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sábado, 13 de junio de 2015

Drácula


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Dracula (Horror of Dracula)
(1958)
Director: Terence Fisher.
Guión   : Jimmy Sangster.
Peter Cushing
Christopher Lee
Michael Cough
Melissa Stribling
Carol Marsh
John Van Eyssen


Jonathan Harker se hace pasar por bibliotecario para trabajar en el Castillo del conde Drácula…

¿Es necesario presentar al vampiro más cruel, odioso y, a su modo, atractivo de la historia del cine?

Siempre he pensado que, en las representaciones que ha tenido el conde Drácula en pantalla ha habido dos que son icónicas. Por supuesto que ha habido muchas más y muy buenas, pero, por el impacto y, sobre todo, por actores, sigo diciendo que hay dos. Una es la de Bela Lugosi. Otra, sin dudarlo, es este horror de Drácula y que tuvo como protagonistas, entre otros a la pareja Peter Cuching / Christopher Lee. Curiosamente, son muchos los que consideran que esta fue la primera vez que ambos actores coincidieron en pantalla y fue en este momento donde se forjó la leyenda. Pues no; ya coincidieron un año antes en La maldición de Frankenstein, otra joyita de la factoría Hammer. Y, si me apuráis, también lo hicieron en 1948 en Hamlet, la versión de Lawrence Olivier.
Pues bien, esta versión de Drácula ya es todo un clásico. Y no solo por su antológica pareja protagonista, sino por muchas otras cosas que me gustaría compartir con vosotros. ¡Vamos allá!
Lo primero que llama la atención del espectador nada más empezar es la música. No es una partitura agradable. Ni siquiera se puede decir que pertenezca a esas bandas sonoras que son tarareables Todo lo contrario. Es una música nada agradable, espectacular y, a veces, trepidante y chirriante a partes iguales. Esos “golpes musicales” tan característicos van a repetirse una y otra y otra vez a lo largo del metraje anunciando, en la mayoría de los casos, o bien una desgracia o una persecución inminente (ved la escena final para entender este último apunte) Y ya, desde el principio, la música va a tener su papel protagonista en unos títulos iniciales que me gustan mucho y que creo que es necesario destacar: vemos los distintos planos del castillo mientras oímos esa música espectral para terminar en un plano que me encanta:  la tumba de Drácula… salpicada por una sangre muy, pero que muy roja muy propia de la Hammer. Y esto es solo el principio.
Sigo. Mención especial hay que hacer en esta cinta en lo que a la ambientación se refiere. El castillo de Drácula, las escenas dentro de las casas (atentos al dormitorio de Harker, con ajedrez y todo) o en cualquier taberna reflejan de manera bastante acertada la época en la que está narrada la historia (mil ochocientos y pico) Y lo mismo puede decirse de los trajes, tanto los más refinados como los no tanto (véase aquí campesinos, taberneros o miembros de funerarias) Por cierto, el castillo está estupendo, entre otras cosas, porque era (y es) un castillo de verdad. Con todo, el modo de fotografiarlo y de iluminarlo me parece el más adecuado para una historia tan tétrica y sangrienta como esta.
Si hay por lo que destaque esta cinta es que está repleta de golpes de efecto que lo que buscan, y consiguen, es sorprender al espectador. Sería imposible enumerar todos pero ahí tengo que nombrar unos cuantos. Por ejemplo, la primera aparición de Drácula en lo alto de una escalera en las sombras, ese plano tan bestial y espectacular del conde revelándose como lo que es: un vampiro sanguinario. Me encanta esa expresión de bestia salvaje con los ojos inyectados en sangre. Ahí se demuestra que, cuando hay que crear miedo, las florituras se dejan  de lado. ¿Más? Claro. Por curioso que parezca, en esta cinta, cuando se clava una estaca en el corazón de la vampira de turno, no se convierte en polvo, sino que recupera el peso del tiempo de golpe, convirtiéndose en una anciana (de la cual se encarga Harker, por cierto) Muy  buen detalle el hecho de que un todo un príncipe de las tinieblas como lo es el conde, disponga de un carruaje de negros caballos… y un ataúd blanco como la nieve. El contraste, en el conjunto de la cinta, me parece sublime. Hay más pero espero que os haya picado la curiosidad y lo queráis descubrir por vosotros mismos.
La película, a pesar de tratar de quien trata, no solo intenta sorprender al espectador con lo típico y recurrente, a saber: sangre y muertes. Fisher se muestra muy sutil y elegante cuando quiere y, de igual forma que se las ingenió para mostrar al conde por primera vez rodeado de oscuridad y misterio, también se luce con su némesis, Van Helsing. Por eso, me gusta muchísimo una escena que suele pasar desapercibida con respecto al resto: la presentación del doctor cuando entra en la taberna. Y es que el rostro del mismo se mantiene fuera de cámara hasta que no habla directamente con el tabernero. Un modo muy curioso de mantener el misterio y, de paso, el interés por saber quién es ese nuevo personaje.
La sutilidad, como ya he dicho, es una constante en esta película. Por eso, me gusta mucho el modo que se tiene de contar al espectador las características de los vampiros y, de paso, informar de la labor de Van Helsing. Otros, quizás, se hubieran decantado por utilizar diálogos normales y corrientes en escenas normales y corrientes pero aquí son un poco más originales: oímos las anotaciones habladas a través de una grabadora propiedad de Van Helsing. Y, si de sutilezas hablamos, tengo que destacar el hecho de que unos de los episodios más terroríficos de la historia, el de Lucy con la niña pequeña, es narrada por esta mientras se deshace en lágrimas. Me resulta que, narrado por la pequeña, es más escalofriante. Muy sencillo sí pero, desde el punto de visto del golpe de efecto, al menos para mí, de diez.
Sigo. Esta película es, en cuanto a la aportación al tema del vampirismo, muy importante ya que va a dar al mismo dos de sus factores más emblemáticos y que antes, por unas o por otras, no se quisieron (o no se pudieron) manejar. Uno es el de las mujeres voluptuosas, escotadas y vampiras. Aquí lo podemos ver, por ejemplo, en la chica que pulula por el castillo de Drácula al principio (de hecho, en el minuto seis) y de la que Harker se encargará más tarde. A partir de esta cinta, el asociar al conde con mujeres bellas, voluptuosas y de gesto vicioso es tan natural como unir una mujer guapa a James Bond. Y esto lleva al segundo de los factores: el erotismo. Siempre que se habla del libro, se dice que la obra fue tremendamente erótica para la época. Aquí, dicha característica se representa con algo muy simple pero que, desde luego, hace referencia al tema sexual de manera más que explícita: los colmillos. Y es que cuando el conde ve a una mujer que le gusta y a la cual quiere esclavizar, le empiezan a crecer, sutilmente, los dos famosos colmillos a modo de “erección vampírica” Lo que ocurre es que, de manera general, cuando uno ve la peli, se olvida de erotismos y se centra en el hecho de que el amigo vampiro se va a poner las botas con el cuello de la pobre chica. Nada, se puede ser vampiro pero una chica guapa, es una chica guapa.


