(1980)
Director: Michael Anderson
Guión : Edward
Abraham, Valerie Abraham.
Cliff Robertson
Jean Simmons
Jenny Agutter
Simon Ward
Ron Moody
Flora
Robson
Dominique es un caso extraño. Es una de esas películas que parecen olvidadas y que muy pocos conocen o recuerdan. Incluso si la has visto, casi de seguro habrá sido hace un montón de años en la tele (yo tengo un vago recuerdo de ella cuando era un niño) y ya ni te acordabas de ella. Por suerte, hay cintas que, a pesar de que se les ignore con el paso de los años, no por eso se convierten en productos de segunda fila. Y esta película (adaptación de la novela What Beckoning ghost, obra de Harold Lawlor) es, para mí, un ejemplo muy claro de ello.
La
cinta empieza como debe ser, yendo directa al grano desde la primera escena y
presentando a los personajes para que el espectador tenga las cosas muy claras:
conocemos a Dominique (Jean Simmos. Sí, la mujer de Espartaco) y a su marido
David (Cliff Robertson. Sí, el tito de Spiderman) en su mansión señorial. Y ya
sabemos que la pobre Dominique parece tener lapsus de memoria. A lo largo de unas cuantas escenas, bien en
forma de cena con fantasma perruno incluido, bien despidiendo a algún pobre
chófer que no sabe la razón de su despido o a causa de un broche que aparece en
un vestido sin ton ni son, el tema de los olvidos de la pobre Dominique quedan
más que claros y, de paso, comprobamos que el matrimonio no parece que rebose
felicidad.
Pero,
a partir de aquí vamos a ser testigos de una secuencia que no deja lugar a
dudas acerca de la naturaleza de esta película. Y es que cuando la pobre prota
se despierta y comienza a oír un montón de ruidos en forma de crujidos
nocturnos y se pone a investigar rodeada de una oscuridad que roza lo
angustioso, sabemos qué clase de peli tenemos por delante: una de misterio,
ruidos fantasmales y mucho momento de tensión. Genial porque debo decir que ese
tipo de terror siempre me ha gustado frente a la sangre y casquería (que
tienen su gracia pero también se repiten
un poco) Es entonces cuando acudimos a una sorpresa: resulta que Dominique
acusa a su marido de la amnesia, cosa que él pasa por alto. Bien, ya empezamos
a saber por dónde van los tiros. No obstante, casi de inmediato, asistimos a
otro punto a favor: y es que en una escena se nos dice algo y en la siguiente
lo contrario, cosa que hace que el espectador no sepa a qué palo jugar o se
empiece a preguntar de quién se puede fiar, si es que eso es posible. Como
ejemplo, basta decir que, después de
saber que Dominique acusa a su marido, a continuación comprobamos que, en realidad,
la pobre tuvo un accidente rodando por unas escaleras y que puede ser el
responsable de que la cabeza no le funcione muy bien. ¿A quién creemos
entonces?
La
película transcurre lenta pero segura mientras el misterio se mantiene muy
bien. Los personajes están identificados sin problemas y, repito, se crea de
manera muy acertada la duda en el espectador. Destaco la dichosa musiquita que
Simmons suele interpretar en el piano, una melodía muy bonita que se te clava
en el cerebro y que, además, tiene un halo triste y melancólico que tumba. Y
cuando estamos bien metidos ya en situación, la peli nos sorprende con un buen
golpe de efecto, detalle este que va a ser una constante en la historia:
Dominique da el paso (o el salto) y se suicida.
Y
aquí uno se queda a cuadros. Un momento, ¿la prota desaparece de escena? ¿No se
suponía que Jean Simmons era el foco de atención del cotarro? Bueno, una cosa es que pase a mejor vida y
otra cosa muy distinta que desaparezca, ¿no? Por suerte para nosotros (y por
desgracia para su viudo), Dominique va seguir haciendo de las suyas. A partir
de aquí, la historia adquiere otros tintes mucho más fantasmales (nunca mejor
dicho) porque al pobre David le empiezan a acosar ruidos nocturnos, crujidos,
pianos que se ponen a tocar sin manos que los toquen o figuras que se pasean
por los pasillos a oscuras y se aproximan al espectador desde lejos (y, de
paso, hacen que al espectador le recorra cierto gusanillo en forma de
escalofrío) Terror del de siempre, sin necesidad de escenas escabrosas,
sugiriendo aquí y allí o agobiando al personal con escenas muy a oscuras (demasiado,
puede pensar alguien, pero también es cierto que a plena luz no serían lo
mismo) aderezadas con sonidos de lo más tétricos. Destaco, como simple ejemplo,
el momento en el que David descubre el cuerpo de su mujer: todo a oscuras y ese
sonido espantoso de una cuerda al rozar con algo. Uno sabe lo que ha pasado
pero da igual: el escalofrío está asegurado. Impresionante.
La
película sigue avanzando. A estas alturas ya sabemos varias cosas y hemos
descubierto de lo que va el amigo David (esa sonrisita tras el funeral le
delata, cosa que uno ve venir desde el principio) No obstante, el guión se las
apaña para mantener el interés intacto y para eso recurre a golpecitos de
efecto muy bien llevados que me han gustado mucho y que hacen que el personal
no aparte los ojos de la pantalla. A fin de cuentas, si una dama de negro
encarga una lápida con tu nombre, te manda mensajes tétricos o se te presenta
en mitad de un pasillo (de nuevo, con ruidos y musiquita fantasmal de fondo. Lo
admito, esta escena me encantó), como poco, te mosqueas. Y eso es lo que hace
David; ir de mosqueo en mosqueo hasta que se ata la manta a la cabeza y decide
exhumar el cadáver de su difunta esposa… y varias veces además.
Lo que se encuentre al abrir el ataúd y las consecuencias que ello genera es algo que te dejo que lo descubras por ti mismo. A mí, como puede verse, esta película me ha gustado mucho; me parece un ejemplo de lo más sencillo de lo que es, o debería ser, una película de terror: golpes de efecto por todos lados, giros argumentales muy bien llevados y actores, todo hay que decirlo, convincentes haciendo lo que yo creo que es un buen trabajo. Y todo esto, repito, sin un ápice de sangre salpicando, sin maquillajes bestiales ni desagradables ni vísceras colgando por todas partes; una peliculita que merece recordarse y visionarla las veces que haga falta. Y, como debe ser en las buenas historias de terror a la antigua usanza, contiene una buena sorpresa final, un toque de gracia estupendo a este plato que, estoy seguro, vais a degustar e, incluso, a repetir en un futuro.
El chófer y el amo de la casa. ¿De cuál te fías? |
Lo que se encuentre al abrir el ataúd y las consecuencias que ello genera es algo que te dejo que lo descubras por ti mismo. A mí, como puede verse, esta película me ha gustado mucho; me parece un ejemplo de lo más sencillo de lo que es, o debería ser, una película de terror: golpes de efecto por todos lados, giros argumentales muy bien llevados y actores, todo hay que decirlo, convincentes haciendo lo que yo creo que es un buen trabajo. Y todo esto, repito, sin un ápice de sangre salpicando, sin maquillajes bestiales ni desagradables ni vísceras colgando por todas partes; una peliculita que merece recordarse y visionarla las veces que haga falta. Y, como debe ser en las buenas historias de terror a la antigua usanza, contiene una buena sorpresa final, un toque de gracia estupendo a este plato que, estoy seguro, vais a degustar e, incluso, a repetir en un futuro.
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