpe de efecto y, desde luego, lo consigue al cien por cien. En una cinta de esta naturaleza encontrarse con bellas melodías sería lo que menos le hiciese falta.
 
Muy mal rollo...
 
¿Detalles que hacen que esta cinta merezca la pena? Todos los que he mencionado anteriormente amén de los efectos especiales propios de la época. Aquí no se trata de quedar bien o de que el asunto quede bonito o espectacular porque sí; lo que cuenta es ser desagradable, como dictan los cánones de las películas de terror. Y, a pesar de que han pasado unos buenos años y los efectos se notan, para mí cumplen lo que tienen que cumplir. Y mucho ojo a la escena final de la estudiante y el espejo. Me encantó ese plano cortísimo en que se ve a la chica al otro lado… y no digo nada más, así la veis.
Y ahora pasamos a los aspectos que no me llamaron mucho, esos pequeños detallitos que están y me gusta comentar para que no todo sea alabanzas (que, las que están mencionadas, figuran para mí con toda la justica del mundo) Para empezar, no me queda muy claro qué tipo de estudiantes son estos. Más que estudiantes parecen los padres de los estudiantes (al menos muchos) por la edad, los bigotes y las barbas. El caso es que uno de los profesores se refiere a ellos diciendo “…Sois físicos competentes aunque no tenéis título que lo demuestre…” Vamos, a mí eso me suena a alumnos… 
El sacerdote y los alumnos
 Otra cosa a tener en cuenta es que, como dije antes, se toma su tiempo en mantener el misterio… aunque quizás a más de uno le parezca demasiado. Servidor detuvo la peli y en el minuto veintiséis la trama aún no estaba presentada de manera clara. Claro que esto se puede ver como algo que pudo mejorarse o, como dije antes, una virtud. Cuestión de gustos…
¿Y qué pasa con los efectos? Pues ochenteros o, dicho de otra forma, artesanales. Los que implican sangre y miembros cortados me siguen gustando (bichos incluidos) Ahora bien, reconozco que lo del chorrito (no diré nada más) queda pelín cutre pero…
En fin, una muestra del cine de antes y que, en su momento, estuvo a la vanguardia. Terror del clásico con elementos de ciencia ficción. Como ya dije al principio, según la fuente que consultes, la calificarán de buena película o de desastre absoluto. De hecho, recaudó lo invertido en ella y lo superó pero la industria fue tajante: desastre. Y de los malos, ya que siguió a un mega desastre llamado Golpe en la pequeña China. En lo que a mí respecta, no es de mis películas preferidas de John Carpenter pero, debo decir que la veo con agrado y me entretiene en su justa medida, por lo que no tengo reparo en recomendarla.
Si os animáis, vedla. Estoy seguro de que, indiferentes, no os dejará.
Por cierto, la película se suele incluir en la denominada Trilogía del apocalipsis de John Carpenter, compuesta por La cosa, esta película y En la boca del miedo.
Vigilad el cielo.

             

domingo, 9 de diciembre de 2012

El fantasma de la ópera







El fantasma de la ópera (The phantom of the opera)
(1925)
Director: Rupert  Julian.
Guión : Walter Anthony, Elliott J. Clawson, Bernard McConville, Frank M. McCormack.

Lon Chaney.
Mary Philbin.
Norman Kerry.
Arthur Edmund Carewe.


En la ópera de París, una sombra ronda por los subterráneos: el fantasma de la ópera. Christine Daae, una cantante, es su pupila…


 ¿Quién no ha oído hablar de esta historia? El monstruo que, oculto en la ópera de parís, bebe los vientos por una cantante a la que retiene contra su voluntad.


