sábado, 8 de junio de 2024

La primera profecía



En una época en la que nadie se libra de secuelas o precuelas, era cuestión de tiempo que a La profecía, esa maravilla de Richard Donner que nos contaba la historia de Damien, alias el Anticristo, le tocara el turno. 

Pues bien, esta primera profecía no es otra cosa que una precuela de esa cinta.

La película nos va a contar cómo Damien, el niñito moreno, de cara angelical y peor que un dolor de muelas, es concebido. Nada más empezar, los dardos al corazoncito del fan son lanzados sin misericordia en forma del padre Brennan, con la cara de otro actor, cuando aparece en pantalla. Lo que sigue a continuación es una historia más o menos normalita que va de menos a más y cumple con el cliché de hoy en día de representar a ese monstruo feroz, implacable y despiadado que da más miedo que cualquier pesadilla sacada de una mente calenturienta: una monja. Así, el guión se las apaña para ir de menos a más acompañando a Margaret (que está mucho mejor de seglar que con las ridículas ropas religiosas, pero eso son grilladas mías que no vienen a cuento aquí) en su descubrimiento de la cruda realidad para averiguar quién demonios (palabrita que viene que ni pintada) es la madre del futuro Anticristo.

Pero, si bien en lo que se refiere a la trama puede decirse que todo es previsible, sí tengo que destacar el motivo de todo el argumento. En las tres películas que forman la saga (la cuarta no la cuento), se nos deja claro que la venida del Hijo del Demonio es algo natural, algo que tenía que suceder. Pues bien, esa filosofía se va al garete con la premisa de la cinta que hoy comento: resulta que el Anticristo no es más que un producto buscado por la Iglesia para tener sometidos al personal y forzarles a creer en Dios y la Iglesia Cristiana. Vamos, un complot tremendo que hace que, como es lógico, Margaret las pase muy, pero que muy canutas en sus propias carnes. Por lo demás, queda una peliculita muy normalita que entretiene y poco más. 

Y esto me lleva al apartado de las cosas que no me han acabado de convencer.

Para empezar, la peli NO DA MIEDO. Pero nada. No hay sustos, no hay sobresaltos, no hay nada. Es más, aunque pienses que lo que te voy a decir a continuación suena a delirios de un borracho, la cinta, bien mirada, es un drama de proporciones considerables pero con un toque fantástico. Aquí hay de todo: dudas de fe, sexo reprimido, amistades traicioneras, monjas que te meten en un cuarto oscuro, sentimiento familiar considerable... Todo ello, repito, bajo la premisa fantasiosa propia de la peli. Los momentos sangrientos, como el del chico cortado por la mitad, me resultan muy forzados y ni ponen ni quitan.

Segunda cosa, que es lo que más me ha llamado la atención. Si eres fan de La Profecía, sabes que a Damien lo engendró un chacal. Esto, dicho así, sin explicación ninguna, cumplía a la perfección su objetivo: crear un sentimiento de malestar en el espectador considerable pensando cómo podría ser eso posible. Pues bien, esto se lo saltan y lo cambian. Aquí, el padre de la criatura, tiene sexo en un rito diabólico. Creo que esto no solo choca con lo que los aficionados a la saga conocemos; también le quita emoción y terror.

Y vamos a la tercera cosa. Si no has visto muchas veces la peli de Gregory Peck y eres un buen fan muchas cosas se te pasarán. Por ejemplo, la presencia del padre Spiletto, el incendio final o la escena inicial del tubo rajando el cerebro del sacerdote, claro referente a lo que le sucederá a Brennan en el futuro.

Y, ahora, una pequeña duda: si en lugar de un niño diabólico, hay dos (niño y niña) ¿es que planean hacer una especie de saga? Porque esto es algo completamente nuevo que se han sacado de la manga. Lo mismo pasa con Carlita. ¿Qué sucede con ella? Porque lleva la marca del 666.

Fin de la reseña. La peli se ve con agrado, entretiene y punto. La verdad, esperaba mucho más pero seamos sinceros: el listón estaba muy alto.


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