domingo, 17 de febrero de 2013

Willow


Willow (Willow)
(1988)
Director: Ron Howard
Guión    : George Lucas, Bob Dolman 

Warwick Davis
Val Kilmer
Joanne Whalley
Jean Marsh
Patricia Hayes
Kevin Pollak
Rick Overton
Ruth Greenfield
Kate Greenfield

Una niña, Elora, nace destinada para acabar con la malvada reina Bavmorda. El pequeño Willow deberá hacerse cargo de ella para evitar que Bavmorda de con ella…


Con esta película intenté introducir las historias de fantasía dentro de la corriente del cine actual”.

Con esta afirmación, George Lucas explicó hace algunos años la razón por la que se lió la manta a la cabeza y se lanzó con esta película. Para ello, contó con la ayuda de Ron Howard en la dirección y la de Bob Dolman en el guión. Lucas, junto con Joe Johnston, se encargó de la producción y, claro está, de la historia. Y digo eso de “claro está” porque esta película, en lo que a historia se refiere, tiene un buen montón de cosas que al amigo George le gustan y que no se corta ni un pelo en mostrar.
Por eso mismo, Willow tiene, para mí, unos cuantos puntos a favor. Y de los buenos, además.
Para empezar, y en relación con lo que acabo de decir, lo primero que llama la atención de la cinta es lo que podemos llamar “aire clásico” que se respira en ella durante todo su metraje. El esquema de la historia es el más tradicional que uno se pueda imaginar, ese donde los buenos son buenísimos, los malos malísimos y el bien, a fin de cuentas, lucha contra el mal. Y, si alguno cree que el lado de los malos debería tener alguna posibilidad de vencer, que no se equivoque ni se lleve a malentendidos: aquí eso no pasa. Por suerte, claro está. Y es que esta es, por encima de todo, una película de aventuras de las de toda la vida. No hay que devanarse mucho los sesos para entenderla; nada más empezar uno sabe por dónde van a ir los tiros y la actitud y modo de obrar de los personajes es la que uno se espera. Sí, ¿y qué? Por suerte, como dije antes, es así y esa es la razón por la que se disfruta de una manera clara y, sobre todo, entretenida. Y es que siempre lo digo: muchas veces, lo de siempre, es lo mejor.

Pero un buen tanto a favor (pero muy bueno) es que esa historia tan simple, tan clásica, rebosa ciertos detalles que uno reconoce de manera automática y que, aunque estén en un contexto de fantasía, conectan con el público de manera inmediata. Por eso, ahí tenemos una referencia bíblica clásica: nada menos que una niña que, nada más nacer es la elegida para algo (derrotar al mal, claro). La malvada de turno (bruja de toda la vida) quiere quitársela de en medio (como debe ser) y, para ello, decreta su muerte nada más nacer. Para salvarla, su pobre madre la confía a una sirvienta que, dejando al bebe en un río, espera que la corriente de este le salve. ¿Te suena todo esto? Claro que sí; en la Biblia hay un par de personajes que pasan por una situación muy parecida. ¿Es todo? No, claro. Aquí, a través de un largo camino, un personaje que, a priori, no tiene nada de héroe pero sí mucho potencial, debe llevar a cabo un viaje mediático acompañado de otros para, así, cambiar de estatus y convertirse en héroe. Sí, la cosa recuerda a El señor de los Anillos y La guerra de las galaxias. Y si hay seres diminutos que atan al
 
 
 
suelo a otro que, para ellos es gigantesco o, en cierto momento, los buenos son convertidos en cerdos, no te has equivocado: es un claro homenaje a Los viajes de Gulliver y a La Odisea. Y es que, no hay que olvidar que el padre de todo el tinglado es George Lucas y si hay algo que le define, es su pasión por los mitos antiguos y la obra de Joseph Campbell, autor de “El viaje del héroe”, que inspiró a Lucas para toda la saga de La guerra de las galaxias. Y, repito, señalo todo esto como una  gran virtud de esta cinta, ya que le da un aire clásico y encantador  que es, entre otras cosas, su marca de fábrica.

