sábado, 3 de marzo de 2012

Conan el bárbaro



Conan el bárbaro (Conan, the barbarian)

(2011)

Director: Marcus Nispel
Guión   : Thomas Dean Donnelly, Joshua Oppenheimer, Sean Hood
Jason Momoa
Stephen Lang
Rachel Nichols
Rose McGowan
Ron Perlman






Un poblado es atacado por el malvado Khalar Zym, que busca los restos de una máscara con el fin supremo de convertirse en un dios. Un niño, Conan, sobrevivirá a la masacre…



Arnold, qué bárbaro...
A veces ocurre que ciertos papeles están tan ligados a los actores que los interpretaron originalmente que, cuando otros recogen el testigo, lo tienen pero que muy difícil. La reciente historia del cine está llena de ejemplos. Pensar en Superman sin Christopher Reeve es, como poco, imposible. Si uno dice Robín de los bosques la imagen de Errol Flynn viene a la cabeza. Lo mismo sucede con Dracula, cuyo rostro se torna humano en el de Christopher Lee o Bela Lugosi. Y sí, si se habla de Conan el bárbaro, es inevitable que la imagen de Arold Schwarzenegger se te cuele en memoria. Más aún si participó en una película que, por unas o por otras, encima fue de las buenas. Por eso mismo, los remakes  o reinicios de sagas son tan peligrosos: el espectador de a pie tiene grabado a fuego en su memoria al actor que interpretara este o aquel personaje sin importar el tiempo que haga de eso y, ver a uno nuevo haciendo lo propio, puede provocar indiferencia o, en el peor de los casos, ira desatada.
El Conan de John Buscema
Ya metidos en situación, hay que tener en cuenta que Conan, el bárbaro es un personaje complicado. Por un lado, tiene toda una legión (y no es un modo de hablar) de fans que adoran las aventuras literarias del mismo. Por otro, hay otra no me menos importante: la de los fieles seguidores del cómic. Y, para cerrar el círculo, están los amantes de las películas de los ochenta con el amigo Arnold que, si bien adoran a la primera (Conan el bárbaro) más que a la segunda (Conan, el destructor), se puede decir que veneran a ambas por igual.
Por eso mismo, el tonteo de los estudios con una nueva versión del bárbaro más famoso de toda la literatura siempre estuvo ahí. Se hablaba, se comentaba, pero la cosa no pasaba a mayores. ¿El motivo? Las dos primeras películas han alcanzado el estatus de clásicas (insisto, sobre todo, la primera), la gente ve como Conan único y genuino a Arnold y, además (aunque a alguien le duela esto, entre ellos a un servidor) la segunda entrega fue un fracaso más que importante que, para más inri, se confirmó con el sub-producto que se hizo a su sombra, El guerrero Rojo. Esto hizo que los estudios de Hollywood vieran más inconvenientes que ventajas en relanzar al bárbaro. Han tenido que pasar años y venir la moda de los remakes y precuelas, para que se animaran y se lanzaran. Unos dicen que a la piscina. Otros, al vacío.
Veamos…
La película tiene un comienzo que va directo al grano y nos presenta la historia de la máscara maldita. Luego viene un punto a favor bastante importante: vemos, al fin, el verdadero origen de Conan cuando nace en el campo de batalla, hecho que al que sí pudimos asistir en los cómics pero no en el cine (recordemos que la película de Milius nos presenta a un Conan ya crecidito) A partir de aquí, la trama nos muestra más sobre el bárbaro y cosas acerca del pueblo en el que vive donde su padre, interpretado por Ron Perlman, es el jefe. Y aquí asistimos a una escena curiosa de Conan siendo niño y sus aspiraciones para ser un guerrero. Y es que el muchachito es aún pequeño pero un bárbaro en toda regla porque machaca a la avanzadilla del ejército enemigo él solito y, no contento con eso, lleva las cabezas de los malos ante la presencia de su orgulloso padre con cara de no haber roto un plato (o huevo. Si veis la peli lo entenderéis)

Padre e hijo.
Desde este momento, comenzamos a ahondar en la relación padre hijo en una serie de escenas que, no sé si están hechas así a posta o tan sólo les parecieron a alguien necesarias para el argumento, comienzan a hacer recordar al espectador  la película de 1982. Craso error en lo que a mí respecta porque, si esto sucede (y creo que es inevitable), las comparaciones pueden empezar a surgir y ya sabemos de antemano quien va a ser el ganador. Y como prueba basta un botón, fijaos en la charlita acerca del misterio del acero o la forja de una nueva espada para el barbarito. Y, si los parecidos comienzan a hacer acto de presencia, la cosa se remata en esta primera parte de la cinta cuando el pueblo de Conan es asaltado por el malo, Khalar Zym (Stephen Lang), que asesina a su padre y crea el sangriento espíritu de venganza en Conan. Decidme, ¿no es ese el motivo que incita al Conan de la peli de Milius?

