sábado, 5 de octubre de 2019

La isla de los dinosaurios




La isla de los dinosaurios.
(1967)
Director: Rafael Portillo.
Guión   : Alfredo Salazar.
Alma Delia Fuentes, Armando Silvestre, Manolo Fábregas, Elsa Cárdenas, Genaro Moreno.

Un profesor ha descubierto la ruta hacia La Atlántida. Pero, al alcanzarla, no cuentan con dos cosas: hombres prehistóricos y dinosaurios...


Muy buenas a todos.


Lo he dicho muchas veces: en esto de la fantasía puedes encontrarte con auténticas maravillas o con pelis infumables. Luego están las que son cutres pero tienen cierto encanto. Y, a la cola, están las cutres a más no poder que no tienen por donde cogerse. Suelen tener nombres rimbombantes, argumentos que rayan lo absurdo y situaciones rocambolescas que hacen que te cuestiones por qué pierdes tu tiempo con ellas pero, a la vez, esa misma razón es la culpable de que no apartes los ojos de la pantalla.

Pues bien, esta peliculita que os traigo hoy pertenece al último grupo. La cinta en cuestión no tiene desperdicio y nos va a ofrecer un metraje lleno de cosas, personajes y situaciones tan alucinantes como alucinógenas que me han hecho abrir los ojos como platos en algunos momentos, en otros resoplar y en alguno sonreír. Atentos...

La peli va directa al grano, cosa que es de agradecer. Y esto no es un modo de hablar. En la primera escena se nos suelta el eje de todo: que el buen profesor (que, dicho sea de paso, no sabemos su nombre, le vale con el cargo) ha descubierto nada menos que la Atlántida. ¡Uau!, dije yo aquí. Todo quisqui se ha cachondeado de él pero sigue en sus trece. Y, para ello, se rodea de tres exalumnos pelotas que son los únicos que creen en él: dos bellas damas, Laura y Esther, y un caballero, Pablo. Genial. Al grano, como debe ser. Eso sí, ya, desde el primer momento, se nos deja claro que el tipo tiene poderes cual Jedi, ya que afirma que, ahí, debe haber dinosaurios. Como premisa no me diréis que no mola.

La primera perogrullada viene en la escena siguiente: en el primer viajecito llegan a un islote desprendido de la Atlántida. ¿Cómo no ha llegado nadie antes? Porque todos deben de ser unos inútiles. Estos lo hacen a la primera, como Dios manda. Eso sí, para llegar, usan un mapa donde no hay señalado nada de dichos restos. O son listos o tienen puntería.

Una vez en la isla, que tiene una pinta terrestre más que considerable, vamos a ser testigos de una serie de hechos y situaciones que se van a caracterizar porque cada uno es más rimbombante o ridículo que el anterior. Por eso, lo primero que hacen nuestros héroes, nada más estrenarse con la isla, es meterse un lingotazo de coñac. Hombre, te aseguro que, cuando voy al odioso trabajo, me dan ganas de hacer lo mismo. Eso sí, para preparar al personal, se oye un crujido lejos. Nada, aquí no se asusta nadie; es más el ambiente de fiesta y jolgorio es considerable.

Sigo. ¿Qué pueden hacer dos científicas cuando llegan a una isla desconocida y que se supone estaba extinta? ¿Investigar? ¿Recoger muestras? ¿Ir con mil ojos? ¡Y una m...! Pues hacen lo más normal: descubrir un río y bañarse en él mientras los hombres, que son muy tales, se quedan reparando el avión. " No te alejes mucho, puede ser peligroso", advierte Esther mientras chapotea, feliz, en el agua. Lo dicho: guapas y, además, valientes.


Eso es responsabilidad.


El grupo se pone explorar la isla con un equipo que destaca por su comodidad. De hecho, el buen Profesor viste americana y las herramientas no van más allá de un martillo y un pico. Repito: el que vale, vale.

Hasta aquí, la cosa tiene un airecillo cutre que te hace pensar más o menos por dónde van a ir los tiros. Si te preguntas dónde están los dinosaurios haces como yo: te fastidias porque no los hay por ningún sitio. Pero la cutredad aumenta de manera considerable cuando, amigos, descubrimos que en la islita, aparte de supuestos dinosaurios, también hay un poblado troglodita cuyas gracietas
vamos a comprobar con algunas escenas un poquito largas que se me han hecho pesadas. Lo de cutre lo digo porque los amigos prehistóricos van con zapatitos y ropas a lo Pedro Picapiedra muy cantosas. Pero, para cantoso, el modelito de Molo, que es el primer troglodita en llevar tirantes. Sí, habéis leído bien. Eso sí, mucho tirantito y mucho pelito bien peinado, pero los amigos comen, y como cerdos. Por eso, muchos minutos se van a ir en escenas donde  les vemos zampar como energúmenos. De regalo, una pelea a la vieja usanza entre Molo y un amigo , es decir, a palo limpio. Llegados a este punto, la cosa no deja lugar a dudas: grillada mental a la vista. Por cierto, vais a anotar que Molo pasa de llevar tirantes a una tira cruzada. Se puede ser troglodita y también coqueto.




Mientras, las científicas, que son algo absurdas, vuelven a bañarse en el río demostrando que el sentido del peligro no existe para ellas. Un minuto antes habían hablado de que es mundo siniestro y peligroso (y soleado, fíjate bien) pero importa un comino: el caso es darse un chapuzón. Claro que esta es la excusa para que Laura conozca a Molo al son de una música hawaiana muy relajante. ¿Qué hace ella? Ni se inmuta mientras Molo la observa como si fuera un moco de la nariz y, a la vez, saca pectorales.

