domingo, 27 de enero de 2013

La guerra de los mundos

La guerra de los mundos (The war of the worlds)

(1953)

Director: Byron Haskin
Guión   : Barré Lyndon

Gene Barry
Ann Robinson
Les Tremayne









 Unos extraños meteoros caen a la Tierra. Es el comienzo de una invasión marciana… 

Vamos allá con un clásico de la ciencia-ficción de los cincuenta y todo un referente en lo que se refiere a historias de marcianos malvados invadiendo la Tierra. La película, como puede suponerse, está basada en la celebérrima obra de H. G. Wells que lleva el mismo nombre y que, además de la fama como novela, también debe su difusión a la broma que el amigo Orson Wells gastó a los americanos allá por 1938 haciendo creer a todo quisque que, en efecto, nos estaban invadiendo los extraterrestres. Lo más curioso de todo es que los seres humanos, en nuestra bendita ignorancia, nos tragamos la bromita de principio a fin…
Era cuestión de tiempo que alguien se fijara en condiciones en esta historia y la llevase al cine. El problema era algo normal para la a época: los medios de los que se disponían no eran precisamente los adecuados para afrontar una trama de estas características donde se concentraban extraterrestres, aparatos de destrucción alienígena, rayos que lo volaban todo y mucha histeria colectiva mientras el mundo conocido se movía al borde del precipicio.
No obstante, como siempre suele ocurrir, la salvación vino en forma de productor competente que se tomó muy en serio la obra e hizo todo lo que pudo para sacarla adelante. A modo de historia, hay que decir que, en un primer momento, iba a ser nada menos que Cecil B. DeMille (Los diez mandamientos, Sansón y Dalila, El signo de la cruz) el encargado de llevar las riendas del proyecto como productor y este tenía en mente que Alfred Hitchcock (sí, habéis leído bien) para que la dirigiera. Pero el famoso director se negó y DeMille pasó el cargo de productor a George Pal, que ya había hecho sus pinitos en la ciencia ficción con otra obra magna, Cuando los mundos chocan. Pal escogió como director a Byron Haskin, que luego dirigió cintas  como Cuando ruge la marabunta y que había trabajado como técnico de efectos especiales en El halcón del mar o Dogde City, ciudad sin ley…. Y, el resto, ya es historia.
Una vez terminada esta breve introducción, vamos a meternos de lleno en la película. A mi modesto entender, estamos no sólo ante una clásico de la ciencia-ficción, sino ante una buena película muy bien llevada. Veamos…
A favor debo destacar varias cosas. Para empezar, me encanta la explicación que el narrador hace al comenzar la película, toda una lección magistral acerca de por qué los marcianos sopesan las posibilidades de invadir uno u otro planeta hasta que nos toca. También es mala suerte, con lo ancho que es el universo. Destaco, a parte de la narración en sí, cómo se nos muestran los planetas en forma de maquetas muy bien hechas a la vez que la voz de  Sir Cedric Hardwicke nos ilustra con su discurso. No toma más de tres minutos, pero me parecen muy bien utilizados. Y, si prestamos atención, cuando habla de Marte (hogar de los alienígenas que nos van a hacer la vida imposible), ¿vemos una ciudad iluminada en la superficie del mismo?

A partir de aquí, la cinta no pierde tiempo y va directa al grano cuando vemos que, en ese pequeño pueblecito americano (cien por cien, además) cae el primero de los meteoros. Acto seguido, haciendo gala de nuevo de esa inmediatez propia de las películas de fantasía de la época, enlazamos con los científicos que están pescando tan tranquilos. Ahí conocemos al doctor Forrester (Gene Barry), que va a ser el protagonista. Acto seguido, se nos hace una presentación formal muy buena acerca de quién es el científico (famoso, calculín, empollón y, depende del momento, cegato) y la devoción que Silvia (Ann Robinson) siente por él. Claro y escueto, pero muy efectivo; con un par de diálogos, el espectador saber quién es quién, como debe ser.
Antes.
Después.
  Siempre me han gustado mucho todas esas escenas después de la caída del meteoro que muestran lo simples que son el pueblo (por supuesto, en el buen sentido) con sus fiestas de sábado noche, sus bailes y lo bien que se llevan los vecinos (uno de los polis es el que canta en el garito de la fiesta). Y es curioso como todos, hasta el cura, piensan en sacar dinero del asunto del meteoro. A fin de cuentas, si algo que viene del espacio exterior cae en tu jardín, piensas en poner mesas, y cobrar por comidas y bebidas. Es más, uno hasta piensa en abrirlo… ¡a palazos! Los momentos previos a la invasión en la que los personajes se lo pasan pipa un sábado por la noche me resultan muy logrados; un modo muy bueno de definirlos a través de unos diálogos muy bien marcados y un ritmo en la narración exacto y muy bien llevado.
Alegres vecinos planeando...

