Un extraño y macabro personaje nos presenta, desde un depósito de cadáveres, tres historias terroríficas...
Lo bueno que tiene sumergirse en el mar de plataformas digitales que existen hoy en día es que, cada vez, más, llenan su catálogo con películas de todas la épocas y de todos los géneros. Y ha sido así como me he encontrado con esta bolsa de cadáveres.
La película es una cinta de terror muy correctita que tiene un aire ochentero total y absoluto y que se va a caracterizar porque está dividida en tres episodios terroríficos, todos ellos contados por un no menos personaje terrorífico que parece pasárselo pipa jugando en un depósito de cadáveres con los restos de estos.
El terror que vamos a ver aquí es muy comedido y tiene un aire clásico y, como dije, ochentero, que tumba. De hecho, creo que si esta cinta se hubiese rodado en los ochenta hubiera sido un perfecto reflejo de la época y del género que pululó a lo largo de la misma. Es un tipo de terror que ya no se da, más basado en la tensión del momento, una casquería muy comedida y, sobre todo, muy basado en el hecho de presentar unas historias que parten de una base muy normal y que luego, por cosas del destino y de la mala baba de los guionistas, se convierten en algo terrorífico. Todo ello salpicado, en parte, por el sentido del humor macabro que el terrorífico anfitrión usa como antesala o introducción de cada historia.
Pero, sin duda, lo que más vas a recordar de la peli es el desfile de glorias del género de terror y fantástico que desfilan por aquí hasta tal punto que, a veces, estás más pendiente de a ver quién sale ahora o a ver si reconozco a alguien que de otra cosa. Para que os hagáis una idea: John Carpenter (que es el tipo macabro que introduce cada historia), Mark Hamill, Roger Corman, Tom Arnold, Tobe Hooper, Sam Raimi, Wes Craven, David Naughton (el de Un hombre lobo americano en Londres) y unos cuantos más. Vamos, es una especie de reunión de amiguetes que se han propuesto divertirse un poco. Y cobrar, claro.
Veamos los episodios.
Gasolinera.
Un guión muy de los ochenta. Una chica es encargada de una gasolinera en el turno nocturno y se las ve con un asesino psicópata. Está muy bien llevada porque la tensión con la que se maneja es muy acertada y, además, cuenta con un giro muy inesperado y, a la vez, adecuado. A pesar de lo poco que dura, los momentos de tensión están asegurados y hay escena, como esa en la que vemos de lejos al psicópata de turno levantarse, muy conseguidas. Es, al menos para mí, el fragmento mejor de los tres hasta tal punto que, bien visto, hubiera dado él solito para toda una película.
Pelo.
El más absurdo de los tres y, si me apuráis, hasta risible. El protagonista está obsesionado por su calvicie y hace de todo para tener una melena de anuncio. Es evidente que, desde que va a la clínica algo malo pasa pero está claro que, o los guionistas estaban borrachos o, simplemente, tiraron para delante con la primera solución que se les ocurrió, en este caso, alienígenas comedores de cerebros humanos. Stacy Keach con una melena tipo Antonio Banderas en Desperado da risa porque todo el segmento no es muy serio. Ah, y me ha recordado mucho a ese capítulo de los Simpsons en el que Homer se implanta el pelo de un psicópata y se vuelve malo.
Ojo.
El abuelo de la peli The eye. ¿No os lo creéis? Pues mirad: a un tipo le trasplantan el ojo de un asesino y se vuelve tarumba total. Mucho mejor que la anterior pero cuenta con el inconveniente de que se le ve venir desde el principio y que tiene un componente religioso muy marcado que no parece pegar mucho con la historia. ¿Lo mejor? Que el prota es Mark Hamill, léase Luke Skywalker.
Mark usando la Fuerza pensando en los episodios VII y VIII.
Pero, sin duda lo que más me ha gustado, ha sido el final, que está relacionado con el tipo del depósito y que creo que es lo mejor de la peli y esa muestra de humor macabro y gamberro que reina por el metraje. Curioso.
Esto ha sido todo. Una curiosidad que recomiendo ver no porque sea una obra maestra (vamos, ni de lejos) Roza el aprobado justito, por los pelos, pero cumple de maravilla con su función: que lo pases bien. Y eso, ya es mucho.
Vigilad el cielo.
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