sábado, 8 de octubre de 2016

El acecho del fantasma





El acecho del fantasma.
(The phantom creeps)
(1949)
Director: Ford Beebe, Saul A. Goodkind.
Guión: George H. Plympton, Basil Dickey, Mildred Barish.


Bela Lugosi.
Robert Kent.
Dorothy Arnold.
Edwin Stanley.
Edward Van Sloan.
Jack C. Smith.


El doctor Zorka es un científico que enloquece y decide conquistar la humanidad a través de sus malévolos inventos.



¡Hola a todos!


Hoy os traigo una película, cuanto menos, curiosa. Y esto es así porque, si la veis, vais a tener una sensación rara, como si estuvieseis ante un producto raro en el que se cuentan muchas cosas y, todas, de manera bastante rápida y farragosa. Bueno, aquí está la explicación: este fantasma que no para de acechar es un compendio de varios capítulos que formaron un serial varios años antes. Dicho de otra forma, tomaron lo principal de cada capítulo y lo unieron en un peli de unos setenta y ocho minutos. Dicho y entendido esto, quizás se comprendan muchas de las cosas que voy a decir a continuación.

Como ya he señalado, si hay algo que caracterice a esta película,  a parte del nombre y apellidos del protagonista, es que pasan muchas, pero que muchas cosas. Por eso, lo de ir al grano es quedarse corto. Desde la primera escena conocemos al doctor Zorka, que es algo así como un genio que todo lo puede y que inventa cosas alucinantes, desde un robot controlado a distancia, pasando por unos discos que explotan y te dejan en animación suspendida o, el artefacto sobre el que gira toda la peli, un mecanismo para hacerte invisible. La trama no se hace esperar y es de lo más simple: el gobierno quiere los inventos, el doctor se niega y, como su mujer fallece de forma accidental, decide volverse malo con ganas y vengarse de la humanidad. Admitidlo: dicho así tiene un aire de cómic que tumba y es verdad; más en concreto, de serial. Y, desde luego, es el encanto que tiene toda la cinta y que es su sello principal. Y es que, aquí, se muestra mucho y se explica poco, claro que lo que nos llega no tiene desperdicio porque l bueno doctor Zorka posee, cómo no, una fuente de poder que es la que le permite hace todo lo que hace: un trozo de meteorito que cayó en África y con el que puede conquistar el mundo.


Este factor, fundamental en la trama, va a ser el detonante de toda una serie de momentos y explicaciones alucinantes que van a justificar de sobra el carácter fantasioso de la peli y que pueden haceros esbozar cierta sonrisa: el meteorito es tan poderoso que hay que inhalar vapores especiales para no resultar contaminado, puede curar heridas de bala sin cirugía y, con solo asomar un poco, se carga torres eléctricas en segundos. Eso sí, lo tiene guardado en una vulgar caja.  Pero Zorka, que es un tipo retorcido y listo, no se para ahí. ¡Hombre que no! También ha construido una pistola de rayos que mata a quien ha respirado los gases invisibles para protegerse del meteorito: es el rayo Z. Sí, como Mazinger. Por eso, adoptará el nombre de doctor Z. Genio, figura y frikada. A todo esto, sumadle una trama secundaria llena de agentes del gobierno que persiguen al doctor y espías enemigos que no se saben de dónde salen (literal) y que, si hay que huir, no se lo piensan: en submarino. Así, como el que no quiere la cosa. Ah, y, en el camino, usan máscaras y vuelan coches en mitad de la carretera. 



Como podéis ver, no exageraba al principio: todo un batiburrillo de cosas, tramas y subtramas que pueden hacer que, si te levantas a por un café, al baño o a despejar la cabeza, al volver no te enteres de por dónde van las cosas. Y todo, al ser trocitos más o menos largos de un serial por capítulos, a mogollón hasta tal punto que de unas escenas pasamos a otras sin ton ni son. Lo curioso es que, lo digo de nuevo, es el encanto de la cinta.



