(2013)
Director:
Bryan Singer
Guión : Darren Lemke, Christopher McQuarrie, Dan
Studney, David Dobkin
Nicholas Hoult
Eleanor Tomlinson
Ewan McGregor
Stanley Tucci
Ian McShane
Bill Nighy
Jack,
un campesino, se ve envuelto en una aventura increíble cuando las judías
mágicas de la leyenda resultan ser verdad…
Bien
mirado, no hay nada más curioso que las normas que imperan en Hollywood. Si
prestamos atención, es fácil ver que, dependiendo de la época, las pelis que se
hacen se pueden mover por unos u otros derroteros, teniendo en cuenta de la
demanda de la gente y el éxito que tengan ciertos géneros o productos. Así,
durante un buen montón de años, el eje de todo fueron las adaptaciones de obras
de corte fantástico destinadas al público juvenil. Ahí tuvimos a Harry Potter, El señor de los anillos,
Stardust, La brújula dorada o las aventuras de Percy Jackson. Luego, el tema fue por vampiros u hombres lobo: Crepúsculo, Underworld o Crónicas
vampíricas (aunque sea serie de televisión) Después, los superhéroes, moda
que va a dar todavía mucho que hablar porque parece (por suerte) un filón casi
inagotable. Los zombis, en los últimos años, están muy en boga. Pues bien, hay
que añadir una nueva vertiente: la de los cuentos clásicos. Pero no tomados
como tales, sino adaptados en mayor o menor grado dándoles cierto tono de
seriedad sin llegar a olvidar la fuente de la que parten. La cosa (creo) empezó
con Caperucita roja, las dos
versiones de Blancanieves (La leyenda
del cazador y Mirror, mirror), Hansel
y Gretel y, dentro de no mucho, La cenicienta y La bella y la bestia. Pues
bien, a esta sección pertenece la peli que hoy nos toca, que no es otra que la
vieja (y famosa historia) de las habichuelas mágicas.
Vamos
a por ello.
A
favor debo destacar muchas cosas.
Para
empezar, me ha encantado cómo se nos presenta el cuento (o leyenda) que habla
de los gigantes y que mete en situación al espectador a la primera. La
historia, que de por sí hubiera podido dar para otra película, está contada de
manera soberbia utilizando la animación digital (mostrando unos personajes como
si fuesen muñecos de madera) y, a la vez, resulta muy original porque se narra
a través de dos secuencias paralelas que sirven para conocer a los dos niños
que serán los futuros protagonistas, Jack e Isabelle. Me gustaría destacar el
contenido de dicha historia porque, partiendo de la leyenda de las judía
mágicas conocida por todos, la han sabido enriquecer de manera considerable con
dos detalles que me parecen dignos de mención: por un lado, se nos dice que
dichas judías dieron creadas por monjes para llegar a Dios (de ahí que crezcan
hacia el cielo) Por otro, al crecer llegaron al país de los gigantes y estos aprovecharon
para bajar a la superficie y guerrear. Por suerte, fueron expulsados y
condenados de nuevo a su país de las alturas a modo de cárcel usando una corona
mágica que tiene como elemento base el corazón de los gigantes. Y así, la
historia se convirtió en leyenda y esta en cuento para niños. Para mí, desde
luego, sublime.
La
peli no se anda por las ramas y presenta pronto a los personajes: Jack no es
más que un pobre campesino (eso sí, muy bien peinadito) e Isabelle la princesa
rebelde que lleva a su escolta, liderada por el fiel Elmont, tras de sí por si
las moscas. ¿Es todo? No, hay un rey severo, Brahmwell y un futuro prometido
para Isabelle, Roderick. Y todos ellos muy bien mostrados y, nada más salir en
pantalla, te puedes hacer una idea muy clara de cómo van a ser. Nada de medias
tintas ni sorpresas en esto. Ni falta que hacen. Jack es soñador pero valiente,
Isabelle es, a su modo, traviesa. Tan arrojada como guapa y detesta casarse con
Roderick que, nada más abrir la boca, sabemos que no es trigo limpio. Y Elmont
daría su vida por la princesa sin dudarlo. Simple, sí. Típico, también.
¿Efectivo? Al cien por cien.
La princesa Isabelle.
Elmont. Caballero, pero no Jedi.
Una
vez que los personajes se nos han presentado, la trama no se va a hacer espera
mucho. Nada, diría yo. En cuanto aparece ese fraile con ciertas judías muy
importantes y misteriosas que acaban en las manos de Jack, ya sabemos lo que va
a pasar. Ok, la princesa debe escaparse de nuevo para encontrarse con Jack en
una noche lluviosa, componente ideal para que haya tormenta y las judías se
mojen porque, si lo hacen, cual gremlins, pasan cosas. Y ya lo creo que pasan.
En cuanto crece la primera planta que llega al cielo (en una escena
espectacular), solo es cuestión de relajarse, dejarse llevar por la trama y
tener en mente pasar un rato divertido.
Y
es que esta es, por encima de todo, una película de aventuras y, al menos
en mi humilde opinión, una buena
película llena de aventuras de las buenas. Aquí hay muchas situaciones
peligrosas y emocionantes, retos que el personaje principal debe afrontar y que
hacen que el siguiente sea aún mayor. Si hay que escalar por una planta
gigante, se escala. Si hay que saltar a docenas de kilómetros por encima del
suelo, se salta. Y, si hay seres sobrenaturales que intentan dominar la
civilización, se lucha contra ellos. Eso, entre muchas otras cosas, claro.
