(2010)
Director: Matt Reeves
Guión : Matt
Reeves, John Ajvide Lindqvist
Chloë Grace Moretz
Kodi Smit-McPhee
Richard Jenkins
Elias Koteas
Un
niño, acosado por la vida, ve que una nueva vecina se instala junto a su casa. Pero
la niña esconde un horrible secreto…
Antes
de entrar en faena, me gustaría aclarar una cosita con respecto a este título.
Y digo esto porque yo mismo me he liado. Cuando se habla de Déjame entrar hay DOS películas. Una es
del año 2008, sueca, dirigida por Tom Alfredson. La otra, es la que voy a
reseñar, de 2010 y americana. Y es que ya sabemos que, muchas veces, cuando una
película en Europa tiene éxito, en Hollywood se lanzan a por ello dando su
versión. Ahí quedan los ejemplos de Vanilla
Sky (Abre los ojos), The ring (Ringu), Los hombres que no amaban a las mujeres
(basada en la película del mismo título) etc...
Hoy
le toca el turno a una película que me ha parecido una nueva vuelta de tuerca a
un tema más que conocido por todos: el vampirismo. Pero, esta vez, menos mal,
nos vamos a olvidar de los tópicos de siempre (más o menos, claro. Algunos como
la sangre, los mordiscos bestiales y la luz solar haciendo de las suyas
imperan. Y es que no todo pueden ser vampiros guapos y despeinados con
remordimientos de conciencia) y nos vamos a centrar en la historia de un par de
niños en la que uno de ellos, claro está, es un vampiro de pies a cabeza… o,
mejor dicho, vampira. ¿Le quita eso el carácter monstruoso que el personaje
lleva implícito? Ni por asomo. Y es que, como dijo George Lucas una vez, un
niño puede llegar a ser el monstruo más malvado de todo el universo.
Pues
bien, esas proféticas palabras no andan muy descaminadas con la cinta que hoy
nos toca. Veamos…
Aunque lo parezca, el amigo no es vampiro. |
Así,
sabemos quiénes van a ser los protagonistas de esta historia: nada de adultos.
Ese es otro de los puntos a favor de esta película. ¿Por qué los vampiros
siempre deben ser adultos o, como en cierta saga reciente, adolescentes? Por
eso, conocemos a Owen (Kodi Smit-McPhee), un niño raro, friki y objeto de todas
y cada una de las burlas de los gamberros del colegio. Resulta tan lastimoso
que el espectador, en seguida, siente simpatía por él. La película sigue con
tranquilidad. Nos presenta con calma (quizás demasiada) el entorno del chaval y
todo lo que le rodea, como unos padres que se están separando y una madre que, aparte
de estar obsesionada con el dogma católico, es
obvio que también está hecha
polvo (y a la que nunca vemos la cara. Curioso.) A ello debemos añadir que hay
vecinos nuevos bastante raros y que se producen unos asesinatos muy extraños. Y
así, nos damos cuenta de que han pasado veinticinco minutos de metraje y no
podemos decir de qué va en realidad la peli, cuál es el meollo de todo. Es
cuando conocemos a la vecinita nueva, Abby (Chloë Grace Moretz), maloliente,
rarita y que no usa zapatos en mitad de la nieve, cuando comenzamos a atar
cabos. Y sí, la niña es tan misteriosa como todo el aire que se respira en el
ambiente.

Abby cabreada o, mejor dicho, en su estado natural: vampírica. |
Los
actores cumplen, si bien es cierto que aquí el peso lo llevan los dos críos, Smit-McPhee
y Grace Moretz. Él, sobre todo, tan flaquito, con cara de pena y palidez sin
necesidad de ser vampiro, queda muy bien en el papel. La chica, es una buena réplica
vampírica, dulce, adorable y vulnerable cuando corresponde pero, en otras
ocasiones, como uno puede suponer, es un monstruo en el sentido más pleno de la
palabra. Y es que siempre he dicho que así deben ser los vampiros: malos,
sanguinarios, asquerosos y con su toque animal. ¡Se acabaron los gimnasios y
las ropas caras!
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Vampírico o no, qué bonito es el amor... |
¿En
contra? Pues, la verdad, no mucho porque, como puede verse, a mí esta película
me ha gustado bastante. Lo único que podría señalar es que, quizás, pierda un
poco de empuje a partir de la primera hora de metraje pero esto no deja de ser
inevitable ya que, después de todo ese misterio en la primera mitad, ya sabemos
por dónde pueden ir los derroteros de la cinta y el factor sorpresa queda un
poquito menguado. Eso sí, el final me parece muy sencillito pero, también, muy
original. Y es que una película de monstruos no tiene por qué acabar como uno
espera, es decir, destruyendo a la bestia de turno (Vale, ya no digo más)
Con
todo, recomiendo verla. Una película que, dentro de los cánones del cine
de vampiros, destaca por su originalidad
al alejarse de los tópicos de siempre pero, a su vez, no se aleja de los aspectos
más importantes. Y es que ser original es muy difícil y más hoy día. Menos mal
que todavía hay cintas como esta que mantienen la esperanza y, sobre todo, el
interés durante dos horas de proyección y, de paso, nos recuerdan que, de toda
la vida, los vampiros han sido malos, feos y sanguinarios. Da igual la edad que
tengan…
Pues,
no lo dudéis, dejad entrar a la pequeña Abby y a pasar un buen rato. Yo, al
menos, eso he hecho y no me he arrepentido en absoluto.
Vigilad
el cielo… a los vecinos… y a sus hijas.
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