Pues, si bien es cierto que la novela fue escrita por el famoso Gaston Leroux también lo es que si el planeta entero conoce esta historia es gracias a la peli muda que hoy nos toca. Y es curioso porque, si bien dicha novela ha conocido muchas adaptaciones, esta, quizás, es la más famosa de todas y, de algún modo, la más atemporal. No obstante, y a pesar de que data de 1925 (ahí es nada), según parece hay otra versión de 1916 que, por desgracia, está perdida. Una pena…
Pues bien, metiéndonos ya en faena, sólo puedo decir que…
A favor debo destacar varias cosas. Cada una, claro está según la importancia que merece.
Para empezar, lo que primero entra por los ojos en los minutos iniciales, es la buena ambientación de época referente a toda la Ópera de París, tanto en su parte visible (escenario, público, palcos) como en la que no se ve y, claro está, es la más destacable en la cinta, es decir, los entresijos de la propia ópera. Por eso, vemos tramoyistas, trabajadores y bailarinas ir y venir por pasillos y escaleras internos del edificio. Y sí, también vemos cierta sombra que, enfundada en una capa y un sombrero, asusta a todo el que se pone por delante. No obstante, y es en estos momentos iniciales, cuando el carácter fantasmagórico del ambiente que rodea dicho lugar se va a ver roto (en muy poquita medida, claro) por cierto sentido del humor más o menos de la época con ese trabajador que ve la sombra del fantasma y no le cree nadie. Curioso este dato ya que ni por asomo se da en el libro (muy serio, muy formal) Supongo, digo yo, que es algo fruto de la época.
La película va directa al grano y nos presenta a los personajes principales sin muchos rodeos. Así, conocemos a los nuevos (y pardillos) directores de la ópera y, por supuesto, a Christine y su enamorado Raoul. Y lo de “sin muchos rodeos” no es un modo de hablar, ya que, en la novela, el autor se toma mucho más tiempo en decirnos quién es quién, de dónde viene o a dónde va. Cosas de la adaptación cinematográfica, supongo.
Otro aspecto a destacar es que, si bien esta versión se salta cosas y cambia otras muchas, resulta curioso como los pequeños detallitos, esos que conoces si te has leído el libro, están ahí. Por eso, vemos que el fantasma tiene un caballo que ha robado, los subniveles de la ópera, el lago o el hogar del fantasma, con espejo trampa incluida. Son cosas que están ahí pero, desde luego, muy fieles a la historia original.
Y llegamos al gran momento. Quizás, el más famoso de toda la cinta; ese que todo el mundo recuerda y que, casi de seguro, todos hemos visto aunque no hayamos dado un visionado a la peli entera. Me refiero, cómo no, al la secuencia en la que Christine, encerrada en las dependencias de Erik el Fantasma, se aproxima a este mientras toca en su órgano y le quita la máscara. Ahí, por primera vez, vemos la verdadera cara del misterioso personaje. Y es aquí donde uno se queda con la boca abierta cuando ve el maquillaje que el propio Chaney ideó para sí mismo y representar al Fantasma. Su rostro es completamente cadavérico (como se indica en el libro): poco pelo, ojos hundidos rodeados por un cerco negro, con apenas nariz y una boca de pesadilla. Chaney se lució por los cuatro costados creando un ser absolutamente repulsivo pero, a la vez, muy expresivo, tremendamente sugerente y, desde luego, un icono dentro del cine de terror. Debo decir que este fantasma, junto con el espectacular Nosferatu de Max Schreck, para mí son los personajes de terror más representativos del género en la primera mitad del siglo XX. Además, se las apañaron para iluminarle de forma que los ojos quedaran en sombra y su potenciase el movimiento de su boca cadavérica y enorme que hace que, cuando sonríe, sea aún peor. Si a eso le añadimos el gesto de pena y dolor que tiene en algunos momentos y el contraste con ese rostro de pesadilla, el resultado es espectacular. Aquí os dejo la famosa secuencia:




Pero el desenvolvimiento de Chaney no sólo se puede aplicar a su famosa cara. Por eso, me gustaría destacar que, cuando lleva esa máscara que le cubre todo el rostro acompañada de unos ojos totalmente fríos e impersonales, el actor es capaz de desarrollar un lenguaje corporal muy estudiado que quedan muy bien en pantalla, haciendo que hay un extraño contraste entre ese rostro tan frío con la naturalidad de los movimientos.

