domingo, 16 de octubre de 2016

La novia de Frankenstein




La novia de Frankenstein.
(Bride of Frankenstein)
(1935)
Director: James Whale.
Guión: William Hurlbut, John L. Balderston.

Boris Karloff.
Colin Clive.
Valerie Hobsin.
Ernest Thesiger.
Elsa Lanchester.


La criatura creada por Frankenstein sigue viva. El doctor Pretorius tiene la idea de crear una novia para el monsntruo...



Muy buenas, amigos.

Hoy vengo cargado con un clasicazo de esos que ya no se hacen: la segunda parte de las aventuras del barón Frankenstein y su criatura hecha a partir de trocitos de muertos.

"Frankenstein" fue todo un bombazo en su época y se consolidó, junto con Drácula, como uno de los grandes iconos del cine de terror. Culpa de ello tuvieron, entre otros, su director, James Whale, y su actor protagonista, Boris Karloff. Pues bien, el éxito fue tal que, un par de años después, se decidió hacer una jugada a la que ni Hollywood ni los espectadores estaban acostumbrados: hacer una segunda parte. Era algo arriesgado porque no era la costumbre en absoluto. Ahora puede resultar raro, que se hacen sagas por menos de nada pero, allá por los años treinta la cosa sorprendió a más de uno.

Muy bien. Repetimos director y un par de actores protagonistas.

¿Listos?

La película tiene un arranque de antología cuando vemos a Mary W. Shelley, a su marido y a Lord Byron hablar de la famosa reunión que parió la historia de Frankenstein. La dulce e inocente Mary dice que tiene pensada una segunda parte y es así como nos metemos en situación. Después de estos minutos introductorios, donde, a modo de flash-back, recordamos la peli anterior, ya solo es cuestión de dejarse llevar y disfrutar.

Quizás puede ser tentador decir que la acción comienza allí donde termina la otra peli pero lo cierto es que lo hace unos minutos antes. De hecho, "Frankenstein" termina con Henry y su prometida en una habitación estando él para sopitas, buen vino y cuidados de su novia. En la peli que nos toca, retrocedemos un poquito hasta el momento en que el molino arde y Henry se acaba de dar el gran tortazo al caer de él.

El eje de la historia no tarda en llegar cuando, al poco, aparece un
tipo tan siniestro que deja al monstruo a la altura del betún: el profesor Pretorius, que ha creado vida a partir de semillas. La cosa se nos deja clara: quiere unir fuerzas con Frankenstein para seguir donde él lo dejó. ¿Cede el buen Henry? Ni lo dudes. Sí, al principio tiene sus dudas pero, después de ver los experimentos de Pretorius y que este use cierto poder de persuasión, no hay vuelta de hoja. La trama que tenemos por delante es de sobra conocida por todos, hayan visto o no esta peli: construir una novieta para el monstruo.

Pero, aunque este resumen tan breve pueda parecer algo simple, lo cierto es que la historia que se nos va a contar tiene mucha más miga de la que parece. Y es que esta, amigos, es una historia acerca de la soledad. Como lo habéis oído, y no es que me haya puesto en plan filósofo hortera y blandito. Siempre he pensado que el argumento de la peli habla precisamente de eso: pura, simple y llana soledad centrada, claro está, en la figura del monstruo. Por un lado, como dijo alguien, no es bueno que el hombre esté solo, seas uno normalito o construido con pedacitos de muertos. Por otro, dicha soledad puede ser tu única amiga y medio de defensa contra los demás, que siempre quieren amargarte la vida. Esto, desde mi humilde opinión, es lo que le pasa a la criatura. Por un lado, descubre que todo el mundo tiene alguien con quien vivir cosas buenas y malas salvo él, que es un poquito distinto. Por otro, siempre que intenta acercarse a alguien, la respuesta es la violencia y el rechazo, de forma que solo le queda la soledad. Para mí, desde luego, es un gran punto a favor. Pudieron haber hecho un refrito de la primera peli y mostrar al monstruo gruñendo y matando gente pero, por suerte, no fue así: fueron más allá, indagaron en los personajes y los desarrollaron a través de distintas situaciones.