Entonces, se produce una serie de escenas narradas de forma paralela que me parecen muy acertadas.  Por un lado, tenemos la de los tres pobres desgraciados que se quedan a hacer guardia y son testigos de cómo el meteoro se abre. Es una escena lenta, tranquila, que se recrea en la situación, en contrapunto con la que sucede a la vez en el bar, donde los habitantes del pueblo se lo están pasando genial en la fiesta y Forrester aprovecha para soltar alguna perla de físico sabio para dmeostrar que la ciencia mola  ("...Si pudiéramos reunir toda la energía que estamos derrochando aquí, acabaríamos por lanzar ese meteoro al espacio...") Así, somos testigos de pequeños detalles que presagian lo peor: relojes imantados, pérdida de luz y teléfono.
Y, al fin, vemos el meteoro no es tal, sino que está hueco. Y es aquí donde asistimos a una de las escenas más famosas del cine de ciencia-ficción de todas las épocas: del meteoro surge esa especia de ojo asociado a un tentáculo enorme que es capaz de moverse en todas las direcciones. Apunta a los tres personajes… y comienza la catástrofe (y la diversión sana para este que escribe)

Otra cosa a destacar es la capacidad de síntesis que tiene la película. El metraje no es muy largo (unos 85 minutos), pero el guión se las apaña para que se nos narre, sin necesidad de una voz en off propiamente dicha, lo que está sucediendo. Así, utiliza el original recurso de contar por radio lo que sucede o los preparativos del ejército dando información acerca de dónde han caído los meteoritos. Un modo, para mí, muy destacable de dar agilidad al tema.
Y entonces se produce el ataque propiamente dicho. Aquí somos testigos de lo que podían hacer los efectos especiales de la época. Las miniaturas de las naves están muy bien  trabajadas así como todo tipo de explosiones, soldados ardiendo en llamas o, una de las cosas más llamativas, el efecto de los rayos de los enemigos desintegrando todo lo que pillan. A destacar la escena en la que el pobre militar, cuando están desalojando, es alcanzado por uno de ellos. Fijaos que, aparte del tono rojizo que adquiere el cuerpo, deja entrever el esqueleto. Muy bien hecho, sí señor.
A partir de este momento, la historia se deja llevar por el lado más catastrofista. Los terrestres no somos rivales para los alienígenas (mira tú qué raro) y nos masacran. Los efectos siguen cobrando protagonismo, no sólo ya en las escenas de destrucción masiva (me encanta esa secuencia en la que los militares examinan una foto de la torre Eiffel destruida) sino en otras muy bien llevadas como, por ejemplo, esa en la que los dos, Forrester y Silvia, están en una casa abandonada y comienzan a caer cilindros por todas partes. Y es aquí dónde, al fin, vemos a los marcianos. Como es obvio, la imagen de los mismos es muy de la época pero, a la vez, eso hace que, parar mí, tenga tanta gracia.
Extraterrestre. Y feo.
 Destaco también las secuencias de las calles de la ciudad donde reina la anarquía y el descontrol mientras los marcianos destrozan todo, dando así ese todo agobiante de final trágico que todos se suponen que esperan… hasta que la situación se resuelve del modo más inesperado: las bacterias que respiramos son nuestra salvación (y que, dicho sea de paso, el narrador nos recuerda que Dios las puso ahí)

¿Aspectos mejorables? Alguno, claro.
Para empezar, las maquetas del comienzo de la película se notan demasiado, quizás más que en el resto del metraje. Los protagonistas se refieren a ellas como “enormes” pero está claro que estamos viendo un cilindro de tamaño reducido.
Si bien los diálogos, como dije antes, me encantan por lo educados y cuidados que resultan, si es cierto que siempre me ha llamado la atención lo listo que puede llegar a ser el doctor Forrester en algunos momentos. ¿Cómo es posible que sepa que los marcianos pueden tener dos cerebros o que tengan la capacidad de oler los colores? Eso sin saber nada de ellos, claro. Por no hablar de la impresión del amigo cuando ve por primera vez más naves enemigas “…gobernadas por mecanismos giroscópicos; están apoyadas en el suelo por rayos. Es una especie de corriente magnética que actúa como patas invisibles…” ¿Cómo es posible que sepa todo esto con tan solo echar una mirada? Y si, de saber cosas hablamos, un pequeño detalle que me llama mucho la atención: al comienzo de la peli, cuando los tres hombres están vigilando el meteoro para que no se produzca ningún incendio, el mejicano se refiere a los extraterrestres como “canijos” y digo yo, ¿cómo sabe que son canijos ni nadie los ha visto?
Sigamos. Yo siempre he pensado que, en este tipo de cintas, sobre todo en las consideradas clásicas, la emoción de los extraterrestres desaparece un poquito cuando son mostrados en pantalla. Es, al menos para mí, como si desapareciera un poquito la magia (como, por ejemplo, me sucedió en Invasores de Marte) Pues bien, esta película no es una excepción. Por eso, el aspecto del alien en la escena de la cabaña no me parece muy allá. Es obvio que es una persona disfrazada, claro, pero no me convence. En mi opinión, si no le hubiéramos visto en esta secuencia sólo los hubiéramos entrevisto en la escena final cuando asoma el brazo una vez destruidos y el misterio hubiera quedado intacto. Como digo, para gustos, los colores.

