sábado, 20 de febrero de 2016

La Tierra contra los platillos volantes




La Tierra contra los platillos volantes.
(Earth vs. The Flying Saucers)
(1956)

Director: Fred F. Sears.
Guión  : Curt Siodmak, George Worthing Yates, Bernard Gordon.

Hugh Marlowe.
Joan Taylor.


Unos cohetes de exploración son derribados sin motivo aparente. Muy pronto descubrimos la verdad: se aproxima una invasión extraterrestre...



¡Muy buenas!


Hoy traigo un clasicazo del cine de ciencia ficción de los cincuenta, un título indispensable del género que, sin duda, es el abuelo de Independence Day y sus derivados. Además, para más inri, cuenta al frente de los efectos especiales al mago Ray Harryhausen en plena forma.


¿Listos?



La película, como todas las del género, va directa al grano cuando
nos dice que se producen un montón de avistamientos de platillos volantes. O platazos, ya que estos ovnis son de tamaño XXL. Estupendo. De hecho, se nos deja claro que el noventa y siete por ciento de los casos suelen tener una explicación lógica pero hay un tres por ciento que, en efecto, está compuesto por naves de verdad. Y, mirad qué fatalidad, con un tanto por ciento tan ínfimo, nos toca la china porque, está claro, los aliens de turno no nos van a dejar en paz.



Cambiamos de tercio y, más menos por el minuto dos y pico, conocemos a los protas, Russell y Carol. Los dos son muy científicos y, a modo de charla casual, el guión nos suelta que se dedican a mandar cohetes al espacio para estudiarlo. Pero, también, se nos cuenta que, en esos momento, a Russell el espacio sideral le importa un rábano frito porque está cariñosón y calenturiento con Carol. Claro; se acaban de casar hace dos horas y el muchacho necesita acción carnal. Eso sí. Carol que es muy seria y estirada, le dice a su maridito que no, que hay que trabajar y no hay tiempo para asuntos más terrenales. Menos mal que, para aliviar la tensión (o las ganas de jarana marital de Russell) ven un ovni en mitad de la carretera mientras oyen algo raro. Lo bueno es que tratan de autoconvencerse de que eso no ha ocurrido. Tanto que, en la siguiente escena, los dos están como si nada hubiera ocurrido (y me da que a Russell se le ha pasado la calentura)


La trama avanza que da gusto cuando sabemos que los pájaros que Russell y equipo mandan al cielo caen como por arte de magia... o porque alguien los derriba. Además, de paso, completamos el cuadro de personajes con el papi de Carol, que es militar y relacionado con el proyecto de Russell. Ya tenemos planteada la peli y los personajes y no han pasado ni quince minutos. Es la gracia de estas cintas: al grano sin misericordia. y lo digo como piropo, vaya eso por delante.


Si te preguntas por los extraterrestres que, se supone, pilotan los
ovnis del título, no tienes que esperar mucho. Es más, en un par de minutos una nave aterriza y... ¡vemos a los tripulantes! Sí, llevan una armadura que hace que Iron Man sea un piltrafilla. Esta es la escena clave, ya que decidirá el tono de la peli. ¿Serán amigos? Da igual porque los humanos, que siempre están deseando disparar, les reciben a tiros y se lía. Claro, luego se quejarán porque nos invadan. Si te preguntas por dónde ven los aliens, me pasó lo mismo pero es mejor no pensar en ciertas cosas.


A partir de este momento, la peli se va por los derroteros más clásicos y básicos del cine de ciencia ficción de los cincuenta, es decir, ese que pone en el guión situaciones curiosas y casi risibles con el mayor rigor y seriedad que puedas imaginar. A mí, desde luego, me parece correcto aunque, a veces, me haya hecho sonreír... de buen rollo, claro. Por ejemplo, lo de secuestrar al suegro y hablar a través de él me parece bien. El detalle de que, al escuchar en una radio con pilas gastadas el sonido del ovni  y comprobar que, al ir lenta, se puede oír un mensaje extraterrestre es digno de Mulder y Scully. Cosa curiosa es la actitud de los aliens: quieren parlamentar una especie de rendición sumisa por parte de los humanos ya que, más o menos, somos unos pringadillos para ellos y, por si no nos queda claro, vuelan un par de barcos en plan "mirad qué duros somos" Son, como digo, detalles de  un guión propio de esta época que, sin duda, aporta un candor y un toque entrañable más que evidente y que, al menos a este que escribe, le gusta mucho.


La segunda parte de la peli se encamina a la acción propiamente dicha y, de paso, justifica un título tan alucinante como el que luce la cinta. Así, Russell, que es un tipo listo como él solo, inventa máquina para derribar ovnis en apenas un par de minutos. Los alienígenas, quede esto claro, nos dan cincuenta y seis días para rendirnos pero él necesita una escena más para perfeccionar el arma que su mente acaba de parir: el secreto está en los ultrasonidos. Enfocas con ellos a un ovni y cae borracho. Así, de paso, se evitan que el presupuesto de efectos especiales se dispare y vaya solo a las naves y a lo que derriban cuando caen y se chocan con todo.