Jason Momoa
Y es aquí donde la aventura empieza como tal. La película se salta los años mozos del bárbaro y su preparación para presentarnos a un Conan ya con el rostro de Jason Momoa donde vemos que es ladrón, pirata y unas cuantas cosas más, todas ellas de dudosa moralidad.  Eso sí, sabemos que el muchachote está obsesionado con vengar a su padre y que no parará hasta que dé con el malo (de nuevo, ecos del pasado) Todo ello aderezado con las dosis justas de violencia en forma de sangre que salpica por todas partes si hay espadas de por medio o cuando hay que enfrentarse a alguna criatura rara (léase monstruos de arena o ese bicho de los tentáculos)
Otro punto a favor que hay que tener muy en cuenta es la ambientación de la película. Esta vez, vemos más parajes, pueblos y ciudades, todas ellas con un aire sucio y fantasioso a partes iguales. Y si la ambientación está para mí bastante conseguida, lo mismo le sucede al vestuario de los protagonistas. Todo, claro está, desde el punto de vista del reino de lo fantástico y de la imaginación más desenfrenada. A tener en cuenta que este Conan, si bien está cuadrado a más no poder, también es cierto que está también más vestido y alguno que otro puede pensar que el amigo Momoa luce poco músculo. Bueno. Cuestión de gustos…
¿Aspectos, en mi opinión, mejorables? Alguno que otro…
Para empezar, me ha dado la impresión de que, a pesar de que la película entretiene sin más ni más, les ha quedado un poquito lineal. Demasiado, quizás: Conan nace, le pasa algo trágico, se quiere vengar y lo consigue. Le hace falta más emoción, algo más de aventura. Desde este punto de vista, la cinta me ha dejado un sabor de boca tipo al de El rey Escorpión y, debo admitir, que esperaba algo más potente, que para algo estamos hablando del cimerio; quizás un Conan más salvaje y metido en faena en su origen bárbaro. Claro que esto es una opinión mía… Y hay ciertas escenas, para mí, más que mejorables, como la del revolcón (bárbaro, pero revolcón a fin de cuentas) de Conan con Tamara, que está metida un poco a calzador y no aporta nada (salvo que quieras ver una ligera y muy lejana semejanza con la película de los ochenta y, si lo haces así, esta nueva pierde por KO) o esa en la que se enfrentan a los monstruos de arena… ¿y a Conan le salva la chica?
Pero sí hay una cosa que he echado de menos, y aquí admito que me dejo llevar por la nostalgia y, por ello, vuelve a salir la película de Milius: una banda sonora en condiciones. La que suena en aquí está, sin más ni menos y, desde luego, para mí se queda muy floja. Sí, hay algún que otro coro, mucha música en plan épico, pero no se hace notar. Y es que la partitura que firmó Basil Poledouris años atrás fue demasiado tremenda y puso el listón muy alto no sólo para superarla, sino para intentar igualarla.