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La película, a pesar de ser de terror, creo que también pude encajarse a la perfección en el esquema de las películas de aventuras. Ya sé que decir esto suena un poco raro pero siempre me ha parecido que aquí podemos ver el esquema aventurero de toda la vida: Héroe (Van Helsing)/Amigo del Héroe (Holmwood)/Chica (Mina) y malo al que hay que eliminar (Drácula) De hecho, mucho del metraje de la peli, se va en las peripecias de Van Helsing y Holmwood y sus pesquisas para encontrar el ataúd de conde y así acabar con él. Por eso, la trama en conjunto me parece una conjunción bastante bien llevada entre el terror y la aventura propiamente dicha, si bien es cierto que el primero gana por puntos a la segunda. Con todo, creo que está muy bien llevada, sin dejas cabos sueltos y, además, se las arregla para mantener el interés del espectador durante toda la cinta.
Y, por supuesto, cómo no destacar la escena final en la que, después de encontrar el rastro del conde, Van Helsing no se lo piensa y sale corriendo a por él. Está claro: o uno u otro pero no pueden ganar los dos. Si al modo en que está rodada, muy ágil y dinámico, le añadimos esa música tan trepidante que te hacen querer salir corriendo con Cushing tras el conde, el golpe de efecto está logrado; todo un final muy digno a una película, para mí, sobresaliente. Por cierto, esta última escena solo a base de imagen y música. Ni un diálogo. Ni falta que hace. ¿Qué más se puede pedir?