Los personajes no pueden ser más arquetípicos. Por un lado está el malo, malísimo, Zorka,que cumple todas y cada una de las facetas que todo científico chiflado debe poseer: brillante, inteligente, construye todo tipo de artefactos y paga sus frustraciones contra la Humanidad haciendo el mayor daño posible. Ah, y contruye robots malvados. Piensa en voz alta, se ríe a carcajadas maléficas y suelta cada perla que tumba:



"¡Uno a uno todos mis enemigos van cayendo hasta que me convierta en el amo del universo!" (Se ve que el mundo se le queda corto. Lo entiendo; me ha pasado lo mismo un par de veces)


"La ciencia y la genialidad combinadas no conocen nada capaz de frenar su poder" (habla del puñetero meteorito)


Luego está Monk, el ayudante cobarde e idiota, objetivo de las iras de su amo y responsable de su caída. En el lado de los buenos, buenísimos, está el capitán West, duro,soso y valiente; tanto, que no se inmuta en toda la peli. Jean Drew es la periodista que aparece cuando uno menos se lo espera y que alguien pensó que debe estar ahí para poner por narices una cara bonita. El doctor Mallory, que es el científico bueno que redescubre todo lo que el malvado de Zorka ha descubierto antes y le da la solución. Por cierto, los buenos son inútiles con ganas y tontos de baba a rabiar: se pasan la peli persiguiendo a Zorka dejándole escapar y, encima, ni siquiera acaban con él. Jo...


Los actores ahí quedan. El más destacable, claro, es Bela Lugosi,
que lo clava como científico loco. La mirada, las caras tétricas al reír o el gesto de mala y agria leche le vienen muy bien al personaje. Es, sin duda, lo que más vas a recordar de esta peli (frikadas a parte, claro) y el motivo principal por el que te estoy hablando de ella ya que, sin Lugosi, no creo que muchos la recordaran. El resto muy, pero que muy sositos y, si me apuráis, hasta inexpresivos. Robert Kent como West resulta tan duro como una piedra y tiene su mismo carisma y expresión. Dorothy Arnold haciendo de Jean pasa y nada más. Jack C. Smith sí me gusta como Monk porque, el pobre, recibe por todos lados. Edwin Stanley como Mallory me resulta un poco estirado y sabiondo. Por cierto, entre los espías malos, sí, está Edward Van Sloan, el Van Helsing de Drácula. Es el tipo que sugiere lo que he dicho antes del submarino y el que aparece sin ton ni son en mitad del metraje.








Como podéis imaginar, en un producto así, las cosas que cantan son muchas. Y aquí, más que cantar, berrean. Veamos.



Para empezar, cuando el avión se estrella, rebota. Esto es propio de los efectos de la época pero, después de semejante trastazo, West, que es un tipo duro, sale de él como si nada. Ok; es el prota bueno. Los científicos buenos, que lo son, descubren medidores para detectar los discos mortales de Zorka. ¿Cómo? A saber. El caso es que, con ellos, descubren el laboratorio secreto del malo, cosa que nunca antes han intentado. La profesionalidad de los sabios del bando de los buenos es pasmosa porque hablan de que Zorka haya muerto y su espíritu sobrevivido al cuerpo con la misma frialdad que tu te tomas un helado o, quizás, más, soltando perlas como "En el mundo científico nada es imposible" Ahí queda eso. Los espías malos, lo mismo que Jean, aparecen de sopetón como por arte de magia (de nuevo, el corta y pega de la época), desviando la atención de la trama, o, mejor dicho, de muchas de las tramas. Y, cliché al canto, Zorka, a parte de reír malévolo, maltratar a su criado, o ser listo como el solo, deja notas a la poli diciendo que es un genio y que se preparen para la venganza. Lo dicho, genio y figura.

Por cierto, la escena en la que Zorka recuerda cómo descubre el meteorito en África es un corta y pega de El rayo invisible, protagonizada por él mismo y Boris Karloff. De hecho, en el primer plano del científico bajo el traje aislante, veréis los ojos de Karloff. Y, aquí paz y después gloria...

¿Más? Claro pero os invito a comprobarlo por vosotros mismos. Cuando la peli acabe, si no antes, posiblemente tengáis cierto dolor de cabeza. Tranquilos, que es normal. Eso sí, las vais a pasar un poco canutas si alguien os pregunta de qué va la peli que habéis visto. Eso sí, a pesar del laberinto mayúsculo de tramas y subtramas, recomiendo verla porque, por encima de todo, la cinta es el colmo del entretenimiento. Y, además, sale Bela Lugosi...


Vigilad el cielo.



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