(2012)
Director: James Watkins
Guión : Jane Goldman
Daniel Radcliffe
Ciarán Hinds
Mary Stockley
Lizz White
Un abogado debe acudir a arreglar los papeles de una vieja casa que guarda un terrible secreto...
Y vamos allá con una cinta que está recién salida del horno.
Tengo que reconocer que, a pesar de que me encanta el género de terror (cosa que puede deducirse de las películas que he comentado hasta ahora), también soy prudente a la hora de fijarme expectativas cuando se estrena una nueva peli del género. Por eso, cuando comencé a oír y leer cosas de esta mujer de negro me puse un poquito a la defensiva. Por un lado, el tema de conversación de la peli era que
Harry Potter era el prota. Mala cosa si un actor es el único reclamo de una película. Pero, cuando empezaron a llegar imágenes y vi que el tema estaba orientado al terror gótico de toda la vida, mi sensación de “a ver qué es esto” dio paso a la de “quiero ver esto” y, cuando las luces se apagaron y vi el emblema de la Hammer en mitad de la pantalla, la cosa se puso más que interesante. Y es que servidor de ustedes es un fan de esas viejas películas de la factoría Hammer que, allá por los años cincuenta y sesenta hicieron las delicias de los aficionados al cine de terror cuyos títulos, algunos en mayor medida (Dracula, la saga Frankenstein, La Gorgona, Hace un millón de años) y otros en menor (Las mujeres prehistóricas, She, la diosa de fuego), se han convertido en joyitas del género.
Antes de nada, debo decir que el comentario de “terror gótico de toda la vida” es literal. Estamos ante una historia de miedo. Pero no es ese miedo que surca (a veces con tanta pena que la gloria brilla por su ausencia) en los últimos tiempos las carteleras y que produce cualquier cosa menos lo que prodiga. Nada de eso. Este miedo es el miedo clásico, el de siempre, ese que hace que botes en el cine y, de paso, tengas cierta sensación desagradable de angustia que tanto gusta a este que escribe.
Para empezar, la escena inicial no puede ser más simple y, por ello, efectiva: tres niñas monísimas, angelicales, de esas que parecen muñequitas de lo ricas que son, se tiran por la ventana. Genial. Y lo mejor es que no se ve, sino que escuchamos a la pobre madre de turno gritar a modo de voz en off. Buen punto a favor: para mí, una película de miedo donde la sutileza gana a la casquería da más miedo que si fuera al revés. Luego, asistimos al motor de la historia que, en sí, que no puede ser de lo más simple: un abogado (Radcliffe), un desgraciado vapuleado por la vida, debe ir a una casa a resolver unos papeles. Ok, uno ve la ambientación (muy conseguida, por cierto), el vestuario (igual de conseguido que la ambientación) y oye la palabra “casa” y ya no hay lugar a dudas: caserón enorme, encantado y con fantasmas incluidos. Predecible, sí, pero, repito, la cuestión aquí no es deslumbrar con la originalidad pero sí asustar a la antigua usanza. Si a todo esto le sumamos que la susodicha casa está en un pueblo en el que cada vecino parece más siniestro que el de la casa de al lado (y aquí incluyo a los niños), la atmósfera de peli de miedo de las de antes está más que asegurada. Todo es cuestión de dejarse llevar… y asustar.
Y, entre susto y susto, entre ruidito y ruidito, entre sombras que te acaban por poner los nervios a flor de piel, están unos actores que, para mí, están muy bien metidos en su papel y ofrecen unos personajes creíbles. Ciarán Hinds cumple con su papel de “ayudante del héroe” si bien la aportación de su
personaje es la justa para la historia. Lo mismo sucede con Janet McTeer como su alterada esposa. Pero, si de actores se habla, hay que rendirse a la evidencia y admitir las cosas: aquí la estrella es Daniel Radcliffe o, lo que es lo mismo, Harry Potter, que ya no luce gafitas redondas ni cicatriz en la frente, pero sí una cara de amargado (pobre, el personaje no es que sea el colmo de la felicidad) y aspecto de hecho polvo muy convincente. Este es el comienzo de
la prueba de fuego para este actor, ya que ser el mago más famoso de la literatura (con el permiso de Gandalf el gris, el blanco, o el color que sea) y el cine le han dado el estrellato y los bolsillos llenos de dinero pero, como suele ocurrir, le ha anclado al personaje. Y digo que es el comienzo porque, de tener éxito esta cinta (y parece que la cosa, de momento, funciona) deberá intentar repetirlo en los sucesivos trabajos en los que se meta. Con todo, creo que aquí trabaja bastante bien y ofrece un Arthur Kipps más que digno.
personaje es la justa para la historia. Lo mismo sucede con Janet McTeer como su alterada esposa. Pero, si de actores se habla, hay que rendirse a la evidencia y admitir las cosas: aquí la estrella es Daniel Radcliffe o, lo que es lo mismo, Harry Potter, que ya no luce gafitas redondas ni cicatriz en la frente, pero sí una cara de amargado (pobre, el personaje no es que sea el colmo de la felicidad) y aspecto de hecho polvo muy convincente. Este es el comienzo de
Una imagen (o un grito) vale más que mil palabras |
Pues poco más puedo decir. La impresión que a mí me ha dado es una cinta que tiene el espíritu de las antiguas películas de la Hammer pero con los recursos de hoy día que, a su vez, recuerdan a los de antaño. Si os gusta el terror de siempre y pasar un mal rato de los buenos, vedla. Si tan sólo os ha despertado la curiosidad por aquello de ver a Harry Potter en una historia distinta, vedla también porque, os lo aseguro, la imagen del papel del mago se esfumará en el primer susto que os de la peli. Todo un espectáculo que consigue lo que toda una buena peli de miedo se supone que debe conseguir: amargar al espectador desde el principio, hasta el final (y a ver qué os parece este último)
Buena crítca incitadora a ver buen cine. Sigue vigilando el cielo...
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