Si miras así a una mujer y no ligas,
es que eres tonto.


Y es a partir de este momento cuando las perogrulladas alcanzan límites estratosféricos: Laura, que asume que ha sido secuestrada por un troglodita, decide aceptar su destino y lucir coqueta y femenina mientras se peina para gustar al cromañón. Además, le enseña a hacer lanzas e inculca en la tribu que los mayores deben sentarse (de hecho, adora a su suegra troglodita) y que hay que comer en platos (aunque, cuando se da la vuelta, vuelven a zampar como posesos).


Antes prehistórica que sencilla.



Pero lo mejor es que la chica no lo puede evitar: se ha enamorado de los bíceps de Molo hasta las cachas y le dice que le gusta mucho aprovechando que el otro no entiende ni papa. Eso sí, las caritas de cachorrito bonachón que pone no tienen desperdicio. Y es que, en el amor, la guerra y la prehistoria, para Cupido todo vale. Porque, esta, vigilantes del cielo, es una historia de amor. De amor prehistórico, pero de amor a fin de cuentas; una especia de mezcla de Hace un millón de años, King Kong y Tarzán pero con un aire hortera alucinante. A fin de cuentas, nada como ver a un hombre de las cavernas para que una científico se olvide de todo y se quede coladita pos sus huesos. 

Y aquí debo hacer una reflexión científica: ¿por qué los demás miembros de la tribu de Molo son sucios, lucen greñas, sus pelos son estropajos y caminan como si no supieran hacerlo mientras que el propio Molo está depilado, va al gimnasio y se peina de manera fashion? La respuesta solo puede ser una: Molo es el eslabón perdido entre el hombre de Neanderthal y el Homo Sapiens. Y, claro, viendo lo limpio y arrebatador del tipo, es lógico que Laura se fije solo en él, no en los guarros de los demás. Ahí queda eso.

El amor, el sentimiento más antiguo del mundo.


¿Y los dinosaurios? Pues salen, salen. En escenas que no pintan nada pero que son ideales para ver a un tío disfrazado de mono, a un elefante de Mamut o a iguanas y lagartos filmados como si fueran enormes pero que se notan que son de verdad y que, dicho sea de paso, apestan a estar insertados de otras pelis. Un detallito: eso de que las pobres criaturas no se hagan daño se lo debieron saltar a la toreara porque aquí se pegan una tralla considerable... y no son gráficos por ordenador.



Los personajes son tan absurdos como las situaciones. El profesor decide al principio pero luego pasa a segundo término. Pablo ni pincha ni corta. Esther se pasa preocupada toda la peli y lo de Laura no tiene desperdicio: con Molo es más feliz que una perdiz. Este, por su parte, se hace el duro siendo tan inexpresivo como una piedra.

Los actores ahí quedan. Alma Delia Fuentes es la que más se luce haciendo de Laura, aunque sus momentos son ridículos a más no poder. Manolo Fábregas como profesor es tan inexpresivo como Terminator. Elsa Cárdenas (Esther) y Genaro Moreno (Pablo) pasan sin más. Armando Silvestre, en su papel de Molo, me queda tan absurdo como Laura, sobre todo, cuando trata de ser duro y macho man en la mayoría de las escenas (hasta cuando se pone romanticón)

No más, pero no menos. Si has leído alguna vez este blog sabrás que suelo recomendar las pelis que comento porque, de otro modo, me parecería absurdo escribir y perder mi tiempo hablando de algo que no  me gusta. Esta, desde luego, no es un peliculón ni mucho menos y, si me apuras, al menos a mí, me ha dejado mucho que desear, pero es tan floja que hasta tiene su gracia. Papeles absurdos, situaciones ridículas y una trama hilarante pero, aún así, pasas un rato entretenido. Si puedes o, mejor dicho, no tienes nada más importante que hacer, lo mismo hasta le puedes dar un pasecito y, ya puestos, hasta te vas a reír un rato. Luego, casi de fijo, la vas a olvidar, salvo por lo absurdo de alguna escena.

Por cierto. Puede que sean imaginaciones mías pero esta cinta contiene más de alguna sospechosa semejanza con otra peli cutre donde las haya llamada King Dinosaur (cuya reseña puedes leer aquí). Ahí están las escenas del río, la herida de Pablo cuando, con Esther, es acosado por la iguana o las peleas entre los monstruos. De hecho, creo que muchas de estas son, precisamente, planos de dicha peli que, a su vez, fueron "prestados" de la versión antigua de "Hace un millón de años"



Vigilad el cielo.


2 comentarios:

  1. jejeje entre más leia menos entendía
    entre más leia ganas de verla tenia
    como dices más rara la movie debe ser
    para que tengas ganas de saber que peor puede ser
    es de esas freak sin pies ni cabezas
    que seria bueno verla con cerveza
    en pleno verano chileno
    bajo los efectos debe ser bueno

    salu2!

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    Respuestas
    1. ¡Hola, Carlos!
      Pues te aseguro que lo que has leído aquí es solo UN POQUITO de las cosas tan ilógicas que vas a ver si te animas con la peli. Eso sí, como bien dices, lo de la cerveza viene de perlas para poder disfrutarla mejor.

      ¡Gracias y nos leemos!

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