Destaco también su ambientación fantástica o, si lo queremos llamar así, medieval/fantástica. Aquí todo es fácilmente reconocible: las aldeas, los poblados, las villas, los castillos… todo tiene una base real clara y evidente pero, a la vez, se integra muy bien dentro del contexto fantástico de la cinta y de la historia en general. Y, si de fantasía hablamos, en Willow se da un compendio de elementos que todo el mundo conoce y que, de nuevo, acentúan ese carácter clásico al que hacía antes alusión, ya que en la cinta vamos a ver hay héroes, malos, brujas malísimas, hadas, ninfas de los bosques, trolls feos y que se convierten en monstruos más feos aún, pociones amorosas y brujas buenas que deben combatir con sus propias armas contra las malas. Lo dicho; elementos de los más clásicos pero, también, por ello mismo, efectivos al cien por cien. Todo ello, a veces, aderezado con cierto sentido del humor inocente donde los haya. Y aquí me refiero a las discusiones que Willow debe aguantar con Burglekutt, la susodicha poción amorosa que hace estragos en Madmartdigan o, claro está, a los diminutos Franjean y Rool, que parecen sacados de cualquier historia de Hanna- Barbera (aquí me remito a la esa escena en que uno de ellos (siempre me lío con ambos) cae en un barril de cerveza y se emborracha en cuestión de segundos. Escena machacada hasta la saciedad pero que, al menos para mí, queda bien)
 
Seguimos. Si hay algo que caracterice a Willow, aparte de lo que llevo dicho hasta ahora, es el carácter de inmediatez que tiene la película. Y es que, por suerte, no se anda por las ramas ni se lía con otras zarandajas, qué va. Aquí todo el cotarro empieza desde el principio y ya, desde la primera escena en la que Elora nace, la película va directa al grano. Bien porque, como siempre digo, cuantos menos rodeos se den, mejor. Por eso, la aventura, desde los primeros minutos de metraje, está servida y lista para degustar.
En una historia tan clara y directa, los personajes, claro está, están muy bien definidos y son identificables en cuando aparecen en pantalla y abren la boca. Willow se presenta muy bien, como un padre de familia honrado y trabajador pero, también, le gustan las emociones, ya que quiere ser mago. En cuanto Madmartigan aparecen en escena encerrado en esa cárcel extraña, sabemos que no va a ser un héroe a lo Skywalker o lo Flash Gordon, sino que corresponde al tipo de personaje alocado, caradura pero aventurero y valiente de toda la vida. No hace falta mucho para ver que la reina Bavmorda es de las malas porque en cuanto sale en escena eso de que la cara es el espejo del alma está más que demostrado. Lo mismo ocurre con su hija, Sorsha. Y, si todo esto se aplica a los personajes principales, la misma regla de tres se aplica a los secundarios y el resultado es el mismo. Por eso, Burglekutt es el típico bocazas que cae bien, el mago Aldwin aporta experiencia y cierto humor saludable o Franjean y Rool está claro por dónde se van a mover.
Siguiendo con lo anterior, los actores me parecen bastante correctos, bien metidos en los personajes. Debemos empezar, cómo no, con Warwick Davis, sobre cuyos hombros y poca experiencia entonces (su anterior papel fue en El retorno del Jedi como Wicket, el Ewok) recayó el papel protagonista. A pesar de su juventud (diecisiete años) debo reconocer que, para mí, se desenvuelve más que bien. La interpretación de Davis me parece muy expresiva, emotiva y acertada, todo un punto a favor para la cinta. Val Kilmer como Madmartigan resulta bastante creíble, aportando ese tono cínico y aventurero a la vez, amén de cierto toque humorístico (sin pasarse, claro) Jean Marsh me parece una malvada reina Bavmorda perfecta. Su expresión, ademanes y mirada enfurecida (¡y enloquecida!) me encantan. Como dije antes, nada más aparecer en pantalla, la identificas como la mala malísima. Joanne Whalley es, de todo el elenco, quizás la que más estática me resulta pero bueno, ahí queda… Patricia Hayes, aunque sale poco (al menos en su forma humana), me gusta mucho como Fin Raziel y, debo decir que siempre me pareció fenomenal que, al volver a ser persona, fuera una anciana ya que, de haber sido una bella hechicera, hubiera resultado bastante tópico y, además, chocaría en cuanto a rol con el personaje de Sorsha. Y, ya puestos, genial ese duelo entre las dos experimentadas y viejas hechiceras (de nuevo, ecos de El señor de los anillos (Gandalf/Saruman) y, si me apuráis, de La guerra de las galaxias (Darth Vader/Obi-Wan)) Kevin Pollak y Rick Overton como los diminutos Rool y Franjean se desenvuelven bastante bien aportando el toque más humorístico (¿e infantil?) al conjunto.


