domingo, 16 de junio de 2013

Ultimátum a la Tierra

Ultimátum a la Tierra (The day the Earth stood still)(1951)
Director: Robert Wise
Guión    : Edmund H. North, Harry Bates
 
Michael Rennie
Patricia Neal
Hugh Marlowe
Sam Jaffe 


 
 La Tierra recibe la visita de un platillo volante. Su piloto, Klaatu, trae un mensaje de advertencia para nosotros…

 Esta película es un caso extraño dentro del cine de ciencia-ficción de los años cincuenta. Cualquier aficionado al género de la época sabe que, durante esa década (y parte de la posterior) y, salvo excepciones, las películas de extraterrestres se caracterizaban por una cosa fundamental: el absurdo. Esto no quiere decir que las películas lo fueran pero sí es cierto que, muchas veces, contenían elementos que rallaban lo estrambótico y que, como consecuencia, daban al resultado final cierto aire extraño. ¿Ejemplos? A patadas. Ahí podemos ver Viaje al séptimo planeta, El planetade los vampiros, Vuelo a Marte, La Garra gigante y muchas otras. Pues bien. Este Ultimátum a la Tierra se caracteriza, sobre todo, porque va a dar al traste con esa filosofía extraña que imperaba en las películas de extraterrestres de la época y va a aportar un sano y buen chorro de aire fresco al tema.
Para empezar, el argumento es de lo más original. Los humanos no son los avanzados ni adelantados. No han conquistado nada ni han hecho cosas de provecho. Nada de eso; aquí somos las ovejas descarriadas y, por jugar con fuego, estamos al borde del precipicio. Por eso, necesitamos ayuda, que alguien nos lleve de la mano con responsabilidad y nos guíe por el camino recto pero, eso sí, que también nos haga ver que, si seguimos haciendo las cosas mal, tocará castigo.
Ya de entrada, durante los títulos de crédito, y sin que nos demos cuenta, se nos empieza a decir algo: si nos fijamos, mientras el elenco de actores, director etc… pasan ante nuestros ojos, podemos comprobar que, a modo de visión subjetiva, algo se va acercando a la Tierra. No hay momento de respiro ya que, cuando los mencionados títulos de crédito desaparecen, somos testigos a través de diferentes escenas en distintos sitios de que, en efecto, distintos técnicos confirman que algo se acerca a gran velocidad.  Por si esto fuera poco, los espectadores son preparados para lo que ha de venir en forma de distintos locutores que informan de la noticia.
Como puede verse, la inmediatez es una de las características del esta cinta, si bien es cierto que, sobre todo, se da al comienzo. De hecho, el ovni aparece a los cuatro minutos de metraje. Aquí, si no has visto la película y te guías por el título y que en la trama hay extraterrestres de por medio, estás dispuesto a dejarte llevar y contemplar cómo, de nuevo, los aliens, nos masacran.
Pues no.
Después de unas tomas muy acertadas en la que un platillo volante al más puro estilo de los cincuenta se acerca y aterriza, podemos comprobar que estábamos equivocados. La máquina llega sin mucha espectacularidad, aterriza y nada más. Y es aquí donde acudimos a la gran constante de la película: hacernos ver el modo tan irracional a través del cual se comporta el ser humano cuando se enfrenta a los desconocido, es decir, nos ponemos a la defensiva, sacamos las armas y, si vemos un extraterrestre enfundado en un traje algo cantoso que oculta su rostro bajo una escafandra que parece algo agobiante para el pobre que va debajo, da igual; le pegamos un tiro y en paz. La cuestión es disparar primero y preguntar después. Si, tras la primera víctima, aparece otro extraterrestre más robusto, alto y amenazador, ahí ya no hay vuelta atrás: nos disponemos para lo peor. Por suerte,  el que tiene más sentido común es el extraterrestre del disparo que le dice a su compañero en un idioma raro que se esté quieto.
 
 
 
En este punto el espectador puede estar un poquito a cuadros. ¿El extraterrestre no nos ha machacado con algún rayo destructor? ¿Le han pegado un tiro? ¿¿Le llevan a un hospital?? Pues sí, amigos, sí. Y es ahí donde, después de unos planos en los que vemos al alien de espaldas, vemos, al fin, al señor Klaatu. Gran punto a favor de la cinta ya que no tiene no varios ojos, ni orejas puntiagudas ni cara de bicho raro. Es de lo más normal, con el rostro de Michael Rennie. Nada espectacular ni rimbombante; sólo un personaje hablando racional y tranquilo acerca de su propósito. Muy acertada esta escena, ya que nos deja claro que esta va a ser una película de mucho diálogo y poca acción, otra de las características por las que se va a diferenciar del resto de sus coetáneas.