Pasamos a los actores. Para mí, muy bien todos ellos. Vamos poco a poco. Melissa Stribling me parece bien como Mina, aunque también me resulta algo sosita. Tampoco es que su papel sea para tirar cohetes. En esta película, Mina es una mera comparsa con cierto protagonismo, sobre todo, al final. Carol Marsh es una buena Lucy vampira, porque, de normal, sale poco y lo poco lo hace en una cama enferma. Con todo, los colmillos le quedan bien. Seguimos ya con los importantes. Michael Cough (el Alfred de las cuatro primeras entregas de Batman) me parece un buen Arthur Holmwood, si bien al principio me queda algo estirado y demasiado amante de su esposa. Menos mal que luego se suelta un poco. Y, los mejores, para el final. Porque, seamos sinceros, los anteriores (y algunos más, claro) están bien y aportan su granito de arena a la peli pero si hablamos de esta versión e Drácula, dos nombres se nos vienen a la memoria. Y de veras que es difícil colocarlos el orden en que se merecen pero, aún así, ahí van: Christopher Lee como Drácula y Peter Cushing como van Helsing. Los dos, perfectos, plenos en la diana, matrícula de honor sin duda. Ambos lo hicieron  tan bien que, con esta peli, pasaron a la historia y se convirtieron en leyendas del terror. Y con méritos propios. Lee es el Drácula perfecto: alto (casi dos metros), temible, de aspecto serio y severo aunque se permite sonreír de vez en cuando. Pero, lo mejor es que, cuando se pone en plan salvaje, está increíble. Supo aportar una elegancia, frialdad y fiereza al personaje que, al menos para mí, fueron considerables; todo un icono para con el conde. Y, una cosa muy acertada en la que no se suele reparar demasiado, es que Drácula, en esta peli, habla muy poco. De hecho, sólo al principio de la cinta. Eso le da un aire de animal salvaje que viene muy bien al personaje. Cushing, por su parte, me sigue pareciendo el mejor Van Helsing de la historia del cine. Resulta erudito, académico, inteligente y muy, muy natural. Y es que Cushing sabía impregnar a sus personajes ese toque de naturalidad tan apabullante que va más allá de la mera representación del rol en sí. Se muestra valiente y temerario, sí (se lanza tras el conde sin pensárselo) pero, cuando le vemos en plan doctor, uno se cree que, de verdad, este hombre era médico. Fijaos en la escena (deliberadamente larga) en la que hace una transfusión a Arthur y su esposa. El lenguaje corporal, la naturalidad que destila mientras quita las vías o utiliza los frascos me parece soberbia. Y eso es justo lo que necesitaba esta peli. Frente a la fiereza descontrolada del vampiro, la humanidad sin igual del médico.



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¿Aspectos que pudieron haberse hecho mejor? Bueno, con respecto a esta peli hay una cosa que es evidente y que sería absurdo negar: al igual que ya hicieran con Frankenstein el año anterior, se tomaron muchas (algunos, con razón, dirían que demasiadas) licencias con respecto a la obra original hasta tal punto que podemos decir que lo que hicieron fue coger el nombre de unos personajes y luego hacer con ellos lo que les dio la gana. Así, Johantan Harker aquí es un caza vampiros asociado a Van Helsing. Lucy es hermana de Holmwood y este sería cuñado de Harker si este no muriese, ya que (Harker) iba a casarse con Lucy y esta es hermana de Holmwood. Y, claro está, este y Mina están casados. Dicho así, esto sueña a batiburrillo de los gordos pero ahí queda. Diríase que a los únicos que respetan son a Van Helsing y a Drácula. Sobre todo, al primero.
Otra cosa que me gustaría señalar en este apartado es que esta película, aunque resulte el colmo de la obviedad decirlo, es eminentemente seria. Aquí no hay tonterías o gags pero sí vampiros, sangre, mordeduras y muertes. Por eso, hay una escena que no me cuadra mucho porque, la verdad, no me pega con el conjunto. Me refiero a esa en la que Van Helsing y Harker vana a ver al tipo de la funeraria y este resulta un ancianete chistoso que incluso cuenta una anécdota graciosa. Mal no digo que quede pero siempre que la veo, me choca. Mirad:


¿Recomiendo verla? Ni dudarlo. Con independencia de si es una adaptación o no fiel del libro (eso lo dejo a gusto del personal) sí me resulta una buena película de terror que se ha ganado la fama de clásico que tiene por méritos propios. Me parece muy bien hecha, mejor llevada e interpretada de manera magnífica. Y, por supuesto, ver a esos dos monstruos que son Lee y Cushing no tiene desperdicio. Os animo a que, si no la habéis visto, le deis una oportunidad. Y, si ya lo habéis hecho, revisitadla.
Vigilad el cielo.




domingo, 13 de enero de 2013

La maldición de Frankenstein


La maldición de Frankenstein
La maldición de Frankenstein (The curse of Frankenstein)
(1957)
Director: Terence Fisher
Guión   : Jimmy Sangster