La película tiene otro momento bastante significativo que, junto con el anterior de la máscara, compite en fama en esta cinta. Y es un momento verdaderamente especial porque… ¡está rodado en color! En el technicolor de la época claro. El resultado a simple vista puede ser algo rudimentario pero sirve para resaltar un personaje en concreto. Nada menos que Chaney disfrazado de La Muerte Roja. El atuendo es espectacular, siniestramente bello y, a la vez, elegante. El amigo fantasma lleva un traje de época, adornado con un gran sombrero con plumas (todo rojo, claro) y una calavera por rostro cuyo terror se expresa aún más a través de unos ojos humanos. Los movimientos de Chaney ponen la guinda perfecta para, repito, para mí, el segundo gran momento de la película. Y fijaos como, al entrar en escena, todos le hacen un pasillo. Tremendo.
Seguimos. La película avanza en su trama. En breve, se produce otro momento que me encanta: el fantasma, aún con el disfraz de la Muerte Roja, vigila a los dos enamorados, Raoul y Christine. Los ve desde las alturas, colgado de una estatua, con su capa ondeando al viento y no lleva máscara pero fijaos en su expresión: está roto de dolor y esa cara de pena, como dije antes, puede llegar a ser más terrorífica (y patética) que de enfado.
Debo destacar que, en general, la trama de la película es bastante fiel y tuvieron el buen sentido de cuidar esos detalles pequeñitos a los que me refería antes que harán que, quienes han leído esta novela, sabrán reconocer. Eso sí, también es cierto que se salta muchas otras que, en la novela, ocupan un montón de páginas: la escena del cementerio en la que Raoul espía a Christine, el Persa, los momentos de los nuevos directores de la época, la acomodadora anciana… Bueno, supongo que, por el tema de la adaptación, se permitieron unas cuantas licencias…
Los actores, en mi opinión, hacen un buen trabajo pero, seamos sinceros, aquí la estrella absoluta, la supernova es Lon Chaney. Ya aparezca como una sombra en la pared, como enmascarado o como ser tremendamente feo, eclipsa a todos los demás porque, las cosas claras, esta es una cinta para gloria de Chaney. Mary Philbin como Christine me parece bien pero también es cierto que se luce poco. No obstante, me gusta el cambio que se ejerce en su rostro antes y después de ver la cara del fantasma (sobre esto, comentaré luego una anécdota) Norman Kerry como Raoul se luce menos aún que Philbin. Una pena ya que, en la novela, es un personaje muy activo. Aquí luce gomina, bigote y gesto aristocrático. Arthur Edmund Carewe como Ledoux resulta tan siniestro como el propio fantasma. Mirad la  mirada que echa a las bailarinas en su primera escena: los ojos casi se le salen.




