sábado, 1 de diciembre de 2012

El caballero verde


El caballero verde (Sword of the Valiant: The Legend of Sir Gawain and the Green Knight)
(1984)
Director: Stephen Weeks
Guión    : Stephen Weeks, Howard C. Pen, Phillip M. Breen 

Miles O’Keeffe
Cyrielle Clair
Sean Connery
Leigh Lawson
Peter Cushing
Trevor Howard
John Rhys-Davies



 Un miembro de la corte del rey acepta el desafío del misterioso Caballero Verde: deberá resolver un acertijo o perderá su cabeza…

 Recuerdo que, allá por mediados de los ochenta, cuando el VHS brillaba con todo su esplendor, las puertas y las paredes de los video-clubs (qué tiempos, Señor…) se llenaron con el cartel de esta película. Ya sólo por el título, la cosa se ponía interesante pero, sobre todo, el reclamo era que Sean Connery era el protagonista. Con todo, tengo un vago recuerdo de ella porque, si la memoria no me falla, a pesar de lo pequeño que era por aquel entonces, algo no vi claro en la peli porque no me llamó demasiado. Con todo, es el tipo de  cinta que siempre he tenido en mente para revisitar y, de paso, compartir con vosotros.  Pues muy bien, el tiempo ha pasado y yo no soy tan infante pero la peli, para bien o para mal, sigue siendo la misma, claro. Ok, vamos allá…
Antes de nada, hay que hacer una advertencia. Y es que esta cinta es un vástago de la productora Cannon. Quizás no os diga mucho con esto pero, para muchos aficionados del mundillo, dicha compañía era sinónimo de películas de poco presupuesto, acción a raudales y, muchas veces, terminadas rápido y no muy bien. Si queréis ejemplos, ahí están las cintas de Chuck Norris, Los Masters del Universo o Superman IV (ojo, que en absoluto quiero juzgarlas porque, servidor de ustedes, se lo pasa pipa con todas y cada una de ellas) No tenía ni idea de que este caballero que viste de verde procediera de dicha productora pero, una vez que he visto el resultado, no me extraña lo más mínimo que la compañía tenga la (para muchos infame) fama que tiene. Pero vamos por partes…
Si nos fijamos en el argumento (ya que si, desde el principio, te fijas en otras cosas, puedes pensar de otro modo), la cosa no está mal: un rey (¿Arturo? A saber, porque no se dice) está hasta la corona de que sus caballeros sean unos vagos y el reino ya no reluzca como antes. Desde la primera escena conocemos al extraño personaje de Connery, El caballero verde, y ya tenemos argumento: el protagonista, Gawain, debe resolver un acertijo porque, de no ser así, perderá la cabeza. Literalmente.
 
 
 