Esto
me lleva a otro aspecto fundamental en esta cinta y que creo que merece la pena
decirse: el aroma a aventura clásica que se respira a lo largo de todo el
metraje. Como dije en el párrafo anterior, los peligros se suceden sin cesar
pero está claro que serán superados, aunque esto no quiere decir que sean poco
interesantes. Los buenos, laro está, son muy buenos. Jack es el prototipo del
paradigma del viaje del héroe de Joseph Campbell: comienza siendo una cosa
(granjero) y termina siendo otra (ves la peli para saberlo). Por supuesto, el
bueno tiene un compañero de aventuras, que viene dado por Elmont, cuyo sentido
del deber está a prueba de bomba. La princesa es guapa, valiente y no quiere
casarse si no es por amor. Y, claro está, donde hay buenos estupendos, debe
haber malos con ganas. En este caso hay de dos tipos: el que resulta graciosito
y cae bien (Roderick) y los gigantes, que aportan el toque fantástico. Y aquí
paz, y después gloria.
Y,
ya que hablamos de gigantes, hay que hacer referencia a un aspecto fundamental
de la cinta y que me parece muy bien llevado: los efectos especiales. Para mí,
de diez. Todos sabemos que, en cuestión de efectos, hemos alcanzado unas cotas
tremendas y, cada día, los hay mejores. Pero también hay que decir que muchas
películas cometen el error de apabullar al espectador con ellos olvidando la
trama, que, a veces, viene cogida con pinzas. Pues bien, debo decir que, al
menos desde mi punto de vista, este no es el caso. Aquí los efectos especiales
son espectaculares, tremendos, ya sean en forma de planta gigantesca que se
eleva al cielo o dando forma a la raza de gigantes. Pero, lo esencial, es que
no son el motor de la historia, sino que se usan para contarla y, claro está
enriquecerla. Por supuesto, los mencionados gigantes destacan por encima de
todo. Resultan muy reales y, sobre todo, espectaculares. Pero me gustaría
destacar el modo en que los han mostrado, ya que lo que vemos tiene mucho de
raza guerrera que piensa, actúa y reacciona; son muy, pero que muy rápidos y
violentos, haciéndonos olvidar la típica imagen del gigante tonto, bobalicón y
de andares torpes a la que estamos acostumbrados. Aquí corren que se las pelan,
son peleones y hablan y razonan que da gusto. Y esto, para mí, hace que la peli
gane muchos puntos. A todo ellos, por supuesto, hay que sumarle lo bien hechos
que están. Las texturas de la piel, el pelo, la mugre que les cubre o los mocos
que se sacan están perfectos hasta tal punto que hacen que te olvides que son
seres digitales y te creas de verdad las actuaciones que ofrecen. Si bien me
gustan todos, me quedo, claro está, con el general, el de las dos cabezas, Fallon.
¿Momentos?
Yo diría muchos. Destaco unos cuantos: el crecimiento de la primera planta (una
pena que sea de noche pero, ya se sabe, que eso facilita los efectos), la
primera aparición de los gigantes, el momento de la cocina (que me recuerda a La sirenita de manera más que evidente.
Lo admito, cosas mías…), o toda la batalla final donde los gigantes se lucen (¡menudas
carreras se pegan!) a base de bien. Claro que hay más pero espero que los
descubras viendo la peli.
Sigo. Otro aspecto que me gustaría destacar
es que si uno lee el título, todo hay que decirlo, sumado al tema de las judías
mágicas, puede pensar que lo que tenemos por delante es una infantilada de
mucho cuidado. Ojo, que no es así. De hecho, han sabido arreglárselas muy, pero
que muy bien, para narrar toda la aventura dejando de lado el toque
infantiloide que podría haber sido muy tentador y resbaladizo para el resultado
final de la peli. Por eso, aquí hay héroes, princesas y gigantes pero, también,
peleas, venganzas, muertes y violencia.
Paso
a los actores. En general, me han parecido bastante bien, la verdad. Nicholas
Hoult cumple como Jack, el héroe, si bien es cierto que, al menos para este
vigilante del cielo, a veces resulta un pelín sosainas. Eleanor Tomlinson hace
lo mismo como Isabelle. Stanley Tucci me gusta mucho como Roderick, ya que hace
de malo evidente pero también con su dosis de cinismo y chiste que hace que,
aún malo, caiga bien (a mí, todos los malos me suelen caer muy bien). Ian
McShane, que últimamente parece actor secundario de moda en historias de corte
fantástico (Piratas del Caribe 4,
Blancanieves y la leyenda del cazador, An american horror story: Asylum)
queda bien como rey, si bien, se luce poco. Y, mi favorito, para el final: Ewan
McGregor como Elmont. Es el amigo del héroe perfecto: valiente, atrevido y no
se achanta ante el peligro. McGregor, como siempre, demuestra que puede ser lo
que sea, ya sea un Jedi, cantar a lo Moulan Rouge o un padre buscando a sus
hijos en mitad de un tsunami.
Pues
eso ha sido todo. Reconozco que Bryan Singer era un tipo que me interesaba
bastante (sobre todo después de las dos pelis de X Men y lo que vi en Valkyria)
pero, cuando se le fue la pinza a una galaxia muy lejana y extraña con Superman returns, dicho interés se
convirtió en fría indiferencia y, a veces, rencor desmedido. No obstante, debo
admitir que, con esta cinta ha cumplido con creces. ¿Recomiendo verla? Ni
dudarlo. Me parece la excusa ideal para sentarte en la butaca del cine,
olvidarte de los problemas y dejarte llevar a través de una cinta de las de toda
la vida con muchas aventuras, emociones, y los toquecitos justos de humor y
romance. No más pero, desde luego, no menos.
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