¿Cosas mejorables? Sí señalaría alguna…
Algunas escenas me parecen  muy largas y, si me apuráis, puro lucimiento. Me refiero, por ejemplo, a las iniciales en la ópera con el personal bailando, a la de Carlota cantando o el propio final. Christine Y Raoul aparecen ya perdidamente enamorados desde el principio con lo cual, la profundidad de  los personajes desaparece un poquito. ¿Es todo? No. La película se centra mucho en el carácter fantasmagórico de Erik (léase el fantasma) ignorando lo bueno que tiene el libro con respecto a él: que es alguien muy feo, muy inteligente, con conocimientos de arquitectura y música (amén de retorcido) En la peli, en cambio, tiran hacia un personaje enigmático y sobre natural, definiéndole como maestro de las artes oscuras. Y sí hay que destacar que el Persa, personaje clave en el libro por su relación con Erik, que sirve para explicar mucho acerca de los orígenes del fantasma, aquí es sustituido por Ledoux, haciendo de detective infiltrado de la policía. Creo que así acortaron mucha de la narración del libro saltándose aspectos que hubieran enriquecido bastante ambos personajes.
¿Y qué me decís del final? Ese sí que está completamente cambiado. Entiendo que fue así por los cambios que implica la adaptación propiamente dicha. En el libro, es mucho más reposado: el fantasma acepta su derrota amorosa y se despide dando a entender que su vida será corta. El esqueleto de su cuerpo aparece tiempo después, se supone, fruto del suicidio. En la película sustituyeron eso por acción pura y dura: una masa enfurecida de trabajadores de la ópera (y digo yo que otras personas) le persigue por todo París hasta que le acorralan en el río y acaban con él. Como puede verse, mucho más dinámico. Ah, y me, con todo, me encanta ese momento final en el que Erik hace creer que tiene un arma y se burla de sus perseguidores.
Hasta aquí hemos llegado. ¿Recomiendo verla? Ni dudarlo. A los que creen que, por ser muda y, por eso, algo pasado y caduco, sugiero que os lo replanteéis. Aquí hay cine puro y duro. Para este vigilante del cielo, con diferencia, la mejor adaptación que se ha hecho de la historia del hombre más feo de París. Eso, aparte, del lujazo de ver a Lon Chaney en su máximo esplendor.
Os deja algunas curiosidades fantasmales:
-La película tuvo un total de seis directores. ¿La razón? Nadie quedada satisfecho con el montaje final y, cada vez que se hacía un pase de prueba (y se hicieron muchos), era un fracaso. Al fin, después de mucho cambiar, retocar y discutir, se convirtió en un éxito.
-Uno de los directores fue el propio Chaney. La famosa secuencia en la que Christine le desenmascara es obra suya.
-El director Rupert Julian se llevaba mal con todo el mundo. Según parece, el actor que interpretaba a Raoul incluso le atropelló con su caballo. A posta, claro.
-La película fue considerada como el colmo del terror. De hecho, hasta hubo desmayos.
-Fijaos en la secuencia en al que vemos el rostro del fantasma por primera vez. La cámara se nubla. ¿Fue un fallo o un modo de acrecentar la sensación de pánico?
-Mary Philbin (Christine) no vio el rostro de Chaney hasta que le quitó la máscara en pleno rodaje. La pobre mujer estaba horrorizada de verdad, así que lo que vemos en pantalla no es actuación, es miedo de verdad.
-El gran misterio: ¿quién es el tipo que sale en la escena inicial? Mira al público, se dirige a él y suelta lo que se supone es una buena charla (la escena es muy larga) Ni un texto acclaratorio. ¿Por qué? Se supone que habla del fantasma pero nadie recuerda quién es ni si sale en alguna escena después. Además, si prestáis atención, está agazapada en la parte izquierda de la pantalla y una lámpara se ilumina de manera parcial la cara.
Resultado de imagen de the phantom of the opera 1925-Chaney, como siempre, se encargó él solito del maquillaje. Hizo de todo: se pintó los ojos, pegó sus orejas a la cabeza, se estiró la nariz  con pequeñas tiras, una mandíbula espeluznante y enorme, se llenó las mejillas de algodón.

-Dicen que las tiras de la nariz se ven.
-Cierto día, para probar el maquillaje, Chaney llamó al director de fotografía Charles Van Enger. Le recibió de espaldas y, repito, maquillado, se volvió de golpe. A Enger casi le da un patatús. Chaney, en cambio, se partía de la risa.
-El éxito fue tal que, más tarde, se rodaron ciertas partes (menos, por contrato, las de Chaney) sonorizadas. Si aún existen, nadie lo dice. Y, si alguien las tiene, se lo ha callado.
-Hay quien cree que esa versión sonora está en alguna lata perdida del estudio.
-La góndola del lago es la misma que la de El crepúsculo de los dioses.
-Atención a los créditos iniciales: hay actores, director… pero ni un guionista.
Vigilad el cielo. 
 Resultado de imagen de the phantom of the opera 1925