Peter Cushing
Christopher Lee
Hazel Court
Robert Urquhart 




A las puertas de su ejecución, el barón Frankenstein relata su turbia historia a un sacerdote… 

Vamos allá con una joyita salida de aquel bazar de sorpresas que fue la Hammer y que tantos buenos ratos brindó (y brinda) a los aficionados al género de terror gótico y fantástico en general.
La maldición de Frankenstein es una adaptación muy libre de la famosa novela escrita por Mary Shelley y que allá por 1932 tuvo su máxima eclosión en forma de película de la Universal con el rostro de Boris Karloff. No obstante, a pesar de que el atractivo del monstruo (así como otros tales como Drácula, la momia o el hombre-lobo) duró unos años, es cierto que la magia y, sobre todo, la seriedad del mismo, se diluyó a lo largo de los años cuarenta y parte de los cincuenta haciéndole participar en comedias con Abbot y Costello al frente o mezclándolo con otros personajes de la misma línea. Fue la productora inglesa Hammer la que se encargó de resucitar y revisitar todos estos iconos del terror desde otra perspectiva pero conservando la esencia del original.

La maldición de FrankensteinLa película que hoy nos toca va a ir directa al grano, sin concesiones ni largas introducciones. Nada más empezar, oímos las campanas tristes sonar al fondo mientras un sacerdote se dispone a visitar una prisión, un modo estupendo de meter al espectador en faena. Ahí conocemos al barón Frankenstein esperando en una celda para ser ejecutado (“…En una hora estaré muerto…”) y ya se nos deja clara otra cosa: si esperas ver un remake de la versión del treinta y dos vas a llevarte una sorpresa (pero de las buenas) porque, como dije antes, esta es una versión muy libre de la novela y que no va a esclavizarse a la película en blanco y negro de la Universal. A partir de aquí, acudimos a un flash-back en el que va a tomar forma el cuerpo de la película y asistiremos a la truculenta historia del barón.

La película, para mí, es un cúmulo de puntos a favor, uno tras otro, que hacen de ella un espectáculo desde que empieza hasta que termina. Veamos…

La maldición de FrankensteinComencemos por la ambientación de época. Si hay algo que destaque de la cinta (además de otras muchas cosas, claro) es lo cuidada que está y cuyo protagonismo es evidente a lo largo de todo el metraje. Los trajes, vestidos, mobiliario y atmósfera en general están muy bien y recrean el momento en el que la historia está situada, mostrando algo que será la marca de fábrica de la Hammer y que hará que se la recuerde como unos de los mejores ejemplos de terror gótico que se han hecho nunca. Cosa curiosa: si nos fijamos, gran parte de la peli sucede en interiores, bien sean en forma de laboratorios, cárceles o de salones de la mansión del barón pero, salvo escenas contadas (el robo del cuerpo del ladrón muerto, la persecución del monstruo y poco más), todo sucede de puertas para dentro. Y, lo que es mejor, ni se nota ni es un inconveniente. Es lo que tiene tener un guión que te atrapa desde que empieza hasta que termina.

La maldición de FrankensteinOtra cosa que sí me gustaría señalar es la sutileza del cine en aquellos tiempos y que se puede apreciar con claridad en esta cinta. Veamos, si hoy se hiciera una versión del mito de Frankenstein (y se han hecho, claro. Recordad la de Kenneth Brannag no hace mucho) sería una excusa perfecta para dar rienda suelta a la casquería más variada y truculenta. No obstante, observad cómo en esta maldición que hoy nos toca todo, o casi todo, se sugiere de forma tan magistral que hace que no apartes los ojos de la pantalla. ¿Ejemplos? Varios: no vemos al ladrón ahorcado, pero sí su silueta recortada sobre el cielo nocturno; a través de diálogos, se nos dice qué va a hacer el buen barón (quitarle la cabeza, porque no le sirve) y le vemos trabajar, pero no asistimos a la carnicería. Entrevemos cerebros en tarros de cristal y sí, algún que otro ojo o manos cortadas pero, por encima de todo, se sugiere sin necesidad de mostrar. Y si la criatura se encuentra con un pobre ciego, es obvio que suponemos lo que va a suceder, pero, ¿para qué verlo? ¿No es ese un modo de mantener el interés del espectador? Pues eso…