A partir de aquí, acudimos a una serie de aventuras, algunas bastante ingenuas, donde destaco ciertos decorados, sobre todo lo referido a los castillos, que queda claro que muchos de ellos eran de verdad y se ve que los adecentaron para determinadas escenas. Si no queires complicarte mucho la vida, lo único que puedes hacer es dejarte llevar (o tratar de dejarte llevar) por las aventuras, más o menos entretenidas que tenemos por delante.
Me gustaría destacar más cosas a favor pero es imposible. Y es que esta película no tiene muy buena fama y, depende de con quién se hable, incluso puede decir que es mala con ganas. Por eso, la lista de “peros” que se puede poner puede llegar a ser muy larga.
Empezamos por los pequeños detalles que, no por ello, dejan de ser muy llamativos. Para comenzar, nada más ver a Miles O’Keefe, futuro protagonista, con esa peluca rubia platino las alarmas cantan. Le queda fatal, resulta hortera, hace el efecto de una cabeza enorme y, para colmo, todo ello destaca mucho más por el hecho de que el amigo O’Keefe tiene las cejas oscuras. Y es que el tema del vestuario es un detalle que en esta cinta o bien no cuidaron, o pasaron de él, o se las apañaron con lo único que tenían a mano y que el presupuesto podía permitirse, es decir, algo del montón. Si ya la peluca del amigo canta a lo bestia, mirad el modelito que luce durante todo el metraje: vestido de blanco de pies a cabeza (salvo unas botas oscuras) con una camisa que tiene unas hombreras más grandes y afiladas que cualquiera de las espadas. Y os perdáis el vestuario del hijo de Fortimbrás: turbante y pieles. Alucinante…
Pero, si de apariencias raras y horteras hablamos, no hay que perder de vista las pintas de Sean Connery, que no tienen desperdicio: peluca tremenda y abultada, rostro maquillado de un color extraño, armadura de tonos verdosos que deja al aire el pecho peludo y unos cuernecitos tipo reno que resultan ridículos. Y, por si fuera poco, pelo y rostro tienen una especie de… ¿purpurina? Tremendo…
El guión, si bien parte de una idea que no está mal, ya que no deja de ser la historia típica de superación del héroe, me ha parecido poco trabajado. Por eso, la impresión que me ha dado es que salta de una cosa a otra, de una aventura a otra sin estar hilvanado del todo.  Así, pasamos de la corte, al episodio de la bruja de la tienda. De ahí a la pelea contra el guardián de Lionés o las aventuras en este pueblo que, por cierto se me han hecho muy pesadas. Luego, los episodios con el monje, el enano sabio, la historia de Linet… Vamos, un batiburrillo de cosas que, de algún modo, hace que te olvides del propósito real del protagonista, que se supone que es averiguar el significado del acertijo.
¿Es todo? No. La película, como buen ejemplo de ese tipo de cine que se queda pero que muy corto, tiene ciertos detallitos en el guión  que, según te pillen, te pueden hacer reír o, si tienes el día malo, coger el mando a distancia y darle al stop (cosa que, lo admito, he estado a punto de hacer en un par de ocasiones) Por ejemplo, la primera preocupación del recién nombrado caballero no es preparase para pelear o aprender a usar una espada, no. Hay otro asunto más importante (y, desde cierto punto de vista, muy lógico): saber por dónde puede orinar con la armadura puesta. No hay problema, su arma más poderosa será una especie de abrelatas que, por cierto, también puede ser muy útil si te ligas a la prota de turno y te vas a una alcoba con intimidad. Ah, y sabido es por todos que los caballeros andantes se dejan guiar por la aventura y, como se dice en la peli, “…cazan sus propias viandas…” Pues bien, el amigo Gawain cree que eso es prepotencia pero el hambre le puede y al tío no se le ocurre opta cosa que cazar un unicornio para zampárselo. No se contenta con un conejo, un venado, un pájaro o una lagartija, no; un unicornio. Y es que, cuando hay hambre, hay hambre. Si a todo ello le añadimos unas peleas con espadas muy mal coreografiadas, unos efectos que se han quedado muy antiguos y que ya en la época cantaban (me remito a la cabeza cortada de Connery) , un rey malo (Fortimbrás) que juega con maquetas a gran escala como un energúmeno y que todo está aderezado por una musiquita de sintetizador que no pega ni con cola, el resultado es una película floja con tintes muy chapuceros que, como dije antes, puede hacer que te den ganas de ponerte a hacer cualquier cosa por poco interesante que sea. Que un pañuelo verde salve el cuello del prota porque sí o que, después de todo, se quede sin la chica porque esta se convierte en paloma, es algo que dejo al gusto del personal.
Los actores los dejo para el final porque, de veras, no me han dejado de sorprender. Miles O’Keeffe, por si te suena de algo la cara, fue el responsable de poner rostro y músculos a Ator, aquel sucedáneo de Conan y que trató de hacer sombra a Arnold Schwarzenegger en nada menos que dos entregas. También fue Tarzan en esa adaptación pseudo erótica que tuvo a Bo Derek como Jane. O’Keeffe, como en Ator, se muestra pelín impasible, de rostro duro y pose heroica que tumba, pero poco más. Cyrielle Clair como Linet cumple sin más ni más, si bien creo que le falta algo, quizás más protagonismo y carisma. Pero, sin duda, quien más destaca, no  por interpretación, sino por su mera presencia en la película, es Sean Connery. Está claro que le utilizaron como reclamo de la cinta (cosa lógica por otra parte, claro) pero está lejos de ser un papel decente en su carrera. De veras, no entiendo qué hace en esta película. Lo mismo me ocurre con la presencia de Peter Cushing. Quizás, sobre el papel, la cosa pintaba de otra forma…
En resumidas cuentas, amigos, una película, al menos para mí, irregular se mire por donde se mire. Quizás la idea y las intenciones fueron buenas pero, por desgracia, el modo de desarrollarla, dirigirla y, por qué no, interpretarla, dieron al traste con una cinta que, un poquito más trabajada, hubiera podido ser otra cosa. Yo, después de muchos años, he conseguido verla. ¿La recomiendo? Lo único que puedo decir es que, como curiosidad, ahí queda. El resto, lo dejo a gusto del espectador.
Y ya, de remate, comentar que todos sabemos que, muchas veces, una película se define por sus diálogos. Os dejo uno que dice uno de los personajes, un fraile, acerca de unos monjes que hacen voto de silencio:
“… Estos hermanos son muy aburridos. Pasan los días y ni un solo eructo, ni un cuesco…”
Pues eso…
Ánimo y, con caballeros verdes o del color que sean, seguid vigilando el cielo.
Os dejo un pequeño montaje con algunos de los momentos de Gawain. Hay muchos más, claro pero te pueden serivir de aperitivo para abrir boca.

 

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