¿Y los personajes? Aquí viene la controversia y principal causa de levantar muchas y aireadas iras. Si eres fan del personaje en sí notarás una cosa nada más empezar la película: el personal de todo este nuevo metraje está muy próximo al cómic o a las historias impresas de Conan: brujos malvados, brujas que hacen lo mismo, piratas… y el mismo Conan. No obstante, debo admitir que el malo, Khalar Zym, para mí, no está mal, pero nada más. Vamos, que se me ha quedado un poquito flojo. Y es que yo soy de la opinión de que los malos, en este tipo de historias, son los que realmente se deben lucir ya que harán que el bueno trate de ponerse a su altura y, por ende, superarle en el conflicto final. El amigo Zym es malo, vale, pero al tener cierto bagaje que justifique que quiera la máscara (la muerte de su mujer), le convierte en un personaje algo débil para este que escribe. Esperaba un malvado más malo, más fiero, alguien, a fin de cuentas, a la altura de Conan el bárbaro. Por su parte, la inclusión de su hija Marique (Rose McGowan) es un buen punto a favor ya que en las historias de Conan las brujas, brujos y sus derivados pululan que da gusto (no olvidemos que a Conan le asustan pocas cosas y una es la magia) pero, de nuevo, me ocurre lo que con el padre: me parece un personaje bastante desaprovechado que sólo se luce comprobando a las pobres (posibles) pura sangre. Y de aquí pasamos al personaje femenino que debe haber en cualquier historia y que, a veces pinta mucho (véanse la princesa Leia, Lois Lane, Sarah Connor) y otras bien poco, como esta Tamara (Rachel Nichols) que luce palmito y poco más. Es lo que debe tener ser sacerdotisa…
Bárbaro, desde luego, es...
Y el más destacado para el final: Jason Momoa como Conan. Y aquí viene la madre de las controversias. Nombres para interpretar al bárbaro de los bárbaros hubo y muchos. Dwayne Johnson, por ejemplo, sonó bastante, más que nada, por aquello del aspecto y los músculos. El gato (o la espada) se lo llevó al agua un actor surgido de la serie Stargate y que sorprendió a muchos porque, a primera vista, el parecido con Arnold Schwarzenegger era pura coincidencia. Pero esto debió traer al fresco a los productores porque siguieron adelante. Momoa ofrece un Conan que, según dicen (pese a quien le pese) está mucho más próximo al personaje literario original que el de la película de John Milius. En efecto, aunque sorprenda a más de uno, el Conan primigenio habla, se comunica y, sobre todo, es fiero y ágil cual gato salvaje a la hora de pelear (características que en la otra película fueron anuladas ante el semblante y pose rígidos de Arnold) Al actor se le ha atacado bastante argumentando que pone gesto un tanto idiotizado procurando parecer duro. Bueno, creo que no hay que pasarse. Para mí creo que no lo hace nada mal, si bien, si le comparamos con Arnold (lo digo de nuevo, odiosas las comparaciones pero del todo inevitables) Momoa resulta ser el colmo de la expresividad (esa escena en la que ríe y le guiña un ojo a una esclava) porque Arnold era el colmo de la inexpresividad (hasta cuando le crucifican). Soy de los que creen que su actuación sí se aproxima mucho al Conan original (y su caracterización recuerda de manera más que sospechosa al Conan dibujado por Barry Windsor-Smith) y sí, también es cierto que peca de gesto duro, pose y mucha espada en alto. Ahora bien, ¿es mejor o peor que Arold? Para mí, distintos. No más, pero tampoco menos.
Las comparaciones, aún odiosas, son inevitables...
Y esto es todo. La película, en general, fue bastante vapuleada por la crítica y parte de la audiencia y, además, fue uno de esos casos raros en los que el boca a boca corrió como la pólvora e hizo que alguno no fuese a verla al cine porque corrió el rumor de que era mala. También es cierto que son muchos los que la han defendido argumentando lo que apunté antes: este Conan, le duela a quien le duela, está mucho más próximo al personaje original.  Y, servidor, se une a este grupo. La película no es ninguna maravilla apoteósica del séptimo arte pero para mí cumple lo que esperaba de ella: estar entretenido durante un rato y punto final. ¿Esperaba más? Ni dudarlo. Quizás un espectáculo más adulto (como el que ofreció la versión anterior , una mezcla muy equilibrada de violencia, sexo y barbaridades variadas) y no uno más orientado a todos los públicos como el que esta película, al menos a mí, me ha dado. Es cierto que hablar de un Conan en 2011 hace imposible no pensar en el Conan de 1982. La cuestión aquí, radica en con qué ojos y mentalidad acudas a ver las nuevas versiones. Con respecto a Conan tienes dos caminos: si vas en plan de ver algo más curioso que otra cosa y pasar un rato (si puede ser en buena compañía mejor) e hincharte de palomitas o chuches, saldrás del cine feliz, contento y, casi con toda seguridad, al día siguiente la habrás olvidado aunque de vez en cuando la recuerdes a retazos. Si tu intención es tener a Arnold Schwarzenegger en mente y eres un fan acérrimo de la peli del 82, esta nueva, casi con toda seguridad, no te gustará. ¿La razón? Presenta a un personaje que, si bien mata, corta, pelea y demás, es muy distinto al que viste años atrás (aunque a veces hay retazos de esa personalidad borde y bestia cuando, harto de oír la verborrea de Tamara, le tapa la boca con un trozo de tela). Todo depende, como siempre digo, de cada uno.

Como apunte final, ya se está preparando la secuela. Momoa, según parece, participará de manera más que activa en la redacción del guión, centrándose en que personajes como brujos y brujas tengan mucho más protagonismo. Veremos qué sale…
¡Bárbaros saludos!

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