La invasión de
los hombres del espacio (Invasion of the
saucer men)
(1957)
Ditrector: Edward L. Cahn.
Guión : Robert J. Gurney Jr, Al Martin.
Steven Terrel
Gloria Castillo
Frank Gorshin
Lyn Osborn
Un
hombre, mientras conduce, ve aterrizar un ovni…
Que
la ciencia ficción en el cine tuvo su punto álgido en las películas americanas
de los años cincuenta está fuera de toda duda. Que, por ello mismo, en la época
hubo un aluvión de títulos, algunos de ellos más que discutibles, también. Por
ello mismo hay obras muy buenas como otras (muchas, a patadas) que tiran a lo
cutre por varias razones: argumentos surrealistas, protagonistas extraños,
monstruos cantosos, duración más que corta… Pues bien, este título, si bien
entra dentro de los denominados clásicos, también es cierto que pertenece al
segundo grupo.
El
argumento no puede estar más sobado y, por esa misma razón, es típico de la
época: unos personajes del típico pueblo americano ven un ovni y, por ello, se
ven enfrentados a los tripulantes del mismo que, por supuesto, son feos, malos
y quieren conquistar y matar al personal. Muy bien. Lo que pasa es que, nada
más empezar la peli, a uno le saltan las alarmas. Servidor ha visto muchas
cintas de este tipo (y las que espero ver porque, lo admito, me encanta
perderme en las ralladas mentales de estos productos) y sé que muchas suelen
coincidir en los puntos anteriormente dichos pero aquí, ya en los títulos de
crédito, advertimos algo: humor. Raro pero, a fin de cuentas, humor. Así, asistimos
a unos títulos de crédito en los que se nos muestran unos dibujos poco serios
al estilo de los cómics y una música menos seria aún. Si a ello le añadimos que
hay narrador (algo muy típico de estas historias) que parece igual de poco
serio y es de los que se toma confianzas con el espectador (“…Tétrico, ¿ehhh?...”) ya la cosa hace que
te pongas en guardia.
Y
como ya dije, al suceder la acción en un pueblo, hay muchos personajes.
Demasiados quizás. Por eso, la película tarda un poquito en arrancar deteniéndose
demasiado en muchos jovencitos besuqueándose en los coches (algo que, por otra
parte, como todos sabemos, es tan obligatorio en el género durante aquellos
años como las mallas en una peli de Shakespeare). Y digo esto porque uno no sabe muy bien quién
o quiénes pueden llevar el título de protagonistas: ¿John y Joan? Puede, porque
son los jóvenes que se estaban dando el lote (salvo que un toro les interrumpa.
De nuevo, sí, habéis leído bien) y se encuentran con los marcianitos. ¿Joe
Gruen y Artie Burns? Quizás, ya que la película empieza y acaba con ellos. ¿Los
militares? (Nota: ¿qué hace un teniente del ejército uniformado en la taberna
del pueblo al principio de la peli? Aquí el tema del alcohol alcanza cotas
preocupantes. Parece que hay una especie de intención subliminal para que el
personal pille una buena curda) A esos, con mantener conversaciones ridículas y
no hacer nada (salvo llamar a los extraterrestres con megáfono. ¿Repito lo de “Sí,
habéis leído bien”?) los dejamos un poco a parte… Y esto lo digo como elemento
mejorable: quizás se podían haber definido algo más a quienes llevan la acción
principal pero, repito, eso es opinión mía…
Por
supuesto, además de todo lo dicho hasta ahora, no hay película de esta
naturaleza que no tenga sus buenos golpes de efecto, sean cuales sean las
posibilidades de las mismas. Así, aquí asistimos a ataques extraterrestres a
toros indefensos, atropellos a alienígenas que salen a la carretera o, lo que
es mejor, una mano extraterrestre en la parte de atrás de un coche que puede
liarla a base de bien. Memos mal que la luz acaba con ellos y esto, a fin de
cuentas, no es un efecto muy difícil de conseguir (por cierto, toda la película
transcurre de noche. Qué cosas…)
En
fin, todo un producto típico de la época, un claro ejemplo de esa ciencia
ficción de serie B, con escaso presupuesto, actores desconocidos y un modo de
mostrar y solucionar situaciones, cuanto menos, curioso y, si te pilla de buen
humor, hasta te hace soltar un par de carcajadas de las sanas. Está, desde
luego, muy por debajo de la altura de algunas de las buenas pero se puede ver
como curiosidad para pasar un ratito divertido y, si vas con la mente abierta,
pero que mucho, te lo puedes pasar pipa.
Ah,
y sí, uno de los protas, el desgraciado que tiene la mala suerte de beber antes
de ser atacado por los marcianos, es Frank Gorshin. Si no has visto la serie de
Batman de los sesenta, lo que acabo de escribir te dejará frío. Si has visto
algún capítulo, le reconocerás como Enigma.
Por
cierto, si después de verla (o durante, eso va en gustos), te tomas un par de
copas, lo mismo la peli es muy digna de ser tenida en cuenta.
Pues
hala, ¡a vigilar el cielo!