¿Más? Un poquito. Lo que sigue es una opinión mía pero, si hay algo que destaque en la peli (amén de lo evidente, claro) es el marcado sentimiento religioso que se respira en algunas secuencias y que, por otra parte, es un poquito fruto de la época. No sé si estos detalles están en la novela pero ahí quedan. Por ejemplo, el comentario del tío de Silvia, el sacerdote, refiriéndose a los marcianos: “…si están más avanzados que nosotros, vivirán más cerca del Creador por esta razón…”
Este diálogo tiene un pase porque, como ya digo, el personaje que lo dice es un religioso. No obstante, hay otro que ese produce cuando la cinta está más avanzada, justo en los momentos previos a lanzar a los extraterrestres la bomba H. resulta que están calculando los días que pueden tardar los marcianos en mascararnos y llegan a la conclusión de que son seis. Muy bien, aquí dice Silvia: “…El mismo tiempo que Dios tardó en crearlo…”  Como diálogo pase, puede gustar o no pero la escena que viene a continuación, con todos callados, girando la cabeza la cabeza o la mirada de la doctora en plan ñoña no me gusta nada. Y, de remate, cuando los marcianos sucumben a nuestros virus, Forrester es categórico: “…Habíamos pedido un milagro…”
Y ahora un par de detallitos curiosos. Si os fijáis, en la escena de la casa en la que Forrester y Silvia está solos y son asediados por ese tentáculo mecánico, Forrester coge un hacha y lo destroza. Muy bien pero, un par de escenas más adelante, cuando lo estudian en un laboratorio, el visor está impecable. ¿Lo han reconstruido o simplemente alguien no se dio cuenta del detalle?
Con respecto a esta escena, una cosa que siempre me ha parecido curiosa: se ponen a estudiar las lentes y un científico se dirige a Silvia haciendo referencia al hecho de que los marcianos estaban interesados en ella. Parece que enfocándola con el visor descubriremos algo pero… no se nos dice nada, tan sólo la vemos con colores algo alterados en la pantalla.
Y como curiosidades:
-Con respecto al doblaje en español: si prestamos atención, vemos que un mismo actor dobla a varios personajes. Así, la voz de Forrester (Félix Acaso) es también la de un policía, mientras que la de un piloto, el locutor de radio o la voz de los militares a través de los altavoces es la misma, Simón Ramírez (el actor de doblaje encargado de Sean Connery en las pelis de James Bond). Un mera curiosidad…
-Dad un vistazo a la escena después de lanzar la bomba H y la que se puede ver en esta misma situación en Independence Day. Clavaditas.
-Originalmente, los efectos iba a ser creados por Ray Harryhausen. De hecho, hizo pruebas con los extraterrestres. Si queréis verlas, tendréis que haceros con el DVD de Jasón y los argonautas donde, en el documental que viene como características especiales, se nombra esta peli.

-Uno de los científicos que acompaña a Forrester es Robert Cornthwaite, que ya interpretó a otro científico con peor humor en El enigma de otro mundo, el doctor Carrington.

-Gene Barry (Forrester) y Ann Robinson (Silvia) salen en la escena final de la versión rodada por Spielberg en 2005.

-En un principio, Cecil B. DeMille iba a ser la voz del narrador.

-Si hay algo que destaque en la novela, es que los extraterrestres nos masacran pilotando unos gigantescos trípodes (que vimos de manera soberbia en la versión de Spielberg) En la versión que nos ocupa, no hay trípodes, sino naces espaciales. ¿La razón? En aquellos tiempos fue imposible darles formas y animarlos. En mi opinión, las naves que construyeron fueron más que dignas.

-La familia de Wells quedó encantada con la peli. Tanto fue así que dijeron a George Pal que escogiera sin pagar extras otro libro para adaptar. Pal, muy hábil, se decantó por La Máquina del tiempo convirtiéndola en otro clasicazo que aquí se llamó El tiempo es sus manos.
Pues esto es todo, amigos. Ni que decir tiene que esta película me encanta y, sin duda, recomiendo. Todo un ejemplo de buen hacer dentro de un género que, por entonces, era mucho más difícil que ahora en cuestión de mostrar la espectacularidad y efectos propios de estas historias. Muchos son los que piensan que esta invasión es algo inocentona y que no ha envejecido muy bien. Vale, pueden tener razón pero también es cierto que, al margen de efectos que se noten o de explicaciones más o menos científicas, lo que queda es una película que cumple su cometido desde que empieza hasta que termina, es decir, entretener al espectador y dejar, al menos a mí, un sabor de boca de los buenos. Si podéis, vedla y dejad de un lado los prejuicios por la época en que se rodó o la calidad (que es muy buena) de los efectos especiales. Sentaos, ved y disfrutar.
Cómo no, tuvo un remake en 2005 nada menos que de la mano de Steven Spielberg y con Tom Cruise como protagonista. Espero comentarla algún día pero, para este vigilante del cielo, mucho efecto, mucha estrella y mucho Tom, pero carece de la gracia de esta. Como siempre digo, para gustos, los colores…

¡Vigilad el cielo!

 

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