miércoles, 6 de junio de 2012

Dominique

Dominique (Dominique)
(1980)
Director: Michael Anderson
Guión   : Edward Abraham, Valerie Abraham.
Cliff Robertson
Jean Simmons
Jenny Agutter
Simon Ward
Ron Moody
Flora Robson


Dominique, cansada de no poder recordar cosas, decide suicidarse. Su fantasma acosará a David, su marido… 

Dominique es un caso extraño. Es una de esas películas que parecen olvidadas y que muy pocos conocen o recuerdan. Incluso si la has visto, casi de seguro habrá sido hace un montón de años en la tele (yo tengo un vago recuerdo de ella cuando era un niño) y ya ni te acordabas de ella. Por suerte, hay cintas que, a pesar de que se les ignore con el paso de los años, no por eso se convierten en productos de segunda fila. Y esta película (adaptación de la novela What Beckoning ghost, obra de Harold Lawlor) es, para mí, un ejemplo muy claro de ello.
La cinta empieza como debe ser, yendo directa al grano desde la primera escena y presentando a los personajes para que el espectador tenga las cosas muy claras: conocemos a Dominique (Jean Simmos. Sí, la mujer de Espartaco) y a su marido David (Cliff Robertson. Sí, el tito de Spiderman) en su mansión señorial. Y ya sabemos que la pobre Dominique parece tener lapsus de memoria.  A lo largo de unas cuantas escenas, bien en forma de cena con fantasma perruno incluido, bien despidiendo a algún pobre chófer que no sabe la razón de su despido o a causa de un broche que aparece en un vestido sin ton ni son, el tema de los olvidos de la pobre Dominique quedan más que claros y, de paso, comprobamos que el matrimonio no parece que rebose felicidad.
Pero, a partir de aquí vamos a ser testigos de una secuencia que no deja lugar a dudas acerca de la naturaleza de esta película. Y es que cuando la pobre prota se despierta y comienza a oír un montón de ruidos en forma de crujidos nocturnos y se pone a investigar rodeada de una oscuridad que roza lo angustioso, sabemos qué clase de peli tenemos por delante: una de misterio, ruidos fantasmales y mucho momento de tensión. Genial porque debo decir que ese tipo de terror siempre me ha gustado frente a la sangre y casquería (que tienen  su gracia pero también se repiten un poco) Es entonces cuando acudimos a una sorpresa: resulta que Dominique acusa a su marido de la amnesia, cosa que él pasa por alto. Bien, ya empezamos a saber por dónde van los tiros. No obstante, casi de inmediato, asistimos a otro punto a favor: y es que en una escena se nos dice algo y en la siguiente lo contrario, cosa que hace que el espectador no sepa a qué palo jugar o se empiece a preguntar de quién se puede fiar, si es que eso es posible. Como ejemplo, basta decir  que, después de saber que Dominique acusa a su marido, a continuación comprobamos que, en realidad, la pobre tuvo un accidente rodando por unas escaleras y que puede ser el responsable de que la cabeza no le funcione muy bien. ¿A quién creemos entonces?
La película transcurre lenta pero segura mientras el misterio se mantiene muy bien. Los personajes están identificados sin problemas y, repito, se crea de manera muy acertada la duda en el espectador. Destaco la dichosa musiquita que Simmons suele interpretar en el piano, una melodía muy bonita que se te clava en el cerebro y que, además, tiene un halo triste y melancólico que tumba. Y cuando estamos bien metidos ya en situación, la peli nos sorprende con un buen golpe de efecto, detalle este que va a ser una constante en la historia: Dominique da el paso (o el salto) y se suicida.
Y aquí uno se queda a cuadros. Un momento, ¿la prota desaparece de escena? ¿No se suponía que Jean Simmons era el foco de atención del cotarro?  Bueno, una cosa es que pase a mejor vida y otra cosa muy distinta que desaparezca, ¿no? Por suerte para nosotros (y por desgracia para su viudo), Dominique va seguir haciendo de las suyas. A partir de aquí, la historia adquiere otros tintes mucho más fantasmales (nunca mejor dicho) porque al pobre David le empiezan a acosar ruidos nocturnos, crujidos, pianos que se ponen a tocar sin manos que los toquen o figuras que se pasean por los pasillos a oscuras y se aproximan al espectador desde lejos (y, de paso, hacen que al espectador le recorra cierto gusanillo en forma de escalofrío) Terror del de siempre, sin necesidad de escenas escabrosas, sugiriendo aquí y allí o agobiando al personal con escenas muy a oscuras (demasiado, puede pensar alguien, pero también es cierto que a plena luz no serían lo mismo) aderezadas con sonidos de lo más tétricos. Destaco, como simple ejemplo, el momento en el que David descubre el cuerpo de su mujer: todo a oscuras y ese sonido espantoso de una cuerda al rozar con algo. Uno sabe lo que ha pasado pero da igual: el escalofrío está asegurado. Impresionante.
La película sigue avanzando. A estas alturas ya sabemos varias cosas y hemos descubierto de lo que va el amigo David (esa sonrisita tras el funeral le delata, cosa que uno ve venir desde el principio) No obstante, el guión se las apaña para mantener el interés intacto y para eso recurre a golpecitos de efecto muy bien llevados que me han gustado mucho y que hacen que el personal no aparte los ojos de la pantalla. A fin de cuentas, si una dama de negro encarga una lápida con tu nombre, te manda mensajes tétricos o se te presenta en mitad de un pasillo (de nuevo, con ruidos y musiquita fantasmal de fondo. Lo admito, esta escena me encantó), como poco, te mosqueas. Y eso es lo que hace David; ir de mosqueo en mosqueo hasta que se ata la manta a la cabeza y decide exhumar el cadáver de su difunta esposa… y varias veces además.

El chófer y el amo de la casa. ¿De cuál te fías?

Lo que se encuentre al abrir el ataúd y las consecuencias que ello genera es algo que te dejo que lo descubras por ti mismo. A mí, como puede verse, esta película me ha gustado mucho; me parece un ejemplo de lo más sencillo de lo que es, o debería ser, una película de terror: golpes de efecto por todos lados, giros argumentales muy bien llevados y actores, todo hay que decirlo, convincentes haciendo  lo que yo creo que es un buen trabajo. Y todo esto, repito, sin un ápice de sangre salpicando, sin maquillajes bestiales ni desagradables ni vísceras colgando por todas partes; una peliculita que merece recordarse y visionarla las veces que haga falta. Y, como debe ser en las buenas historias de terror a la antigua usanza, contiene una buena sorpresa final, un toque de gracia estupendo a este plato que, estoy seguro, vais a degustar e, incluso, a repetir en un futuro.
Encantado de veros por aquí; os deseo una buena vigilancia de los cielos…

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