Hoy le toca el turno al género de terror nacional.
La película tiene un argumento muy simple pero no por ello menos interesante: un viejo caserón debe ser tasado para salir a subasta y resulta que en él se producen fenómenos extraños. Es el tan manido recurso de la casa encantada que hemos visto tantas veces.
Pero, aunque la cinta puede plantearnos esto y podemos creer que a lo largo de todo el metraje veremos sustos y oscuridad, la verdad es que no es así. Y es que toda la cinta es un enorme flash-back donde se nos explica los orígenes malvados de la casa.
Justo por esto tengo que destacar la ambientación de época que reina durante toda la proyección. Vestidos, decorados y atmósfera están muy conseguidos y todo resulta muy natural, teniendo ese regusto a las películas de Roger Corman basadas en Poe o a las de la Hammer en su época más dorada.
Los sustos, que hay muy pocos, todo hay que decirlo, cumplen su función lo justito; me ha dado la impresión de que esta es una película más de ambientación que de otra cosa pero la intención es lo que queda. Aquí todo es muy básico: sombras, personajes oscuros, algún que otro monstruo... Vamos, una película de terror a la antigua que creo está hecha así de manera intencionada.
¿Peros? Algunos.
Para empezar, la cinta empieza bien pero, en lo que a terror se refiere, flojito o nada. El argumento podría haber dado para más pero, en ese sentido, se desinfla muy rápido y puede ser que te decepciones mucho antes de que acabe. Materia prima había de sobra y, de haber seguido por ese camino, la cosa hubiera podido ganar puntos pero se queda todo en agua de borrajas.
Pero, lo que más me ha llamado la atención son los actores. Muchos de ellos (por no decir todos) resultan tan artificiales que cantan demasiado. Y, sí, aquí el que da el do de pecho es Paco Maestre en el papel de Crowley. Claro que todo puede deberse a lo artificial que resultan muchos de los diálogos, que en muchas ocasiones pecan de teatreros en exceso.
Y, si ves que la cinta se prolonga demasiado o da la impresión de que el final queda lejos, no te preocupes: tiene una segunda parte llamada La herencia Valdemar II: la sombra prohibida, que es aún más grillada que esta y, al menos para mí, bastante menos interesante.
En definitiva, me ha dado la impresión de que, por encima de todo, la peli es un gran homenaje a referencias tan básicas como Poe, Lovecraft (las constantes referencias a El horror de Dunwich hablan por sí solas) o a Bram Stoker que, por cierto, sale en la cinta.
Ah, y que no se me olvide: sí, esta cinta y la secuela son la obra póstuma de Paul Naschy, alias el hombre lobo patrio.
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