Continuo. Si bien "Frankenstein" es considerada una película e
historia enmarcadas ambas en el género del terror (por supuesto), lo cierto es que en esta segunda parte la cosa va un poquito más allá y, al menos yo lo veo así, se aleja de dicho género para, sirviéndose de él, narrar una serie de historias que tienen unos tintes dramáticos muy evidentes pero que uno no suele ver con la excusa de que sale el monstruo. Por un lado, tenemos, como ya he dicho, la historia de la soledad de la criatura y su afán por tener un amigo que, si puede tener faldas, mucho mejor. Por otro, está la historia de Henry. A ver, el muchacho está hecho polvo por varias razones: ha construido vida a partir de la muerte, hay una carga de blasfemia en ello considerable y, de algún modo, puede que se sienta un pelín responsables por las muertes. Todo ello, claro está, con el trasfondo fantástico del hecho de crear una mujer para el monstruo. Claro que viendo esto, a ver quién se niega a ponerse manos a la obra:





Pero, si hay algo que distingue a esta peli y que en la otra no
apareció para nada , es un factor que, a más de uno le puede sorprender pero que es así; no hace falta más que ver la cinta con atención: el humor. Como lo habéis leído. No es que aquí haya momentos para partirte el pecho pero sí es cierto que hay ciertos detallitos aquí y allí que, evidentemente, aligeran un poco la carga emocional que predomina en todo el metraje. Ahí tenemos todos los momentos de Una O'Connor cuya cara, gestos y modo de hablar son, como poco, significativos (veanse las puyas que le tira al burgomaestre, que parece sacado de una peli de Charlot) Los experimentos de Pretorius son absolutamente hilarantes y atentos a la musiquita que suena de fondo cuando aparecen. La sirena, por cierto, me encanta. Y al propio Pretorius hay que echarle de comer aparte: el tipo es siniestro como él solo y no se corta un pelo en tomarse un aperitivo en un cementerio a la luz de las velas. Y, para más inri, ahí tenso cómo a la criatura le gustan las cosas buenas de la vida, es decir, el beber, el buen comer y fumarse un buen puro ("Buuueeeeenooo....") y es que se puede ser monstruo, pero no idiota. Y, qué mejor cosa puede decir uno de los esbirros de Pretorius que "Esto no es vida para un asesino" Todo esto, repito, no es que se muestre de tal forma que el espectador se rompa de la risa pero sí es verdad que es lo que hay y marca con el resto del metraje un equilibrio que roza lo sublime.

Además, tenemos una serie de detallitos que quedan muy bien y que realzan ciertos momentos. Por comentaros unos cuantos, os recuerdo ese en que el monstruo ve su reflejo en el agua y se repele de lo feo que es, la progresiva educación del susodicho o, uno de mis favoritos, todo la secuencia con el anciano ciego. De hecho, creo que dichas escenas ofrecen uno de los momentos más dramáticos, lacrimógenos y sensibles de toda la historia del cine (o, para no pasarme, del cine de terror) Mirad:





Si no tragas saliva con  esta escena, es que eres tan monstruito como el que ves en la pantalla.