 Aquí es cuando la película va a frenar el carácter fantástico en sí y, por medio de un ritmo muy medido y reposado, se va a centrar en los esfuerzos (no pocos, claro) por parte de Carpenter (Klaatu) por sumergirse en los entresijos de los terráqueos, tratar de comprenderlos y, cómo no, encontrar un modo de cumplir su misión. Y, cosa curiosa, de todos los habitantes del planeta, con quien mejor hace migas es con un niño. Y, en este momento, se establece otra subtrama que refuerza muy bien a la principal: la historia de Elena y el idiota de su novio Tom. Todo al servicio de una buena historia, original, sin tiros, explosiones ni monstruos amenazantes, aderezada por bueno diálogos y, como dije antes, un ritmo muy bien marcado. No obstante, este carácter de “freno” se acelera cuando Klaatu es declarado una amenaza y, como tal, perseguido. La cadena de acontecimientos que vienen a continuación me parece muy bien llevada, hechos que culminan con la amenaza final de Klaatu. Y esta es otra de las cosas buenas de la peli: pudieron dar rienda suelta a los efectos (buenos o no, caros o baratos) y caer en el tópico que muchos esperarían pero, no es así: la amenaza de Klaatu es detener el mundo, ya que todo lo que funciona con electricidad ha quedado neutralizado… salvo aviones y hospitales. Porque, ese es el ultimátum: nos estamos pasando con tanta prueba atómica. Si la utilizamos para fastidiar a los demás en el espacio, nos aniquilarán. Y con razón.

Los actores están muy bien pero, como es obvio, hay que destacar a Michael Rennie como Carpenter/Klaatu. Aporta seriedad, serenidad y ese puntito misterioso adecuado para el personaje (muy buenas esas tomas en las que se mantiene en la sombra). Sam Jaffe como el profesor me parece muy convincente, si bien es cierto que se luce poco. Lo mismo sucede con Patricia Neal (Elena) y Hugh Marlowe (Tom) que refuerzan muy bien al principal e incluso Marlowe, lo poco que sale, llega a caer bastante mal. El niño, Billy Gray (Bobby) está bastante natural. En conjunto, me parece un elenco que cumple muy bien con su cometido.
¿Alguna cosa mejorable? Bueno, claro. Una de ellas viene dada por las limitaciones en efectos de la época. Así, Gort se nota que, en determinadas tomas (cuando está quieto, por ejemplo), recuerda mucho a una figura o un muñeco. Y, cuando camina, el traje puede cantar mucho (fijaos en las dobleces de las piernas) Bueno, supongo que se puede decir que no dejan de ser cosas inevitables propias del momento en que se filmó. De todos modos, lo repito: esta no es una película de efectos especiales que sirve de excusa a que estos se luzcan y, lo digo de nuevo, es una de sus muchas cualidades.
¿Más? Bueno, si nos ponemos en plan detallista, creo que las tomas a cámara rápida del público huyendo despavorido cuando aparece Gort se notan demasiado; son muy cortitas pero lo cierto es que ahí están. También en lo que respecta al guión (en la parte final), me parece un poco simple que los militares, que ya van a por Klaatu para cargárselo, se fíen a pies juntillas de las indicaciones que les da un niño para seguir al taxi en la que van los protagonistas. Ah, y sí, el locutor encajado bajo ese sombrero tan bien colocado que nos narra el tema de la nave, tiene el bigote mal cortado. Como dije antes, detallista que se pone uno…
Pues eso es todo. Para mí, una película que debe verse y revisitarse las veces que haga falta, un buen ejemplo de ciencia-ficción cincuentera de la buena, esa que se ha quedado intemporal y que, de algún modo, sirve de modelo para hablar de los buenos casos dentro del género. Es cierto que hay quien dice (no sin cierta razón) que la película, en conjunto, no ha envejecido muy bien y que se ha quedado muy anclada en la época en la que se hizo. Bueno, opiniones debe de haber de todo los tipos y para todos. Para mí, una joyita que demuestra que, en el género en el que se mueve, no tiene necesariamente que haber explosiones, monstruos malvados y comidas de cerebro que rocen lo surrealista.
Tuvo, cómo no, un remake en 2008 con el rostro de Keanu Reeves haciendo de extraterrestre y un Gort gigantesco a modo de Mazinger Z digital, por supuesto. No estuvo mal pero me quedo con esta clásica.
Y, como remate: esta película ha inspirado a muchos y muchas cintas, haciéndose notar de un modo u otro. Por ejemplo, en El retorno del Jedi, hay varios personajes secundarios en el palacio de Jabba el Hutt que se llaman Klaatu, Barada y Nikto respectivamente. Y, sí, está claro que dichas palabras inspiraron a Sam Raimi para que Ash las soltase en el momento más delirante de El ejército de las tinieblas, esa secuencia que todo el que ve la película (guste o no), hace que la recuerdes.
Es todo por hoy. Muchas gracias por el ratito y… ¡vigilad el cielo!
 
 

2 comentarios:

  1. La voy a ver... Llevaba pensándolo un tiempo pero después de leer tu explicación la voy a ver sin duda...

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  2. Celebro que te animes, Iris. Espero que te guste tanto como a mí. Cuando la veas, intercambiamos opiniones.
    ¡Gracias por escribir y saludos varios!

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