La maldición de FrankensteinLos personajes (que no hay muchos, por cierto), están perfectamente definidos y muy bien llevados por los actores que los interpretan. Robert Urquhart como Paul Krempe está muy bien, siendo la típica voz de la razón, la moralidad y el perfecto paradigma de la buena persona: sabe cuándo frenar y cuándo decir basta. Todo lo contrario que su pupilo. Hazel Court es Elisabeth, la sufrida prometida del barón y toque femenino al canto. Y los dos mejores para el final: Christopher Lee nos regala una estupenda criatura, a camino entre malvada y desamparada, de andares inseguros (fijaos en la escena de la segunda intervención, cuando Cushing le medio afeita la cabeza y está tirado en el suelo cual piltrafa “humana”) en cuyo rostro puede apreciarse cierto gesto de pena  (salvo cuando le sale la vena asesina, claro) Y el mejor para el final: el gran Peter Cushing. Aquí el amigo se mueve como pez en el agua, bordando un personaje tan siniestro, inteligente y mujeriego como malvado y horroroso pero que mantiene a la perfección el protagonismo de la cinta. Cada palabra, cada gesto, cada acto que realiza lo define como lo que es: el gran villano de la peli. En el barón no hay lugar para remordimientos ni sentimientos de culpa (algo patente en la versión de 1932), cosa que Cushing refleja a la perfección.
 
La maldición de Frankenstein
 

¿Y el monstruo qué tal? Seamos sinceros: decir Frankenstein es invocar la imagen de Boris Karloff. Eso ha sido, es y será así. No obstante, hay que señalar que, mientras en la cinta de Whale el protagonista absoluto era el monstruo, aquí no ocurre lo mismo ya que quien se lleva casi toda la importancia es el barón. Por supuesto que la criatura interpretada por Lee tiene importancia, claro, pero no tanta como el personaje de Cushing. De hecho, si prestamos atención, los minutos en pantalla de la creación no son muchos y tampoco es que tenga tantos momentos de lucimiento (de hecho sus crímenes no salen y hay que admitir algunos son inducidos por el propio barón, como el caso de Justine y su hijo) porque es más un factor secundario que otra cosa. Por suerte, fueron lo suficientemente listos como para no dejarse arrastrar por la imagen de Karloff y el maquillaje de Pierce en el treinta y dos y aquí nos ofrecieron un monstruo que tira más a una imagen de cuerpo en descomposición (buen maquillaje el del rostro) que a alguien hecho a base de recortes y trozos de otras personas. Como nota personal, debo decir que Lee, con su estatura, abrigo negro y físico espigado incluso me ha recordado en ciertos momentos a una extraña mezcla entre el Nosferatu de Murnau y el protagonista de El gabinete del doctor Caligari.
 


La maldición de Frankenstein
 
¿Golpes de efecto? Varios. Destaco, sin duda, el momento en el que vemos a la criatura por primera vez y se quita la máscara (¿hay cierto efecto de cámara rápida ahí?), el final de la misma en el tanque de ácido que aporta el secretismo absoluto de lo que ha ocurrido o, uno que me encanta y era muy propio de la Hammer: terminar la película con los títulos de crédito mientras la acción sigue. En este caso, se trata de la preparación de la guillotina mientras Frankenstein es llevado a su destino final.
 
La maldición de Frankenstein
 
Como puede deducirse de todo lo que he escrito, me encanta esta peli. Toda una joyita del género, un notable ejemplo de buen hacer con un buen guión, una dirección más que destacable y unos actores metidos hasta las cejas en sus papeles. Todo ello tenía que dar un buen producto sí o sí y eso fue justo lo que ocurrió. Por supuesto, os recomiendo verla; merecen la pena todos y cada uno de los casi noventa que dura.

Como curiosidades, comentaros que…

…El éxito de las diabluras del barón dio como resultado un resurgir del género de terror de corte gótico utilizando personajes clásicos y el director, Terence Fisher tuvo mucho que ver en esto, ya que participó en la revisión de Drácula o el Hombre lobo.

…Al año siguiente, en 1958, Fisher escogió a Lee y Cushing para otra joya de muchos quilates: Drácula (Horror of Dracula), dando lugar a otra leyenda.

…Lee y Cushing cimentaron su amistad con esta peli. La comenzaron del modo menos terrorífico: apostando cuál de los dos imitaba mejor a los personajes de Loony Tunes, es decir, Bugs Bunny y compañía. Lo dicho, menos terrorífico imposible.

…Las barbaridades del barón Frankenstein gustaron, y mucho. De hecho, dieron lugar a una saga protagonizada por Cushing pero espaciada en el tiempo, a saber: El castigo de Frankenstein (1964), Frankenstein creó a la mujer (1967), El cerebro de Frankenstein (1969) y Frankenstein y el monstruo del infierno (1974)

¡Seguid vigilando el cielo y gracias por leerme!
 
La maldición de Frankenstein