Y es aquí donde se produce uno de los momentos, para mí, más alucinógenos de la cinta y que me da que no se curraron mucho. A ver, tenían que meter que los extraterrestres nos espían. ¿Cómo? Ahí va la solución: con una bolita de luz que Russell (que estaría en horas bajas o pensando, de nuevo, en Carol), creía que era el Fuego de San Telmo. Así como suena. Y, el tío, lo suelta tan campante.
Entonces, la sapiencia vuelve a él y realiza la afirmación que puede quedar para la posteridad: si nosotros tenemos televisión, ellos pueden usar un mecanismo parecido para espiarnos. Ahí queda eso.

Pero el momento flipe no queda se detiene. Los extraterrestres, que nos han visto cual Gran Hermano, aterrizan y van a por la nueva arma sin medidas de seguridad ni nada. Total, si solo somos humanos. Pero los terráqueos nos vendemos caros y hay un tiroteo donde matan a un bicho del espacio. De ese modo, le vemos el rostro de verdad: son humanoides antiguos y muy feos. Pero lo principal es que deben ser primos del maestro Yoda porque, al morir, se desvanecen. 


Todo lo que te acabo de contar acelera el camino al enfrentamiento final. Da igual que los protas estudien el casco alienígena y descubran que aumenta la visión y el oído ("Para empezar me convierto en Superman", afirma Russell cuando se lo prueba. "Sí, lo sabemos", responde, muy serio, un general). Los extraterrestres, que son malos pero educados, advierten de sus planes a través de megafónía: habrá alteraciones meteorológicas antes del ataque. "Bajen el volumen", pide Russell (esto va en serio y se me quedó la misma cara que a ti ahora mismo) ¿Otra frase para la historia? Ahí va: "Si una potencia armada aterriza sin ser invitada en nuestra capital, no la recibimos con té y pastas", dice un general henchido de orgullo militar y patriota.


Y, al fin , se produce el ataque. Y es aquí donde Harryhausen da
una lección magistral de la stop-motion en su estado más puro. Los ovnis vuelan, sí. Y, también, giran sobre sí mismos a mucha velocidad (¿cómo harían eso?), disparan que da gusto y se chocan con construcciones humanas. Esta escena es mítica se mire por dónde se mire y da una buena lección a algunas películas de ahora que lo arreglan todo pulsando botones. Me viene a la memoria una entrevista que hicieron a Harryhausen en la que le preguntaban cómo hizo lo de los edificios al derruirse. Muy sencillo: eran maquetas, muy bien hechas por cierto, cuyos trocitos estaban animados uno a uno. Para quitarse el sombrero. Da igual que la peli te guste o no; este momento lo recordarás y, lo digo con la pasión de fan, sigo pensando que estos ovnis son de lo mejorcito en platillos volantes que ha pasado por la pantalla de un cine. Da un vistazo a este vídeo y me cuentas:





Paso a hablar de los personajes. Tan típicos como puedas imaginar y, a su modo, un pelín planos. N sabemos nada de Russell, Carol o su padre salvo lo que vemos. Esto no es que quede mal ya que era típico en las pelis de este género en esta época. No obstante, sí creo que debo decirlo. 


Y los actores ahí quedan. Hugh Marlowe me parece algo soso y el tipo, según el momento, va repeinado o no. Joan Taylor me resulta aún más simple porque, todo hay que decirlo, es una mera comparsa para el prota. Pero, entre tú y yo, aquí los protagonistas de verdad son los ovnis que, repito, están clavados.



¿Cosas que no me han gustado mucho? Bueno, todas las cosas que te he contado no pasan de ser meros detallitos pero hay algo que no me termina de convencer: el final. Se cargan a los ovnis (esto no creo que te sorprenda), una voz dice que el peligro ha pasado y, en la escena siguiente, Russell y Carol tontean en una playa henchidos de amor. La cuestión es que la derrota de las naves me parece muy, pero que muy precipitada y da a entender que, a fin de cuentas, la flota alienígena no era muy grande; de hecho, unas pocas naves. Y, además, se extraña más catástrofe o, al menos, gente corriendo por las calles (¿poco presupuesto?)






Pero, sin duda, recomiendo verla. Puro entretenimiento y diversión de la sana y de la buena. Aquí las cosas están claras: los americanos son los más listos, los más efectivos y los más prácticos pero eso sería tener una visión muy reducida de una peli que, por supuesto, cumple sus expectativas sin problema alguno.  Si queréis ver la base de las invasiones extraterrestres, esta es vuestra peli.



Vigilad el cielo.





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