jueves, 11 de abril de 2013

El amo del mundo


El amo del mundo

El amo del mundo (Master of the world)

(1961)

Director: William Witney
Guión   : Richard Matheson 

Vincent Price
Charles Bronson
Henry Hull
Mery Webster
David Frankham
 
 
El misterioso Robur posee una máquina voladora con la que planea llevar a cabo su cruel venganza…


Esta película es una mezcla de dos obras de Julio Verne: Robur, el conquistador y su secuela, El amo del mundo. Y, claro está, eso sólo puede traducirse de un modo: aventuras. La cuestión, como siempre ocurre en este género, es ver cómo se las apañaron para, con los medios de la época, reflejar dichas aventuras del modo más vistoso posible. Lo que ocurre es que, al menos en este caso, Robur el Conquistador no es que sea una de las obras más aventureras de Julio Verne (en mi modesta opinión, de las más flojas y aburridas) Por ello, liarse la manta a la cabeza para llevar “parte” de su argumento (lo de las comillas lo diré después) a la pantalla grande quizás fuese complicado y, como suele ocurrir en estos casos, se quitó mucho y se cambió más.
Pues bien, estamos ante una película de aventuras muy propia de la época (se hizo en 1961) que, por cierto, no veía desde hacía años. Y debo decir que, a pesar de las expectativas (sólo en nombre de Julio Verne ya asegura lo que a priori es un producto, al menos, destacable) el resultado me ha dejado algo indiferente. Pero, como nunca es bueno acelerar de golpe, vamos por pasos.
El amo del mundoLa cinta arranca con una introducción que nos recuerda los intentos (patéticos) del hombre por conquistar los cielos. Esto no está mal pero debo decir que se me ha hecho demasiado largo. Una cosa es citar un par de casos y otra muy distinta es prolongarse en algo que, a fin de cuentas, importa un comino al espectador. Después de dicho prólogo (pesado como él solo), pasamos a la primera escena en la que se nos deja claro qué es lo que sucede o puede suceder. Al grano, como tiene que ser, ya que no tenemos lo que se dice un metraje muy largo por delante como para perder el tiempo.
A partir de aquí, acudimos al esquema típico de las películas de aventuras de toda la vida: presentación de personajes (buenos muy buenos, malos algo chiflados, los buenos deben detener al malo), conflicto en forma de nave voladora y las adversidades por la que tienen que pasar los protagonistas para salir del atolladero en el que andan metidos. No menos, pero tampoco más. Sí, tenemos una secuencia más o menos cómica para aliviar tensiones con la que se nos presenta a Henry Hull (el licántropo de El lobo humano) discutiendo acerca de dónde colocar un propulsor (esto está sacado de la novela) y un giro en la trama curioso cuando, más adelante, el personaje de Bronson se pone del lado de Robur. Punto final. La película transcurre de manera lineal, sin sorpresas, buscando un único objetivo: entretener sin muchas pretensiones.
El amo del mundo
Los actores me han parecido un poco acartonados, salvo el gran Vincent Price (cuyo papel, quizás, podría haberse aprovechado un poquito más) y el anteriormente nombrado Henry Hull, que queda muy bien de viejo cascarrabias e histriónico. Por lo demás, Charles Bronson (sí, el tipo que, años después, se llevó por delante a cuanto delincuente se le ponía por delante como justiciero callejero) luce músculos pero su cara tiene la misma expresión de un ladrillo, es decir, ninguna. Mary Webster, por su parte, aporta el toque femenino obligatorio, que está metido a calzador, pero igual de seca y sosa que Bronson y David Frankham más de lo mismo. Una pena porque la premisa de la película daba para mayor lucimiento de todos ellos y, ya que han cambiando tanto, podían haber tirado un poquito más para delante y haber aprovechado un pelín más el argumento.
 
El amo del mundo

 
Y, si se trata de una película de Julio Verne, el toque fantástico está asegurado. Aquí es cierto que no hay mucho pero lo poco que hay se centra en las tomas aéreas del Albatros, la nave voladora del señor Robur y que huele a maqueta que tumba. Y ese es uno de los factores que hacen que la cinta, en general, no haya envejecido muy bien: los efectos cantan con voz de tenor, a lo que hay que añadir la utilización descarada de imágenes de archivo en lo que a barcos y explosiones se refiere. Eso, sin contar el efecto de pantalla detrás de los actores para simular decorados (como cuando los pobres “invitados” son colgados de una cuerda. Escena que, dicho sea de paso, se me hizo muy larga) Conste que no lo señalo como algo necesariamente malo, no me interpretéis mal; sólo digo que se ha quedado muy anclado en el tiempo pero, en fin, ahí queda…
 
El amo del mundo
 

Pues eso ha sido todo. Una película que me ha dejado una impresión por encima de todo: irregular y muy sosa. Tanto como el libro en el que está basada. Se ve sin más y pasas un ratito más o menos divertido pero le falta gancho, emoción y, en resumidas cuentas, aventura. Eso, además de resultar demasiado evidente el calco de 20.000 leguas de viaje submarino. Una pena porque, tratada de otra forma, quizás pudieron haber hecho un producto diferente.
Por cierto, lo de llevar “parte” de su argumento que decía al principio es porque, en el libro, lo que ocurre es que dos personajes, Uncle Prudent y Phil Evans, son secuestrados, junto con un criado llamado Frycollin (con el cual, al menos yo, veo cierta vena racista pero que en esta peli se han saltado a la torera) y todas las páginas del libro consisten en viajar a bordo del Álbatros y narrar lo que ven los personajes y los distintos países por los que pasan. Dicho de otra forma: ni deseos de gobernar el mundo, ni de destruirlo ni nada del personaje de Dorothy Prudent. Al menos, repito, en Robur, el Conquistador. Si algo de todo esto sale en El mo del mundo, su secuela, no puedo decirlo porque no la he leído y creo que, si es que lo hago, tardaré mucho en hacerlo.

Vigilad el cielo.
El amo del mundo
 

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