Los personajes están mostrados de manera genial, tanto los nuevos como los ya conocidos. Pretorius es el paradigma del científico chiflado y siniestro que lo mismo brinda por los monstruos ("Por un mundo nuevo de dioses y de monstruos", dice el colega. Y luego se ríe) que se da una buena merendola rodeado de tumbas. Vale, lugar más tranquilo imposible. Pero, con respecto a los que ya vimos en la anterior entrega hay un avance descomunal. Han evolucionado y, por eso, cambiado. Henry, en la peli previa, era un arrogante niño rico, idiota y egocéntrico que se creía el centro del mundo y no se cortaba un pelo en compararse con el Creador. Aquí, en cambio, después de todo, el pobrecito está hecho una piltrafa humana y lo muestran débil, enfermo y con un sentimiento de culpabilidad del tamaño de un crucero estelar. Pero, si alguien ha avanzado, ese es el monstruo. Tremendo lo que el guión hizo con él. En la peli anterior
ya vimos que, después de todo, no es que fuera malo; es que se defendía (y, también, tenía cierto problemilla de autocontrol) Aquí vemos que, desde luego, malo no es: solo trata de sobrevivir y los vivos, que no tenemos otra cosa que hacer que fastidiar, hacen eso: hacerle la puñeta. Fijaos cómo, al principio, cuando ve a la bella, guapa e inocente pastorcita trata de salvarla. Los humanos, por ello, le pegan un tiro. Aquí queda claro que el ser es inteligente: aprende a hablar, a fumar, a beber (que bien que le gusta) y a disfrutar de la tranquilidad, pero también, tiene deseos y no son, precisamente, de matar: quiere a un igual, un amigo o, en este caso, una amiga y que los demás le dejen en paz. Me parece muy apropiado remarcar esto ya que, si coges a cualquiera por la calle y le pides que te describa al monstruo de Frankenstein, probablemente, se limitará a decirte lo de la cabeza cuadrada y a imitarle andando como si fuera imbécil. 


¿Qué puedo decir de los actores? Pues que todos de bandera. Valerie Hobsin es, quizás, la más sosita porque, todo hay que decirlo, su papel no tiene la importancia que los otros. Con todo, debo admitir que, siempre que veo esta peli, me parece una mujer guapísima, con ese pelo oscuro y ondulado bien largo (más que Mae Clarcke, con todos los respetos) Colin Clive, de nuevo, lo borda en un papel a caballo entre lo atormentado (que lo está) y lo chiflado (que, también, lo está. ¿De qué otro modo se puede meter alguien en berenjenales como esos?) La mirada, los gestos, esa expresión de dolor interior están pero que muy bien mostrados. Ernest Thesiger me entusiasma como doctor Pretorius; es el prototipo de científico chiflado y malvado de toda la vida y, además, el tipo tiene una cara de siniestro que no puede con ella. Aquí dejo salir mi lado friki y os digo que, cuando sale por primera vez, con ese sombrero, me recuerda mucho a Max Von Sydow en El Exorcista. Además, esa cara delgada, esa nariz afilada... tiene todo el aspecto de científico loco que, además, actúa como tal. Y no solo por los experimentos que hace, sino por que si al tío le entra hambre en mitad de unas catacumbas, pues se pone a cenar y brinda a la salud de los muertos. Sublime. Elsa Lanchester, adorable como Mary Shelley y como novia del monstruo. ¡Ay, ese bufido bestial cuando ve al monstruo! Y, de remate, el gran Boris Karloff como criatura nos da una lección magistral de cómo interpretar un personaje que cambia, evoluciona y tiene un mundo interior. Cómo no nombrar a Una O'Connor como Minnie, tan alocada, pizpireta y graciosa como demostró en Robín de los Bosques.





Son muchos los que dicen que esta peli superó a su predecesora. Yo, al principio, me negaba a pasar por el aro pero, a fuerza de verla un porrón de veces comienzo a entender por qué. La primera siempre tendrá el encanto de, precisamente eso, ser la primera y mostrar el cotarro del que arranca todo. Pero esta segunda tiene una poesía, un algo extraño que, cuando la veas, va a hacer que la devores y la recuerdes. Cosa curiosa, se han hecho veinte mil versiones de la creación del monstruo pero, de esta historia que os traigo hoy, quitando Frankenstein creó a la mujer, creo que no han sido muchos los que se han atrevido con ella. Por algo será.



En fin, vedla. Este tipo de cine, por desgracia, ya no se hace y el espíritu que se respira en todos y cada uno de sus minutos de metraje, tampoco. Menos mal que uno puede darse el gustazo de verla cuando le da la gana.


Vigilad el cielo.




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