Pero Willow es una película de fantasía. Y, si esto se nombra, hay que referirse a un apartado en concreto: los efectos especiales. Desde el punto de vista de estos, la película es un caso muy, pero que muy importante ya que, por una parte supuso en comienzo del fin de una era (la referida a efectos de toda la vida, como la animación stop-motion) y el comienzo de otra que, años después experimentaría un auge y eclosión espectaculares (la digital) Y es que en Willow hay efectos muy artesanales, pero para nada malos, quede eso por delante, como el monstruo de dos cabezas (que me encanta) animado mediante el stop-motion (o fotograma a fotograma), miniaturas, muñecos (fijaos cuando Willow se desliza por la montaña nevada) o simples disfraces (las ratas del tamaño de un perro) pero también se comienza a utilizar el ordenador. ¿La revelación, la escena que dio que hablar y abrió los ojos de toda la industria e hizo comprender que, lo que estaba por venir, iba a ser impresionante? El momento que todo el mundo recuerda de esta peli: Willow trata de convertir a la hechizada Fin Raziel en una persona. Para ello, pasa por tigre, avestruz o tortuga. Pero, todo ello, que apenas dura unos segundos, se hizo fundiendo imágenes mediante el uso del ordenador, sin fundidos ni nada parecido. Para este fin, Los magos de la Industrial Light and Magic (con Dennis Muren a la cabeza) crearon un programa que denominaron Morphing, que permitía distorsionar dos imágenes para fundirlas en una sola. ¿El resultado? Espectacular. De hecho, esta pequeña secuencia fue la que abrió camino a los Terminators 2 o los dinosaurios de cierto parque jurásico (y, si queréis, a cierto video de Michael Jackson llamado Black and White) Pero, por suerte, por encima de todo, está la historia que se desarrolla a lo largo de todo el metraje y tuvieron el buen sentido de no permitir que, por el hecho de utilizar una tecnología revolucionaria, esta abrumase toda la peli. Y es que, como se debe hacer, los efectos sirven para contar la historia, y no al revés. No obstante, al margen de dicha secuencia, debo destacar el ya nombrado monstro de dos cabezas (Phil Tippet, ¡qué grande!), el efecto de las hadas, esa ninfa que informa Willow en el bosque o, uno de mis momentos favoritos, la pelea entre las dos brujas mientras usan magia, varitas o bofetadas… mientras Willow se las ve con un caldero andante. Sublime.

 
 
Y si hablamos de Willow, a parte de la historia, actores o efectos especiales, dad una buena escucha a la banda sonora. James Horner hizo diana con una música tan espectacular como preciosa. Escuchad el tema principal (entre otros, claro) y comprobaréis lo que digo y, de paso, os daréis cuenta de que sí, ese tema tan famoso pertenece a esta peli.
Pues eso es todo. Decir que recomiendo esta cinta puede sonar de lo más obvio pero, aun a riesgo de ser repetitivo: sí, hay que verla, aunque sea sólo una vez. Para mí, Willow pertenece a ese tipo de cine que, por desgracia, ya no suele hacerse, el de la aventura por excelencia donde la historia va por delante de todo y el resto sirve para contarla. Claro está que, también hay que decir que los responsables tras ella, son de lo mejorcito en el campo. Para mí, quizás haya una palabra que la define: deliciosa.
Animaos. Si la habéis visto ya, darle un repasito de vez en cuando no viene nada mal. Si no lo habéis hecho aún, ya es hora.
Gracias y… vigilad el cielo.


1 comentario:

  1. Y así estamos, vigilando el cielo y aprendiendo siempre algo nuevo con tus artículos.
    Está nublado, pero no llueve todavía, podemos vigilar contigo.

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